El lema de la manifestación era "la última oportunidad". Si eso fuera cierto, la oportunidad se perdió. La plaza cairota de Tahrir se llenó con decenas de miles de personas, pero la protesta no desbordó sobre el resto de la ciudad como ocurrió en las grandes ocasiones de enero y febrero.
"No entiendo nada de política, pero mi hijo me dijo que pusiera dos veces la cruz en la rosa y es lo que he hecho". Jadiya, septuagenaria, se disculpa con una sonrisa de no poder dar más explicaciones sobre el voto que depositó, sin saberlo, hace unos minutos en la urna a favor de los socialistas marroquíes en el colegio electoral de los Udayas, en el centro de Rabat.
Horas antes del arranque de las votaciones en Marruecos, el rey Mohamed VI recibía una nueva muestra del apoyo que le brindan las monarquías del golfo Pérsico. El soberano asistió en Rabat, junto al emir de Catar, jeque Bin Jalifa Al Thani; el príncipe heredero de Abu Dabi y el ministro de Finanzas de Kuwait, a la firma de un acuerdo para canalizar en los próximos años inversiones por valor de 2.000 millones de euros en el sector turístico marroquí, el que genera más empleos.
El régimen sirio ignoró ayer el plazo de la Liga Árabe para que ponga fin a la represión de las manifestaciones antigubernamentales y acepte la presencia de observadores en su territorio. Para el Gobierno de Damasco, que atribuye las protestas a "terroristas y bandas armadas", la exigencia de la Liga constituye un "atentado contra la independencia y la soberanía nacional".
JOSÉ FERNÁNDEZ-ALBERTOS
Los líderes europeos piden una mayor unión para salir de la crisis, pero la opinión pública desconfía cada vez más de las instituciones comunes