Rodolfo Hernández, el candidato de los 100 millones de dólares
El empresario ha amasado una fortuna con su constructora HG, pero sobre todo como prestamista de vivienda. Tiene propiedades en Santander, Atlántico y una sociedad en La Florida
Rodolfo Hernández es millonario y le gusta que todo el mundo lo sepa. Habla de sus propiedades abiertamente, cuenta que hasta hace poco tenía al menos cinco en Miami y que acaba de comprar un apartamento en Bogotá porque si gana la Presidencia no le gustaría vivir en la Casa de Nariño. Ser un magnate en un país como Colombia le ha servido para ganar respaldo en su carrera presidencial. “Qué necesidad tenía siendo un ho...
Rodolfo Hernández es millonario y le gusta que todo el mundo lo sepa. Habla de sus propiedades abiertamente, cuenta que hasta hace poco tenía al menos cinco en Miami y que acaba de comprar un apartamento en Bogotá porque si gana la Presidencia no le gustaría vivir en la Casa de Nariño. Ser un magnate en un país como Colombia le ha servido para ganar respaldo en su carrera presidencial. “Qué necesidad tenía siendo un hombre tan rico”, le decía su mamá, la ya famosa Cecilia Suárez, ante su idea de querer ser presidente. A doña Cecilia le heredó su explosivo carácter y ser un “trabajador incansable”, suele decir él. Sus votantes hablan de su éxito empresarial como un valor. “Un político millonario no va a robar”, decía tras la primera vuelta electoral un votante suyo en Yopal.
La fortuna de Rodolfo Hernández, de 77 años, es de 100 millones de dólares, según él mismo ha reconocido. El 70% está invertida en tierra y el 30% se mueve en la financiación de los proyectos de vivienda que construye y vende, dijo en una entrevista a la revista Bocas. Hernández fundó la empresa que hoy se conoce como HG, tras ser despedido, a inicios de los años setenta, de la Secretaría de Obras Públicas de la Gobernación de Santander, en cabeza de Jaime Trillos. En 1972, se asoció con Guillermo Gómez y Abelardo Serrano, dos comerciantes amigos suyos que vivían, como él, en Piedecuesta, y crearon la constructora HGS. Al poco tiempo, Serrano se retiró de la sociedad y esta quedó como HG. Gómez murió tres años después, pero Hernández mantuvo el nombre, que se terminó convirtiendo en su marca. Nadie que haya vivido en Santander no ha escuchado hablar alguna vez de HG.
El nombre de Rodolfo Hernández se asocia sobre todo al desarrollo urbanístico de su natal Piedecuesta. “Era un pueblito encerrado y él la convirtió en ciudad. En aquella época no teníamos la doble calzada, solo una carreterita, hacer inversión allí en era una proeza y él se atrevió”, recordaba a este diario el exgobernador Miguel Arenas, que dice que el ahora candidato aprovechó su buena fama en el pueblo para expandir su prestigio a Bucaramanga y hacer crecer sus finanzas. “Allá cambió los estilos de construcción, llevó fachadas modernas, diferentes”, recordaba Arenas.
Su camino en la industria inmobiliaria se tropezó con la crisis financiera de los noventa, que se llevó por delante a bancos, y corporaciones de ahorro y vivienda. Según él ha contado, en esa época alcanzó a tener hasta 1.500 viviendas construidas, pero sin comprador. A Hernández se le ocurrió ofrecer él mismo los créditos y hacer de banco. Fue entonces cuando empezó con su proyecto Plan 100. Asesorado por un par de argentinos que lo acompañaron hasta el inicio de su campaña presidencial, en 1994 empezaron a prestarle dinero a personas de bajos recursos. HG pedía la cuota inicial, el 20%, y el resto lo financiaban a 30 años con una tasa de interés fija, que no siempre se cumplió. “El mejor negocio de la vida es prestar plata, así sea a tasa bajitica”, ha dicho sin reparos Rodolfo Hernández, que ha repetido varias veces que el mejor consejo que recibió de su abuela lo ha aplicado a lo largo de toda su vida: “Trabaja con el pobre y te harás rico”.
El ‘prestamista’ de las viviendas
Hernández empezó a cobrar como un banco. De día y de noche. Cualquier día a la semana. De acuerdo con diversas fuentes en Bucaramanga, la clave de la fortuna de Hernández es que no solo construye, sino que se convirtió en el prestamista de las viviendas de miles de familias que anhelan tener casa propia. “Yo cojo las hipotecas, esa es la vaca de leche. Imagínese unos 15 años un hombrecito pagándome intereses. Eso es una delicia”, se la ha escuchado decir en un audio.
