Oxford también tiene un precio
Gran Bretaña entera pareció ayer palidecer por un instante al derrumbarse uno de sus más asentados mitos: que ni todo el oro del mundo pueda comprar una plaza en Oxford. Ha bastado un periodista travestido de generoso banquero para descubrir que una buena donación es la mejor vaselina para suavizar las dudas académicas y conseguir que un estudiante vulgar penetre en el Olimpo de la sabiduría británica.