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Capítulo 8: Reescribir el pasado para conquistar el futuro

Donald Trump se ha propuesto acabar con las supuestas campañas deshonrosas que, según él, intentaron empañar la grandeza de la nación al cuestionar su historia

Como trabajador del Ministerio de la Verdad, la función principal de Winston Smith era reescribir la historia para que se adaptara a los intereses del partido y del Gran Hermano. Cuando su país entraba en guerra con Eurasia, estaba obligado a cambiar cualquier referencia a esa nación como aliada y había que retratarla como el enemigo. Cuando se giraban las tornas y el adversario pasaba a ser Estasia, debía hacer lo mismo en sentido contrario. El relato que presenta George Orwell en 1984 es una alegoría crítica de aquellos gobiernos que pretenden adaptar los hechos a su conveniencia. El objetivo de Smith era reescribir el pasado para controlar el presente y conquistar el futuro.

Y esta parece ser también la intención de Donald Trump en Estados Unidos. Desde que asumió la presidencia por segunda vez ha iniciado una ofensiva cultural que el historiador Paul Josephson compara de forma algo provocativa con algunas de las prácticas aplicadas por Joseph Stalin en la Unión Soviética.

Para Trump, uno de los mayores problemas de su país es que se habría alejado de su pasado glorioso por culpa de los gobernantes progresistas que le precedieron. Por ello, se ha propuesto acabar con las supuestas campañas deshonrosas que, según él, intentaron empañar la grandeza de la nación al cuestionar su historia.

En lo que va de su primer año, ha destituido a varios directores de instituciones culturales, se ha posicionado a sí mismo como responsable del Kennedy Center y ha ordenado una amplia revisión de las exposiciones de los museos Smithsonian, los más importantes del país, para verificar que el relato histórico que cuentan se adapta a su visión.

El próximo año, Estados Unidos cumple 250 años de independencia y, para entonces, Trump quiere tener todo atado. Bien atado. El mensaje es claro: durante años se traicionó el pasado glorioso de la nación y ahora lo estamos recuperando al entrar en un nueva “era dorada”.

El presidente y sus seguidores se convierten entonces en los únicos herederos legítimos de los padres fundadores y de todos los personajes que llevaron a Estados Unidos a ser una potencia económica y militar. Sea o no sea cierto. “Abraham Lincoln era de izquierdas, Marx le adoraba, pero hoy los de MAGA le llaman conservador”, admite a EL PAÍS, por ejemplo, Curtis Jarvin, el pensador neorreaccionario que se ha posicionado en el centro del universo trumpista y que es muy cercano al vicepresidente JD Vance.

En 1984, Winston Smith se rebela ante la dictadura del Gran Hermano, pero termina fracasando. El partido consigue doblegarle y acaba sumiso ante su relato. ¿Conseguirá también eso Trump en Estados Unidos? Repasamos a continuación algunas de las tácticas de comunicación del movimiento MAGA para revisar la historia y adueñarse de ella.

Restauración por decreto

El 27 de marzo, Trump firmó una orden ejecutiva titulada ”Restaurar la verdad y la razón en la historia estadounidense". En el documento se sugiere que, durante la última década, se ha intentado distorsionar el pasado del país bajo una visión negativa que hace un hincapié excesivo en las cuestiones de identidad de raza, género e ideología. Por eso, se prohíbe cualquier exhibición que “degrade los valores americanos” y se pone como objetivo “salvar” los museos Smithsonian y restaurar el pasado.

Discurso histórico en redes

Las publicaciones con referencias históricas son frecuentes en las redes sociales de la Casa Blanca. A través de ellas se tiende a resaltar cuatro ideas:

1. La cultura woke representa un riesgo para el país y menosprecia su grandeza, por lo que debe abolirse.

2. La inmigración ilegal como antítesis de la historia americana.

3. Con Trump ha comenzado una nueva era y el país vuelve a ser grande.

4. Muchas de las acciones del presidente son históricas.

Ofensiva cultural e histórica

El día de su toma de posesión, Trump sorprendió con el anuncio de que cambiaría el nombre al Golfo de México y al Monte Delali, el cual volvería a llamarse McKinkley en honor al vigésimo quinto presidente, William McKinley, una de las figuras que el trumpismo ha buscado reivindicar. Desde entonces, ha puesto en marcha una serie de medidas de distinta índole e importancia para influir en la cultura y la historia de Estados Unidos.

Revivir a los padres fundadores

La Administración Trump ha abierto en la Casa Blanca una exposición especial dedicada a los firmantes de la declaración de independencia. Incluye códigos QR para ver vídeos de IA en los que cada uno explica su historia. Como el acceso a la casa presidencial es limitado, por internet se distribuye una guía para poder montar la exhibición en otros espacios. De acuerdo con historiadores que han analizado los vídeos, estos son sesgados y ofrecen una visión de la historia cercana a la propagada y al whitewashing.

El poder de los memes

La forma más aplicada por la Casa Blanca para asociar a los inmigrantes con los enemigos históricos de Estados Unidos es la publicación de memes que hacen referencia a imágenes históricas de reclutamiento militar. A inicios de siglo, se utilizó al Tío Sam para incentivar el alistamiento de soldados en la I y II Guerra Mundial. Ahora se ha recuperado para animar la inscripción de voluntarios en ICE, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas. La cartelería ha sido reemplazada por infografías y memes online.

¿Valores u origen?

El movimiento MAGA pone especial foco en la inmigración y el peligro que representa para la identidad de la nación. Una de sus corrientes internas, liderada por JD Vance, da un paso más allá al considerar que tener un probado linaje estadounidense debería ser fundamental para poder ser ciudadano del país. Es una ruptura fundamental con la noción histórica de que Estados Unidos es un país de inmigrantes que se sustenta sobre los valores de la libertad, las oportunidades y la democracia. En distintos discursos, el vicepresidente incluso ha sugerido la necesidad de extender esta idea más allá de su país ante el supuesto riesgo que enfrenta la sociedad occidental.

Un solicitante de asilo, a menudo un joven de veintitantos años, ya conocido por la policía, embiste con un coche a una multitud y destroza una comunidad. ¿Cuántas veces tendremos que sufrir estos terribles reveses antes de cambiar de rumbo y llevar nuestra civilización compartida por una nueva dirección?
El vicepresidente JD Vance, en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2025
La ciudadanía estadounidense debe significar pertenecer a una nación que protege la soberanía de su pueblo, especialmente frente a un mundo moderno empeñado en disolver las fronteras y las diferencias en el carácter nacional
El vicepresidente JD Vance, al recibir el premio del Claremont Institute.

Para profundizar sobre el tema

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