La Navidad pierde su carácter festivo: el temor al ICE ensombrece la celebración religiosa para los migrantes
Ni posadas, ni procesiones: las iglesias cambian las tradiciones de esta época para evitar las detenciones de los feligreses. Los templos protestan con belenes
En la iglesia episcopal de San Mateo, en Hyattsvile, Maryland, esta Navidad no se parece a las de siempre. Las posadas, tradicional celebración de los países latinos en la que se recrea que recrea la búsqueda de alojamiento de María y José antes del nacimiento de Jesús, no podrá realizarse en el exterior, como siempre se ha hecho. El evento, que incluye comida y cantos en un ambiente festivo, estará por primera vez oculto para los transeúntes. “Las haremos dentro de las casas, no podemos hacer nada afuera”, se lamenta el padre Vidal Rivas. La razón es que afuera acechan los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por las siglas en inglés). En un barrio donde abundan los migrantes de origen hispano, las incursiones del ICE o la amenaza de que aparezcan ya ha dejado cicatrices.
Rivas ha presenciado los estragos de la campaña contra los migrantes lanzada por la Administración de Donald Trump entre sus feligreses. “La gente sigue con mucho miedo y en una semana se autodeportaron 13 personas de nuestra iglesia”, afirma. Tres más fueron deportados por las autoridades federales y varios se encuentran detenidos en centros del ICE.
Siguiendo las nuevas reglas autoimpuestas de no realizar ninguna actividad puertas afuera, la tradicional procesión de la Virgen de Guadalupe, que debía haberse celebrado el miércoles pasado, fue cancelada. En el servicio a la Inmaculada Concepción que se llevó a cabo el lunes solo parecieron 60 personas, la mitad de lo que el padre Vidal esperaba. “Las celebraciones de la Navidad solían ser alegres y había mayor participación. Ahora solo viene un 40% de la gente que acudía antes”.
Hasta que Trump regresó a la Casa Blanca en enero, las iglesias, al igual que los hospitales y las escuelas, eran considerados “lugares sensibles”, lo que significaba que estaban protegidos frente a las redadas de los agentes migratorios. Nada más ocupar el Despacho Oval, sin embargo, el republicano levantó el veto para que no haya ningún lugar al que el ICE no pueda acceder. Desde entonces, cuando el padre Rivas celebra sus servicios, hay personas, siempre estadounidenses, plantadas en el aparcamiento y afuera de la iglesia. Vigilan la llegada de los agentes para alertar si se va a producir una redada.
“La Nochebuena y el Día de Navidad son fechas muy importantes, días festivos en los que la gente acude a los templos. A muchas personas les preocupa esta época del año y si podrán asistir a sus lugares de culto con seguridad. Al fin y al cabo, tienen que bajarse del autobús o del coche, caminar por la acera y entrar en la iglesia. La gente está intentando decidir si asistirá a los servicios religiosos este año, si podrá participar en las celebraciones de la misma manera que lo hace habitualmente durante estas fechas. Es una situación muy complicada”, opina el obispo Dwayne Royster, director ejecutivo de Faith in Action, una red de más de 1.000 congregaciones religiosas de diferentes cultos de todo el país.
En su opinión, mucha gente optará por seguir los servicios de forma virtual, allá donde se celebren así. Desde que se levantó el veto a las detenciones en los lugares sensibles, muchas iglesias han facilitado esta modalidad. La falta del ambiente comunitario que crea el templo, sin embargo, desincentiva a muchos. El padre Rivas intentó dar las clases de catecismo de forma virtual e incluso misas, pero casi nadie participó. “Si siguiéramos haciendo las misas en línea, quebrábamos”, subrayó.
