"Mi deber ahora es ejercer de viuda"
Viste de negro. Habla en voz baja. Sonríe de forma dulce. Parece tímida. No lo es. Cada vez que el camarero le retira un plato se vuelve hacia él y le susurra: "Gracias, estaba exquisito". Marina Litvinenko, de 34 años, arrastra una historia espeluznante.