"¿Jubilarme? Yo solo me jubilaré cuando me llame el de arriba"
B.B. King no toca con los dedos sino con los surcos de su cara. Marcado por el tiempo, cada vez que estira una cuerda o rasguea los melancólicos acordes menores del blues, su rostro se estremece, se deforma, se amplía, se despliega. Cierra los ojos, ensancha la boca, arquea las cejas con los síntomas patológicos del blues: la música más auténtica y con más verdad del mundo, junto al flamenco.