Los caballos también quieren sombra
Carlos Lorente refrescaba ayer por la tarde a su caballo echándole agua en el lomo con un trapo. Eran las cinco y la escena ocurría a los pies de la Giralda de Sevilla. El animal resoplaba al sol porque su dueño debía guardar la poca sombra que proyectaba un naranjo para los asientos, donde, en caso de que hubiera negocio, debían sentarse los turistas.