ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS, ENVIADO ESPECIAL | Cannes
Con el triunfo del esplendor clásico que brota incontenible de las imágenes de El pianista, obra cumbre del cineasta polaco Roman Polanski, que en ella vuelve a sus raíces, se cerró anoche esta edición del festival de la Costa Azul. Fue una buena edición, porque escoltan al filme ganador nombres de cineastas y títulos de películas de gran alcance y belleza.
La Kunsthalle de Viena dedica, hasta el 25 de agosto, una exposición a un género casi olvidado, pero todavía vigente: los así llamados Cuadros vivos (Tableaux vivants), que reproducen pinturas en escenas con personajes reales.
Destacados pensadores y creadores españoles y franceses (Víctor Erice, Román Gubern, Serge Halimi, Phillippe Lacoue-Labarthe, Alain Bergala o Jean Douchet) van a reflexionar, entre el martes y el jueves, en Madrid, Bilbao y Valencia sobre Las caras de la imagen, un concepto abierto y moderno que se mueve entre la seducción y el control, entre el arte y la psiquiatría.