El dilema estratégico de Gustavo Petro

Cada vez que el izquierdista ha apostado por animar a los propios, provoca una reacción entre los ajenos lo suficientemente fuerte como para rebajar hasta anular cualquier crecimiento

Gustavo Petro, candidato presidencial por el Pacto Histórico.LUISA GONZALEZ (REUTERS)

En una campaña política cada acción provoca una reacción, especialmente si es apretada, como indicaba el empate técnico entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro que aparecía en la foto de las últimas encuestas publicadas. Cuando un candidato sube la temperatura dialéctica buscando movilizar a los propios, también provocará que se voltee hacia él la atención de los ajenos. Cualquier ataque es una oportunidad para reforzar la defensa, y el contraataque. Y cualquier señ...

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En una campaña política cada acción provoca una reacción, especialmente si es apretada, como indicaba el empate técnico entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro que aparecía en la foto de las últimas encuestas publicadas. Cuando un candidato sube la temperatura dialéctica buscando movilizar a los propios, también provocará que se voltee hacia él la atención de los ajenos. Cualquier ataque es una oportunidad para reforzar la defensa, y el contraataque. Y cualquier señal de crecimiento por un lado sirve como incentivo para que el otro también aumente a partir de indecisos que pasan a estarlo menos. Esta paradoja afecta en Colombia, con especial intensidad a Petro.

El izquierdista logró en la primera vuelta superar en 500.000 votos lo que ya sacó en la segunda de 2018. La hazaña de los ocho millones y medio es inusitada para alguien que viene de ese extremo específico del espectro, uno que nunca ha estado siquiera cerca del poder ejecutivo colombiano. Petro y su campaña han puesto el motor de la movilización a máxima potencia. Gracias a eso es muy probable que supere los nueve millones en la segunda vuelta de 2022, y ya algunos analistas especulan con pasar la barrera de los diez. Pero es precisamente esta sensación de que Petro tiene una buena oportunidad de alcanzar la presidencia su peor enemigo. Muchos que dudaban sí valía la pena apoyar a un candidato tan heterodoxo (por decir menos) como Hernández, sin plan ni ideología definida, se podrían terminar de convencer por simple polarización afectiva resumida en un eslogan que circula desde el pasado 29 de mayo: “cualquiera menos Petro”.

Ante esta situación, Petro ha tenido que desarrollar una campaña de segunda vuelta de tono intermedio, de menor volumen que la que en primera vuelta trató (sin éxito) de ponerle por encima del 50% que habría necesitado para ahorrarse la segunda. Probablemente, tanto él como sus estrategas anticipaban que ese “cualquiera menos Petro” funcionaría mucho mejor con solo dos candidatos, y que en este escenario ganaría fuerza paradoja de la movilización en contra cada vez que se intenta animar a aquellos que están a favor.

Efectivamente, el mapa electoral colombiano de primera vuelta indica que este riesgo no es nada despreciable. Podemos aproximar los municipios con más margen de movilización con una sencilla fórmula que mezcle a los abstencionistas con los votantes por otros candidatos distintos a los que lograron el pase a segunda vuelta, y asegurando también que en ese lugar la participación ha estado por debajo de la observada en 2018. De la combinación de todos ellos nos resulta una especie de termómetro aproximado que divide a los municipios colombianos según lo que uno pueda esperar que suba la participación en segunda vuelta. El foco queda en Antioquia, tierra tradicionalmente conservadora, y por tanto poco interesante para Petro. Pero sí para Rodolfo Hernández, quien de hecho necesita apoyos de la derecha (post)uribista para ganar.

Hay otro núcleo más interesante para Petro hacia el norte, antes de tocar en el mar Caribe. Aquí dispondría de un potencial sin duda mayor, pero no tan nítido como el que tendría si fueran las ciudades y el Pacífico los lugares con más margen de añadir movilización.

Y, efectivamente, cuando uno traslada estos datos a una correlación con el voto del candidato derrotado (con 5 millones de votos en su haber pese a todo) del que menos podría sacar Petro, ‘Fico’ Gutiérrez, resulta que a mayor fue el porcentaje conservador en primera vuelta, más potencial hay de movilización.

El margen de arrancar nuevos votos está por tanto en Rodolfo, no en Petro. Por eso el dilema es para el segundo y no tanto para el primero, que podría haberse permitido una confrontación mayor porque los réditos que tenía que obtener de la paradoja de la doble movilización eran, sobre el papel, más grandes. Para Petro la campaña aparecía como un campo de minas dialécticas que tenía que sortear para evitar que, al hacer explotar una, explotaran el resto, poniendo a Rodolfo en su máximo potencial: los 11 millones de votos que sumaría si de sus 6 en primera vuelta no perdiera ninguno, y de los 5 de ‘Fico’ se quedara con todos. Así, el dato clave de estas elecciones será la participación. Y esta vez cabe suponer que, a más alta sea, peor para la izquierda.

Es por esto que la elección del domingo 19 de junio la ganará o perderá Rodolfo Hernández, más que Gustavo Petro. Aún está por ver en qué nivel específico del conteo se parará su motor electoral, pero independientemente de simpatías o antipatías lo que parece claro es que ha maximizado las posibilidades de las que partía, entendiendo que un acelerón aún mayor habría provocado una reacción electoralmente inasumible en el bando rival en virtud de la polarización. El domingo por la noche sabremos si mantuvo el equilibrio o, finalmente, sí le echó demasiada gasolina a su campaña.

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