Un sistema financiero en revisión
Se acaba el tiempo. Los mercados financieros vuelven a estar nerviosos por la crisis irlandesa y exigen realidades y no promesas. Quieren ver que la reforma de las cajas de ahorros españolas es una realidad. Es decir, que se utilizan las ayudas públicas para cerrar oficinas y reducir plantillas.
El Banco de España ya lanzó el mes pasado su advertencia sobre que la guerra de los depósitos en la que ha entrado la banca debería ir acompañada de una reducción de costes. La carrera por captar el ahorro de los clientes ha llevado a bancos y cajas a ofrecer desde el 4% al 4,75% a un año, más del doble que el 1,85% que ofrecen las Letras del Tesoro.
A pesar de que estaba sentado junto a Rodrigo Rato, presidente de Caja Madrid y el dirigente más importante del entorno del PP en el proceso de fusión y recapitalización de las cajas de ahorros, Mariano Rajoy lanzó ayer duras críticas al sector financiero, y especialmente al de las cajas, por su gestión y sus errores con el ladrillo.
Problemas en la deuda soberana de la UE
La indecisión de Irlanda para pedir ayuda a la Unión Europea para resolver sus problemas financieros está provocando serias turbulencias en la zona euro. El clima de incertidumbre está contagiando a Portugal, cuyo ministro de Finanzas, Fernando Teixeira dos Santos, reconoció ayer que existía un "riesgo elevado" de que su país tuviera que pedir ayuda financiera exterior.
Primero fue Grecia. La presión de los mercados sobre su deuda le llevó a pedir el fondo de rescate europeo. Ahora la víctima es Irlanda. Portugal ya se ve en esa lista. Y el cuarto, en discordia, con una prima de riesgo muy alejada de la del trío anterior, es España, que hace denodados esfuerzos para que los mercados se olviden de ella.
Acabado el boom inmobiliario, los profesionales centrarán los esfuerzos de la lucha contra el fraude en 2011. Hacienda pondrá en marcha un plan para controlar mejor estas rentas, provenientes en su mayoría de colectivos como médicos o abogados que trabajan de forma autónoma y más difíciles de rastrear que los salarios.