Mamuts del pleistoceno en un aeropuerto mexicano
La excavación del nuevo aeródromo que promueve el Gobierno en la capital descubre decenas de esqueletos de mamuts de hace más de 10.000 años
El idilio de Rubén Manzanilla con los mamuts empezó hace 40 años en las obras del metro de Ciudad de México. Apenas estaba acabando de estudiar, cuando un grupo de arqueólogos encontró un esqueleto del enorme paquidermo en las excavaciones de la futura línea cuatro. Era 1978. Años después, con la obra concluida y el esqueleto expuesto en la estación de Talismán, Manzanilla se incorporó a los trabajos de salvamento arqueológico en el suburbano. “Empecé en la línea cinco y luego trabajé en la siete”, explica el experto, “pero el último mamut que encontré fue en Chapultepec en 2014”.
Desde...
El idilio de Rubén Manzanilla con los mamuts empezó hace 40 años en las obras del metro de Ciudad de México. Apenas estaba acabando de estudiar, cuando un grupo de arqueólogos encontró un esqueleto del enorme paquidermo en las excavaciones de la futura línea cuatro. Era 1978. Años después, con la obra concluida y el esqueleto expuesto en la estación de Talismán, Manzanilla se incorporó a los trabajos de salvamento arqueológico en el suburbano. “Empecé en la línea cinco y luego trabajé en la siete”, explica el experto, “pero el último mamut que encontré fue en Chapultepec en 2014”.
Desde principios de año, Manzanilla lidera los trabajos del equipo de especialistas que busca restos de mamut en las obras del nuevo aeropuerto de la capital. “Son contextos muy parecidos a los que teníamos en las obras del metro”, cuenta el arqueólogo. En pocos meses ya han encontrado decenas de ejemplares, algunos con la osamenta completa. A vista de pájaro, la imagen resulta marciana, una cumbre del eclecticismo: huesos milenarios de animales extintos aflorando entre excavadoras, volquetas, tractores y ramilletes de alambre.
El contexto del que habla Manzanilla, de 61 años, es la orilla del sistema de lagos que solía ocupar lo que hoy es Ciudad de México y el arco norte de su área metropolitana. Hace por lo menos 10.000 años, el agua y la vegetación de la zona atraían a los mamuts. “La arcilla de esta parte era muy plástica y estos animales se hundían en el lodo y ya no podían salir”, explica el experto.
Desde hace décadas, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha rescatado decenas de ejemplares de mamut en el norte de la capital y varios pueblos a la redonda. Uno de los casos más famosos es el de Tultepec. En 2015, unos obreros encontraron unos colmillos mientras cavaban una zanja para instalar una tubería. Eran colmillos de mamut. Emocionados, las autoridades del pueblo vieron en el animal un reclamo turístico y construyeron un museo. Hace unos meses, la suerte volvió a sonreír al municipio cuando otros obreros cavaban unas fosas de relleno sanitario y toparon con dos trampas milenarias de mamuts. Los arqueólogos rescataron de allí 14 ejemplares.
Los hallazgos siempre han sido así, por casualidad. El INAH no auspicia ningún programa de búsqueda de animales pleistocénicos, pero el continuo gusaneo de la modernidad -obras de luz, agua, fibra óptica, un aeropuerto- se ha convertido en el motor arqueológico de este pasado remoto, menos brillante y querido que el mexica o el teotihuacano.
Estos días, Manzanilla supervisa el rescate de seis animales en uno de los 147 puntos de excavación que han identificado hasta la fecha en las obras del nuevo aeropuerto. De las 3.200 hectáreas que ocupará, estos puntos apenas representan el 1%. Son datos del ingeniero Jesús Cantoral, capitán del Ejército, responsable castrense del programa arqueológico. Al fin y al cabo, el nuevo aeropuerto se construye en una base militar y el Ejército se encarga de las obras.
Dos docenas de albañiles barren los huesos de los mamuts con pequeños pinceles, escayolan trozos de colmillo y cepillan molares que pesan varias decenas de kilos. Manzanilla señala un par de molares y explica: “Los mamuts masticaban de lado. Entonces, podemos medir el desgaste de los molares para determinar su edad… ¡Los mamuts podían comer 300 kilos de pasto al día!”, dice con un entusiasmo veterano.
Además de los albañiles y el resto de arqueólogos, Manzanilla trabaja mano a mano con un equipo de paleontólogos, expertos en calcular el peso de estos animales a partir del tamaño de su húmero o de identificar su género echando un vistazo a la pelvis. Uno de los paleontólogos es Joaquín Arroyo, también un veterano buscador de mamuts del Valle de México. “Esta es una de las poblaciones más sureñas de mammuthus columbi en el continente y eso nos va a permitir conocer mejor su biología”, explica.
Arroyo está encantado de participar en la excavación del aeropuerto, porque la oportunidad de estudiar tantos ejemplares al mismo tiempo es extraordinaria. El especialista dice que si en Tultepec excavaran 3.200 hectáreas encontrarían probablemente algo parecido a lo que hay en la base militar. Con eso, Arroyo insinúa que en realidad el subsuelo del subsuelo del subsuelo de la mastodóntica Ciudad de México es un cementerio de paquidermos por explorar.
Nunca se proyectará un rescate así, claro. La cantidad de recursos necesaria para iniciar una excavación de ese tipo resulta del todo impensable, incluso para el paleontólogo más optimista. Pero Arroyo y Manzanilla no piensan en eso. Los puntos de excavación del nuevo aeropuerto aumentan cada día y la población de mamuts que aguarda su rescate les mantendrá ocupados durante años. Además, el Ejército proyecta construir dos museos de sitio, uno dedicado exclusivamente a la fauna pleistocénica. Serán ellos quienes se encarguen de todo el proyecto.