El poder de las regiones y la unidad nacional

Gustavo Petro es el primer presidente de la región Caribe en 125 años

Gustavo Petro habla durante un evento de cierre de campaña en Barranquilla, el 21 de mayo.Ricardo Maldonado Rozo (EFE)

Existen palabras mágicas. Esas que al pronunciarlas causan tanto agrado que al pasar el tiempo provoca evocarlas, dejarlas para siempre registradas en la memoria. Son voces que atrapan. Seducen. Conquistan. Enamoran. Sus sonidos tienen la capacidad de provocar grandes emociones, estimulan la imaginación, activan la esperanza y disipan eficazmente toda forma de temor.

Esas palabras son conectores del corazón con el cerebro, animando a la razón capaz de crear el poder incontenible de la fuerza colectiva. Una de ellas es Región. Todos pertenecemos a una en Colombia. Automáticamente ...

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Existen palabras mágicas. Esas que al pronunciarlas causan tanto agrado que al pasar el tiempo provoca evocarlas, dejarlas para siempre registradas en la memoria. Son voces que atrapan. Seducen. Conquistan. Enamoran. Sus sonidos tienen la capacidad de provocar grandes emociones, estimulan la imaginación, activan la esperanza y disipan eficazmente toda forma de temor.

Esas palabras son conectores del corazón con el cerebro, animando a la razón capaz de crear el poder incontenible de la fuerza colectiva. Una de ellas es Región. Todos pertenecemos a una en Colombia. Automáticamente se asocia con identidad, traduce pertenencia, enmarca origen. Las regiones describen lo que somos, lo que tenemos, lo que sabemos. Su virtud está determinada por el carácter de su gentilicio, la fortaleza de sus valores y el potencial de sus tradiciones.

Las regiones son el escenario perfecto de la diversidad, contienen el prisma de la pluralidad y nos enseñan cada día que las diferencias en lugar de ser limitaciones pueden ser el combustible de la integración. Una nación solo puede erigirse si reconoce la variedad regional que compone su territorio y a partir de ellas cohesiona su potencial individual a través de la unidad.

Otra palabra poderosa es unidad. Colombia es un país de regiones. Y como tal, el camino de la inclusión, el progreso, la idea de desarrollo y la superación de sus problemas, parte desde el rescate de la unidad nacional a partir de las ideas, el compromiso y la acción social de las comunidades regionales.

El pasado 19 de junio la ciudadanía le dio un mandato claro, contundente y determinante a Gustavo Petro al elegirlo con una votación sin precedentes en la historia electoral colombiana. Es el primer presidente de la Región Caribe en 125 años. Las palabras cambio, poder, región y unidad, contienen la potencia de un nuevo discurso que espera trascender de la idea a la realidad. De la intención a la realización.

Por primera vez gana una elección un líder de izquierda, con un resultado sorprendente. Histórico. Vivimos días especiales, diferentes. Soñados por muchos. Sobre todo, por nuestras dos generaciones anteriores, quienes resolvieron sus diferencias con guerras.

Triunfó el voto de opinión sobre las maquinarias. Esperemos que el presidente electo convoque efectivamente a la unidad nacional, trabaje por consolidar la sociedad, reconozca al otro y se pase en nuestro país de la mal acostumbrada política del insulto, de la violencia y del irrespeto, a la acción propositiva. Sobre todo, a concederle al opositor el reconocimiento de su valor, de sus virtudes y sus buenas acciones.

Es la hora de invocar la conciencia social nacional que genere el encuentro de voluntades para trabajar por Colombia. Rodearse de los mejores, pero sobre todo de buenas personas sin discriminación para gobernar. Eso, aunque parezca un ideal o una utopía, debe ser el reto y la agenda que le proponga la sociedad civil al nuevo mandatario de los colombianos.

Más temprano que tarde urge acabar con la polarización, el odio y la división en la que estamos. Pero este proceso electoral fue una fiesta de la democracia que debemos celebrar, tanto los que ganaron como los que no obtuvieron los objetivos propuestos, fortalecieron su dignidad y su coherencia.

El proceso de empalme del nuevo gobierno será concluyente, al igual que la configuración del Gabinete y los primeros cien días de Gobierno. Los cambios positivos generalmente incluyen una combinación de conservación con innovación. Caras nuevas, jóvenes, pero también rostros de buenas experiencias deben integrar un gobierno de unidad nacional que pretenda trabajar para resolver los principales problemas de los colombianos.

Siempre se ha planteado el dilema sobre si se debe gobernar con los amigos o con los mejores. Lo más sensato es que los amigos se rodeen de los mejores y que los mejores amigos sean también los mejores servidores. Una relación de apertura conecta automáticamente con la ciudadanía.

El respaldo de Bogotá, la Costa Atlántica, el Pacífico y la Amazonía, fueron determinantes. Todas son “Regiones” esenciales para Colombia. Sin embargo, incluir representatividad de aquellas zonas del país en las que no se ganó, ayudaría mucho a fomentar la legitimidad en el contexto nacional. Ojalá el personal técnico sea vinculado a través de convocatorias o de un proceso de selección, que involucre a la academia. Y principalmente que la idoneidad y la probidad estén marcadas por la solvencia moral en el ejercicio de las funciones públicas con formación profesional del máximo nivel.

Esta semana será clave y nos permitirá observar la capacidad de generar gobernanza estratégica del nuevo Gobierno. Los días que siguen mostrarán un poco cómo se aproximará a garantizar la gobernabilidad. Y si alejarán o no los fantasmas del miedo que experimenta todavía un alto sector de la población colombiana que está pendiente a la reacción del mercado.

Un Gobierno de unidad nacional tiene la posibilidad histórica de valorar el esfuerzo de sus electores, sus aliados y sus cercanos, pero a la vez puede fortalecer su talante democrático incluyendo otros sectores de la política y la sociedad civil. Los desafíos sociales de Colombia son inmensos y la consigna debería ser: Inclusión sin exclusión. En este tiempo están más vigentes las palabras de Simón Bolívar: “La unión debe salvarnos, como nos destruirá la división si llega a introducirse entre nosotros”. Al igual que la voz de Francisco de Paula Santander: “La moderación, la tolerancia y la justicia rigen el corazón y desarman el descontento”. Ellos, aunque no pudieron cimentar el poder de la unidad, ni activar la capacidad de la región, entendieron la magia de las palabras y legaron un sueño de República que aún espera escribir las mejores páginas de su historia: Es la hora de las regiones para conseguir la unidad nacional. Una tarea que quedó pendiente hace muchas décadas.

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