Los templos buscan maneras de protegerse ante las redadas del ICE. En algunas, la vigilancia se realiza desde fuera; en otras, los feligreses se turnan para hacer guardia frente a las ventanas durante el servicio. Las hay que piden a los fieles que son estadounidenses que acudan a los actos, para que la raza de los participantes pase más desapercibida. “Es increíble la fe que la gente tiene, porque ahorita la decisión de ir a celebrar a la iglesia es una decisión de alto riesgo, no solamente como inmigrante, pero como latino”, apunta el pastor Julio Hernández, que dirige The Congregation Action Network, una red que organiza iglesias católicas y protestantes en el área de Washington D. C., Maryland y Virginia.
“Se siente mucho la sombra de la amenaza (de las detenciones). No solamente en el humor para las celebraciones de la Navidad, sino también en la pobreza, porque ahora los trabajos están disminuyendo”, afirma. “Conocemos a una madre soltera que antes trabajaba jornada completa en un restaurante y le han recortado las horas a la mitad, porque la gente no está yendo a comer. La comunidad tiene menos recursos para celebrar”, agrega.
La ofensiva migratoria de la Administración ha encontrado duras críticas en las comunidades de fe. El papa León XIV, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos y clérigos de diversas tradiciones religiosas se han pronunciado en contra de la agenda migratoria del Gobierno. Varias iglesias han protestado por medio de los belenes que suelen decorar los templos en esta época del año.
Así lo hizo una iglesia en Optimist Park, en Charlotte, la ciudad de Carolina del Norte a la que Trump envió a la Patrulla Fronteriza el mes pasado para reforzar las detenciones de migrantes. En el belén que ha expuesto esta semana, agentes de inmigración enmascarados, con chalecos antibalas y esposas en mano, se mezclan con las figuras de Jesús, María y José. El pastor de la iglesia afirmó que el objetivo es mostrar el miedo que muchas familias migrantes sintieron tras las recientes detenciones. “El objetivo es perturbar, hacer que la gente sienta algo”, ha declarado el reverendo Andrew Shipley. “Lo que les ha estado sucediendo a las familias de Charlotte es perturbador, impactante y horrible”.
Las escenas de belenes con mensajes de denuncia se han producido en varios lugares del país. Los feligreses de la parroquia católica de Santa Susana en Dedham, Massachusetts, montaron un nacimiento en el que en el lugar que correspondería a María, José y el Niño Jesús hay un letrero que dice “El ICE estuvo aquí”. El pesebre está coronado por un cartel en el que se lee: “¿Paz en la tierra?”. La archidiócesis de Boston pidió su retirada, pero el reverendo Stephen Josoma se negó a hacerlo, argumentando que cada año destacan problemáticas sociales de la vida contemporánea. “Sabemos que Jesús nació bajo la ocupación del Imperio Romano y que casi de inmediato se convirtió en refugiado en Egipto, teniendo que huir y enfrentándose a la violencia política. Así que debemos preguntarnos: ¿cómo sería si Jesús naciera aquí hoy?”, dijo.
También provocador es el belén expuesto en la iglesia bautista de Lake Street en Evanston, en Illinois, donde María y José aparecen con máscaras de gas. El reverendo Michael Woolf quiso denunciar así el uso de gases lacrimógenos que los agentes migratorios emplearon contra los manifestantes que protestaban en Chicago contra las pésimas condiciones en que mantienen a los detenidos.
El paralelismo entre la historia bíblica del nacimiento de Jesús de Nazaret y la realidad de los migrantes en Estados Unidos marcará los sermones de muchas de las iglesias en esta Navidad. “Cuando pensamos en la historia de un bebé que nació y que, con el tiempo, tuvo que huir de su país de origen por motivos de seguridad para ir a un país extranjero, esa es una historia familiar para muchos de nuestros hermanos inmigrantes en todo el país”, opina Royster. “Y, sin embargo, incluso ahora se sienten amenazados en el lugar que se suponía que sería su refugio, temiendo ser torturados, detenidos o deportados en este país, que era precisamente el lugar donde debían encontrar seguridad”.