La nueva estrategia de Gustavo Petro: la búsqueda del votante moderado

El candidato de izquierdas apuesta ahora por identificarse con el cambio sensato frente al populismo antisistema de Rodolfo Hernández

Un hombre hace un gesto de apoyo frente a carteles del candidato Gustavo Petro en las calles de Bogotá.Diego Cuevas

Gustavo Petro ha monopolizado la palabra cambio en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Sus críticos contrargumentaban que lo suyo era más bien un salto al vacío para la historia de Colombia, donde ningún gobierno progresista ha estado al mando. Sin embargo, los resultados del domingo han dejado un nuevo escenario para la segunda vuelta. Frente a Rodolfo Hernández, un empresario de 77 años que recibió la buena no...

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Gustavo Petro ha monopolizado la palabra cambio en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Sus críticos contrargumentaban que lo suyo era más bien un salto al vacío para la historia de Colombia, donde ningún gobierno progresista ha estado al mando. Sin embargo, los resultados del domingo han dejado un nuevo escenario para la segunda vuelta. Frente a Rodolfo Hernández, un empresario de 77 años que recibió la buena noticia de su segundo puesto en la cocina de su casa, Petro representa, según sus estrategas, un cambio “moderado y sensato”. Un político nunca sabe lo que le espera a la vuelta de la esquina.

El candidato de izquierdas ha sumado ocho millones y medio de votos, el 40% del total. Calcula que necesitará al menos un millón y medio más para asegurarse la victoria en la segunda votación. Para ello, tratará de robarle los electores de última hora de Hernández (los impulsivos), movilizar a los abstencionistas y sumar el mayor número de votantes del centro que hasta ahora le miraban con cierto desdén. Las élites intelectuales iban con Sergio Fajardo, el candidato moderado, y las empresariales con Fico Gutiérrez, el de la derecha, pero los dos se han quedado por el camino. Las minorías acomodadas ya no ponen presidentes, como ocurría en el pasado, aunque pueden echar una mano. Petro quiere dirigirse ahora directamente a ellas porque está convencido de que Hernández, un populista que ha declarado su admiración por Hitler (aunque luego rectificó), representa un verdadero peligro para el país.

Queda por ver cómo Petro se amolda a este nuevo papel. Hasta ahora él siempre ha sido el outsider, el que ha caminado por los bordes. Comenzó a ser un personaje político relevante en torno al año 2000, cuando Álvaro Uribe se convirtió en un auténtico fenómeno sociocultural que arrasó en las urnas. El conservadurismo llegó para quedarse las siguientes dos décadas. Petro y los que pensaban como él se convirtieron en opositores que podían optar a alcaldías, como él mismo en Bogotá, pero que difícilmente podían pensar en la presidencia. Desaparecidos en estas elecciones los candidatos de la derecha, han quedado Petro y Hernández, esta segunda una opción contradictoria por tratarse de un constructor millonario que se declara antisistema. De repente, el exguerrillero puede ser la opción más conservadora, según sus analistas, al tratarse de un político de carrera que ha pasado media vida en el Congreso.

Estancado en el 40%

Petro llegó a creer que podía vencer en primera vuelta. Perdió la ilusión en la última semana, al verse estancado en un 40% de intención de voto. Le faltaban algo más de 10 puntos. La suma de votos de Fico y Hernández le superan, de ahí que se haya instalado cierta sensación de que ahora parte en desventaja. Con los datos en la mano, sus asesores no son pesimistas. Ha sido el candidato con mayor cantidad de votos absolutos en primera vuelta de la historia. Logró 3,6 millones más que en la primera vuelta de 2018 y casi 500.000 más que en segunda vuelta de hace cuatro años. Nadie que haya obtenido un resultado parecido ha sido derrotado en segunda vuelta, pero es verdad que esas cifras se aplicaban cuando los partidos políticos tradicionales contaban y todo era más previsible. Hernández ha fiado gran parte de su campaña a TikTok.

Puesto de periódicos en Bogotá con las portadas que informan de que la segunda vuelta presidencial será entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández.YURI CORTEZ (AFP)

La estrategia de la campaña de Petro pasa por buscar desde ya a los minoritarios. Fajardo sacó un resultado muy bajo (4,2%) pero junto a otro candidato desconocido como Luis Pérez suman 1,2 millones devotos. Para atraerlos, su idea es sumar perfiles como el de Alejandro Gaviria, un exrector universitario de gran calado intelectual que fracasó en las primarias del centro, o el José Antonio Ocampo, un prestigioso economista en cuyas manos quiere dejar la parte económica de la nación. El propio Fajardo, de quien Petro tiene una buena opinión, podría ser otra opción incluso para integrar un hipotético Gobierno. Pero parece que el sentimiento no es mutuo y que Fajardo apoyará a Hernández —ya coquetearon anteriormente— o se abstendrá, como hizo hace cuatro años y allanó la victoria a Iván Duque. Dijo que se iría a ver las ballenas después de la primera vuelta y esa expresión se ha convertido en una metáfora de no tomar partido.

Para superar el umbral de los ocho millones de votos, Petro tendrá que movilizar a un electorado apático. El domingo solo votó el 54% del padrón electoral. Hay una gran parte de la población desencantada por el funcionamiento de la democracia y la situación económica del país. Esa insatisfacción tomó cuerpo en las protestas del año pasado, que paralizaron partes del país durante meses. Fico, la opción de Duque, nació condenada al fracaso desde el inicio, no porque él fuera un mal candidato, sino porque lo que representaba había perdido credibilidad.

Derrotadas las opciones tradicionales, las que quedan sobre la mesa representan el cambio. El asunto es qué tipo de cambio. Petro ha conseguido canalizar parte de ese descontento que surgió en las protestas, pero no todo. Si no ya habría ganado en esta primera vuelta. Tiene el reto de ensanchar su base de votantes, en el centro e incluso entre los liberales. No dudó en ponerlos en una dicotomía conveniente para él la misma noche de los resultados electorales: “Hay cambios que no son cambios, son suicidios. ¿Qué queremos, cambio o suicidio?”.

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