HG da créditos a tasas de interés similares a las de los bancos y facilita los trámites a los futuros compradores. A los clientes les ofrecen “un crédito hipotecario de libre inversión” y les presta “sobre su garantía de pago de la deuda”. Una persona que creyó en su proyecto cuenta a este diario cómo lo que parecía una promesa de buenas intenciones terminó siendo una pesadilla, peor que si estuviera tratando con un banco. En 1995, HG entregó unas casas en Girón, en la zona metropolitana de Bucaramanga. Eran casas de interés social, a las que accedían con una cuota inicial, que le entregan en efectivo y en la mano al propio Hernández, y con el compromiso de pagar el resto a cuotas, que mantendrían un único valor. Serían muchísimos años pagándolas. A algunos les costó cumplir con ese pago mensual y terminaron perdiendo las casas y quedaron en la calle. Las viviendas volvían a manos de Hernández mejor de lo que las había entregado. El candidato y su empresa tienen, según información pública de la Rama Judicial, demandas contra decenas de familias en Bucaramanga para ejecutar procesos de hipotecas por impago.
Hernández ha dicho en distintas entrevistas que clave de su fortuna han sido los pobres. “Mi abuela Lola que era analfabeta y fue quien me crio, me dijo una cosa que nunca se me olvida: ‘Si quieres ser rico, trabaja con el pobre. Porque pobres hay muchos. Hágales productos de alta calidad, al precio justo, gáneles poquitico y la sumatoria de todos esos poquiticos, lo vuelve rico’. La verdad, le hice caso. Y estos 52 años me he dedicado a eso”, dijo recientemente en una entrevista con Alexander Torrenegra, CEO de Torre.co. También le había dicho algo similar a la revista Semana. “A los ricos les va mejor cuando los pobres tienen plata en el bolsillo. Los ricos son los que arman la oferta de bienes y servicios. Los pobres son consumidores”.
El candidato habla mucho de tierras, hace chistes con el sobreprecio con el que vendía lotes. En una reunión con su equipo en la Alcaldía de Bucaramanga cuenta como anécdota que su constructora “atracaba” con los precios con los que negociaba terrenos. Hernández dice que los lotes “nunca envejecen”, que son la mejor inversión porque no pierden valor. “La tierra todos los días vale más por las plusvalías que genera el mismo Estado sobre el lote. Y lo que hagan los vecinos, todo lo que trabajen los demás, se lo gana el lote, que además tiene otra ventaja: nunca es viejo. Este apartamento empieza a tener edad, pero la tierra no. Nadie le pregunta: ‘Hola, ¿y cuántos años tiene ese lote?’”, dijo a la Revista Bocas.
La tierra, sobre lo que ha girado la historia de Colombia, para Hernández solo es un negocio rentable. “Yo financio los edificitos que hago y yo cojo las hipotecas, esa es la vaca de leche”.
Sus impuestos
A Rodolfo Hernández le gusta hablar de su dinero. Es un millonario que bromea diciendo que es un rico en Bucaramanga, un limosnero en Bogotá y más limosnero en Nueva York. Con una fortuna como la que ha reconocido tener, han surgido preguntas sobre cuánto son sus impuestos. Hernández, que no ha hecho pública su declaración de renta, ha dicho que paga 20 millones de pesos al día (unos 5.150 dólares). Las finanzas de su empresa, HG, están en manos de su esposa Socorro Oliveros. “Ella ahorra todo, tiene un sentido para la racionalización del gasto. Yo soy más suelto. Ella es la que lleva la plata y dice: ‘Aquí tengo esta suma, pero le doy tanto’. Es terrible para el que vende, pero es muy bueno para la empresa”, ha dicho el candidato sobre el trabajo de Oliveros.
Hernández dice que desde 1994 no pisa un banco. Asegura que canceló “todo” y decidió trabajar con capital propio. En Colombia, donde las constructoras dependen de los bancos para poner la primera piedra de sus proyectos, el negocio de Hernández es una excepción. El mismo financia las obras y lo que pone de su bolsillo lo recupera con los préstamos a quienes quieren adquirir sus viviendas y que durante muchos años, mes a mes, le pagan una cuota.
El candidato y su familia son dueños de seis empresas y de más 370 propiedades entre lotes, apartamentos y locales, según una investigación de La Silla Vacía. En La Florida son poseedores de la sociedad HG Constructora LLG, que se creó en 2019 bajo la dirección de Oliveros y Luis Carlos Hernández, el hijo que quiso cobrar una millonaria comisión por conseguir un contrato de transformación de basuras.
“Uno no se quiebra de vivir bien, sino de hacer negocios pendejos. Me he dedicado a hacerle, más que todo, vivienda al pobre y yo ahora tengo la capacidad de financiar hasta 20 años a mis compradores, más barato que cualquier banco en Colombia. No les pido papeles, lo único que pido es la cédula de ciudadanía”, contó Hernández en una entrevista con Semana, al recordar cómo se hizo millonario. El magnate de la construcción comprobará este domingo si ofrecer casas y pensar Colombia como si fuera una empresa le funcionará para llegar a la Presidencia.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.