Un mensaje de realismo político
El discurso del presidente Boric tuvo un énfasis más socialdemócrata de lo que probablemente hubiese querido en su primer año de Gobierno, pero que, responsablemente, se hace cargo de una nueva correlación de fuerzas
Durante más de 200 minutos de Cuenta Pública, el presidente de Chile, Gabriel Boric, mostró sus prioridades y avances en la Administración de la política pública nacional y, sobre todo, intentó marcar énfasis sobre la disposición política con la que enfrentará el siguiente tramo de su mandato.
El largo tiempo dedicado a detallar políticas de seguridad, una prioridad para la ciudadanía; el desglose de todo lo que es posible hacer si es que se aprueba la reforma tributaria en materia de derechos sociales; el cambio de escenario para trabajadores y trabajadoras a partir de los acuerdos alc...
Durante más de 200 minutos de Cuenta Pública, el presidente de Chile, Gabriel Boric, mostró sus prioridades y avances en la Administración de la política pública nacional y, sobre todo, intentó marcar énfasis sobre la disposición política con la que enfrentará el siguiente tramo de su mandato.
El largo tiempo dedicado a detallar políticas de seguridad, una prioridad para la ciudadanía; el desglose de todo lo que es posible hacer si es que se aprueba la reforma tributaria en materia de derechos sociales; el cambio de escenario para trabajadores y trabajadoras a partir de los acuerdos alcanzados en la jornada laboral de 40 horas y alza del sueldo mínimo; el portazo a las isapres [el sistema privado de salud] ante la posibilidad de un perdonazo por sus cobros indebidos; la necesidad de llegar a acuerdo en torno a una reforma de pensiones. Todos fueron aspectos en los que el presidente se dio el espacio de fundamentar las decisiones del Gobierno y urgir ritmos y compromisos a los distintos actores.
Con un discurso organizado en torno a tres ejes –seguridad social, seguridad ciudadana y desarrollo sustentable–, el presidente buscó no solo mostrar medidas gestionadas o por gestionar, sino instalar una perspectiva sobre el rumbo de Chile.
Porque las cuentas presidenciales no son únicamente un informe de gestión en curso. Son, sobre todo, oportunidades para sugerir una lectura del momento político y sus desafíos, para dar muestra de cuál será la estrategia de avance y marcar un tono frente a las filas propias, las de la oposición y ante la ciudadanía.
La cuenta del presidente estuvo estructuralmente marcada por el llamado a la unidad en torno a las prioridades de Chile (económicas, de empleo, de seguridad y de derechos sociales como pensiones y salud), apuntando repetidamente a la confluencia entre distintos sectores. “Los delincuentes han de saber que cuando se trata de combatirlos y de respaldar a Carabineros y a las fuerzas de orden, en el Estado chileno no hay fisuras. No hay Gobierno y oposición; no hay izquierdas y derechas; no hay mayores y jóvenes. Estamos todos unidos”, fue la frase con la que selló su exposición en seguridad.
pComo en ningún otro discurso, se relevó la importancia de los acuerdos que permiten cambiar realidades en materia de política pública. Como en ningún otro discurso, el `residente emplazó su esfuerzo ejecutivo en la historia larga del país, como parte de una sucesión de esfuerzos coordinados por parte del Estado, que se debe a impulsos de distinto signo político y de distintas esferas. El reconocimiento a los empresarios, a la oposición, a las generaciones anteriores, a los gobiernos anteriores, a las Fuerzas Armadas, a Carabineros, fueron poblando su mensaje.
Además de las referencias, a lo largo de toda su alocución, a los acuerdos y a la necesidad de contar con una reforma tributaria, el presidente se reservó un espacio para gestos específicos que conectan más intensamente con su matriz identitaria. Fueron los momentos que se dio para hablar de salud mental, de políticas pro equidad y pro diversidad, de medio ambiente y de educación. También generó un espacio para hablar de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, espacio en el que se permitió un nivel de énfasis y locuacidad mayor, criticando severamente el negacionismo como forma de barbarie y reivindicando el compromiso con los derechos humanos sin condicionamientos de ningún tipo, que ha sido un sello característico del mandatario también a escala internacional.
En síntesis, el tono de la segunda cuenta presidencial estuvo alejado de discursos refundacionales que caracterizaron a su sector durante la campaña y los primeros meses, pero cuida los puntos de conexión con su primer círculo de apoyo. Es un discurso que busca prestigiar el quehacer desde las instituciones, y reivindicar la voluntad de hacer las conversaciones necesarias para que las construcciones colectivas ocurran. Desde esa perspectiva, tiene un énfasis más socialdemócrata de lo que probablemente hubiesen querido en su primer año de Gobierno, pero que, responsablemente, se hace cargo de la correlación de fuerzas en la que la coalición gobernante queda a partir de las elecciones del 7 de mayo, en las que la instancia constitucional de Chile queda con una mayoría republicana y de derecha. Es un mensaje de realismo político en el que el presidente empieza a delinear cuáles serán los caballitos de batalla por los que él espera que sea medida su gestión.