Antonio Tijerino: “Un joven con una laptop puede alcanzar a más personas en un segundo que Gandhi o Martin Luther King en su vida”
El presidente de la Fundación de la Herencia Hispana insiste en la urgencia de empoderar a las nuevas generaciones hispanas en Estados Unidos
A José Antonio Tijerino (Managua, Nicaragua, 61 años), presidente y CEO de la Fundación de la Herencia Hispana (HHF), se le ilumina el rostro cuando pronuncia el nombre del beisbolista Roberto Clemente. No es casual. Para él, el puertorriqueño —también migrante en Estados Unidos y uno de los atletas más admirados de la historia— es un referente moral. Murió en 1972 cuando intentaba llevar ayuda humanitaria a los nicaragüenses afectados por el terremoto en Managua. “Ese gesto lo convirtió en mi héroe para siempre”, dice Tijerino. Está en su oficina de Washington DC, rodeado de fotografías de jóvenes latinos que han pasado por los programas que dirige desde hace más de una década.
Hace unos días, recibió el Eagle Leadership Award, uno de los reconocimientos más prestigiosos otorgados a líderes latinos en Estados Unidos. “Es un honor que llegó en un momento de reflexión personal”, dice en entrevista con EL PAÍS. “No lo veo como un premio a lo que hice, sino como un llamado a lo que falta por hacer”. El nicaragüense insiste en que el trabajo de la comunidad latina importa. Para él, el premio funciona como una brújula. “Cuando uno lidera una organización como HHF, el riesgo es acostumbrarse a la inercia. Este premio me recordó que nuestro trabajo (empoderar a jóvenes latinos) no es opcional. Es urgente”.
Tijerino insiste en que el reconocimiento no le pertenece solo a él. “Es un reflejo de todo”, explica. “Yo solo subí al escenario a recibirlo, pero es un reconocimiento a mis colegas, al trabajo de las comunidades a las que servimos. No me estarían dando un premio si no estuviéramos siendo efectivos”, dice antes de hacer una pausa. “Nuestra comunidad sabe que creemos en ella”. La HHF fue fundada por la Casa Blanca en 1988 como una organización sin ánimo de lucro que se centra en la educación, el desarrollo de la fuerza laboral, el impacto social y el liderazgo, con la cultura como piedra angular de su misión.
El reconocimiento de Tijerino lo llevó inevitablemente a pensar en su propia historia. “Llegué a Estados Unidos siendo un niño de siete años sin hablar una sola palabra de inglés. Ese contraste ha guiado toda mi carrera”. Hace unos meses, durante los Premios de la Herencia Hispana, levantó un cartel que decía, en inglés: “Soy un inmigrante”. Explica que el mensaje era deliberado: “Decir ‘aquí estamos’ es un mensaje poderoso”. Y agrega: “Con todo lo que ocurre ahora, quería que la gente entendiera que también debemos recuperar el equilibrio y asumir una postura. Nuestra moneda hoy es la esperanza”.
Dice conocer bien el sentimiento de no sentirse “ni de aquí ni de allá”. “Yo pertenezco a todas partes. Todos pertenecemos a todas partes. Eso incluye a todas las personas, a todos los migrantes, a todos los refugiados”. Para él, aquel mensaje público no fue solo una afirmación personal, sino una postura ética. “El racismo, la homofobia, el sexismo, la discriminación hacia las personas con discapacidad, la islamofobia, el antisemitismo… nada de eso puede tolerarse en nuestra comunidad”. Sostiene que el activismo no empieza en grandes marchas, sino “en nuestras mesas de cocina”.
Cuando se le pregunta por el debate migratorio en Estados Unidos, hace una pausa larga antes de responder. “Lo que más preocupa es que la migración se discute sin humanidad. Se habla de números, de muros, de crisis… pero no de personas”. Asegura que persiste una visión equivocada: “Aún se confunde ser migrante con ser alguien ajeno. Pero los migrantes construyen este país todos los días”. Frente a la Administración de Donald Trump, subraya la importancia de la resistencia entre la comunidad hispana: “Este es un momento crítico para el liderazgo latino. Y ese liderazgo debe venir de los jóvenes”.
La idea de que los jóvenes son “los líderes del mañana” le parece, en sus palabras, “un mensaje pasivo-agresivo, como decirles ‘aguántate, todavía no es tu tiempo”. Su argumento es simple: “Un joven de 14 años con una laptop o un teléfono con wifi puede alcanzar a más personas en un segundo que Gandhi, César Chávez o Martin Luther King en toda su vida. Ese poder no lo tuvimos nosotros. Lo tienen ellos”. Y remata: “Nuestra relevancia como líderes mayores no está en nosotros mismos, sino en ellos”.
Habla también de demografía. “La mediana de edad de los latinos es 30. La del resto de Estados Unidos es 40. La edad más común en Estados Unidos ronda los 54, pero entre los latinos es un joven de 14. Ese joven puede cambiar el mundo desde su celular. Y debemos alentarlo a hacerlo”.
Defiende valores, autenticidad y algo que muchos llamarían un defecto: la ingenuidad. “Ser ingenuo te hace intentar cosas que otros descartarían”, dice entre risas. “Te impulsa a asumir riesgos. A creer que algo es posible cuando los demás creen que no”. Enumera sus reglas esenciales para un joven latino: audacia, humildad, persistencia e impaciencia. “No quiero ser paciente cuando un niño es separado de sus padres. No quiero ser paciente cuando a alguien le pisotean sus derechos. La paciencia no es virtud en esos casos. La acción sí”. Y vuelve a lo cotidiano: “Si recoges basura en un parque, si sonríes a alguien que lo necesita, si ves que violan los derechos de una persona y grabas para denunciarlo, estás protegiendo a tu comunidad”.
Cambiar la narrativa importa
El discurso de Tijerino sobre los jóvenes tiene sustento en los programas que la HHF ha construido durante años. La organización acaba de ganar el BRAVO Award por su pódcast Fritanga, un espacio donde figuras latinas conversan con honestidad sobre identidad, desafíos, contradicciones y comunidad. El nombre, confiesa, le hacía ilusión. “Cuando propuse que se llamara Fritanga, algunos dijeron, ‘¿Quién va a saber qué es una fritanga?’ Para mí es lo contrario: es un símbolo. En Nicaragua o en Miami, una fritanga es el lugar donde comes algo rápido, sencillo y casero. Donde se construye comunidad. No es elegante, pero es real”.
La expansión de la fundación también ha entrado al mundo digital. “Enseñamos a 100.000 niños a programar en todo el país”, cuenta. Además, desarrollaron Latin Explorers, el primer videojuego con temática latina dentro de Minecraft. “Lo jugaron 30 millones de niños en 30 idiomas. El equipo de HHF hace un trabajo increíble para ayudar a jóvenes y padres a navegar sus trayectorias, desde educación financiera hasta salud mental”. En su lista de prioridades aparecen también el apoyo a negocios pequeños, la formación de periodistas y las Charlas con las que escuchan directamente a la comunidad. Para Tijerino, todo forma parte de lo mismo: construir estructuras que sostengan el liderazgo latino.
Vuelve entonces a los números, pero no para celebrar estadísticas, sino para advertir sobre la magnitud del momento. “El 78% de los nuevos empleos en los próximos cinco años será ocupado por latinos. No hay manera de que este país funcione sin nosotros”. Cree que el valor de la comunidad no debe limitarse al poder adquisitivo. “Se habla de los cuatro billones de dólares de consumo, de nuestras cifras demográficas… Todo eso importa. Pero solo sirve si usamos ese poder para ayudar a los más vulnerables”.