GREGORIO BELINCHÓN
Bert Schneider tenía un olfato especial. Con él adivinó que los cambios sociales de los años sesenta llegarían al cine, y como productor levantó un puñado de títulos relevantes a finales de esa década y principios de la siguiente. No solo eso, sino que provocó un terremoto ideológico en los Oscar de 1975, que hizo que el viejo Hollywood estallara de cólera y el nuevo mirara con desprecio a gente como Bob Hope o Frank Sinatra.
JONATHAN ALLEN
Fallecía el domingo pasado Václav Havel, el primer presidente de la Checoslovaquia postsoviética, dramaturgo, ensayista y al final de su vida humanista de un modo y una manera que están desapareciendo. Sin querer serlo, Havel se convirtió en presidente; sin querer serlo o proponérselo claramente, se hizo disidente, y sin desearlo y apurado se vio contestando entrevistas y cediendo un tiempo precioso a la política.
ÁNGEL SÁNCHEZ HARGUINDEY
Todo lo que se diga en una necrológica nada significa para el difunto y sin embargo se escriben centenares, quizá miles, cada día. No es el destinatario quien la justifica sino todos los demás, desde el que la firma hasta el que la lee. Las razones para lo uno y para los otros son muchas y variadas: desde la posible vanidad del autor, deseoso de mostrar sus conocimientos, hasta una cierta mala conciencia de no haberle dicho en vida lo que se escribirá tras su muerte y, por supuesto, un punto de curiosidad.