400 crímenes sin castigo
FRANCISCO PEREGIL | Madrid
Alejandra García Andrade salió el 14 de febrero de 2001 de casa a las seis de la mañana en dirección al trabajo. Le pidió dinero a su madre para el autobús. Trabajaba para una empresa maquiladora (de las que importan materias primas para tratarlas y exportarlas) en Ciudad Juárez, población mexicana de dos millones de habitantes fronteriza con Estados Unidos, en el Estado desértico de Chihuahua.