Deberes pendientes
ISABEL FERRER | La Haya
Gijs van Dam, hijo de un conocido traficante holandés de hachís, sabía que tenía los días contados. En 2002, una ráfaga de balas le dejó paralítico y sin un ojo. Hace dos semanas, unos tiros más certeros acabaron con su vida. Tenía 37 años. Su caso es de momento el último de una larga lista de ajustes de cuentas entre hampones que, apenas unos días antes, sumaba otro caído, Willem Endstra.