Morena: el enorme caballo de madera

El acuerdo de unidad, efectivo en tiempos de campaña, se revela inútil en tiempos de paz. Sin Andrés al mando, el pacto se tambalea. Con una mujer al timón, los recelos resurgen con fuerza

Ricardo Monreal, David Monreal y Claudia Sheinbaum en Zacatecas, el 10 de noviembre 2024.CUARTOSCURO

El conflicto entre griegos y troyanos es historia añeja.

Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal han caminado por aceras opuestas, al menos, durante los últimos siete años. Fue en 2017 —año uno antes de AMLO—, cuando las piezas se acomodaron para ella. Para él, se desplomaron: la alcaldesa de Tlalpan sería la Jefa de Gobierno. Él, en cambio, comenzaría su desandar.

Entonces, ante el portazo morenista, y al preguntarle sobre si acept...

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El conflicto entre griegos y troyanos es historia añeja.

Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal han caminado por aceras opuestas, al menos, durante los últimos siete años. Fue en 2017 —año uno antes de AMLO—, cuando las piezas se acomodaron para ella. Para él, se desplomaron: la alcaldesa de Tlalpan sería la Jefa de Gobierno. Él, en cambio, comenzaría su desandar.

Entonces, ante el portazo morenista, y al preguntarle sobre si aceptaría la candidatura del Frente Ciudadano por México —una coalición formada por el PRD, el PAN y Movimiento Ciudadano— para competir por la Ciudad, Monreal respondió:

—Es probable, pero no me han invitado.

Monreal del pasado es el Monreal del presente.

Desde entonces, en Morena, los escrupulosos ojos de la militancia acechan al zacatecano con recelo. Aunque no fue sino hasta las elecciones intermedias del sexenio pasado en que Monreal se pintó de cuerpo entero: había conspirado contra el movimiento entregando su antiguo ducado —la Cuauhtémoc— a Sandra Cuevas. El monstruo engendró un monstruito.

En aquella misma elección, Monreal respaldó a Fuerza por México: criatura nacida en 2019 de la mano de Pedro Haces. El partido tuvo por candidata a diputada federal —nada más pero tampoco menos— que a Catalina Monreal. Antes de vestir de guinda, Caty se cubrió de rosa estridente.

Como castigo —y en un acto calculado para sofocar las ambiciones que Monreal pudiera albergar en el futuro—, Layda Sansores desató una implacable cruzada en su contra. Desde su tribuna en el Martes del Jaguar, ventiló los acuerdos políticos de Monreal con Alito Moreno y exhibió al menos 48 propiedades ligadas al exgobernador zacatecano de eternas vidas. Monreal —acorralado— reaccionó como sabe hacerlo: con amparos o lamentos. Apuntó a Sheinbaum como artífice de la guerra sucia.

—En mi vida, la adversidad y la mala fe me han perseguido siempre —afirma Monreal de tiempo en tiempo a modo de eslogan.

—Me refugiaré en la academia —es otra carta que también baraja.

Tantas colisiones del exgobernador zacatecano, incluyendo su voto en “conciencia” —el chiste no es mío— contra los decretos y leyes secundarias de la Guardia Nacional en 2022, no quedaron impunes. Aunque en Morena —el partido— los arreglos se manejan con cierta elasticidad, en Morena —el movimiento—, las traiciones se pagan. Así, en 2024, la encuesta interna que catapultó a Sheinbaum Pardo a la candidatura presidencial, sentenció a Ricardo Monreal al abismo: un raquítico 5.9% de votos resultó insuficiente para superar al candidato verde. Amor con amor se paga, reza el proverbio popular. Lo mismo opera en la dirección contraria.

Pero en política, las grandes victorias yacen escondidas en el fango. Consciente de ello, y en nombre de la unidad de la poderosa y colorada marabunta, Morena —el partido— volvió a extenderle la mano a Monreal. Con pragmatismo, lo despegó cuidadosamente del suelo.

El rescate se pactó en junio 2023, en el restaurante El Mayor, bajo la instrucción de Andrés Manuel López Obrador, que reunió a sus seis combatientes. Allí, sobre la mesa, desplegó planos clavos, serrucho y vigas. Entre todos levantarían un pacto de unidad: un colosal y hueco caballo de madera.

Dentro del corcel se ocultarían los cinco jinetes derrotados en la encuesta interna del partido.

Tras el contundente triunfo electoral de Sheinbaum Pardo el pasado dos de junio, los guerreros caídos ensayaron alguna sonrisa. Honrarían —al menos por un tiempo— el viejo pacto.

El problema es que el acuerdo de unidad, efectivo en tiempos de campaña, se revela inútil en tiempos de paz. Sin Andrés al mando, el pacto se tambalea. Con una mujer al timón, los recelos resurgen con fuerza. Uno de los caídos guerreros lo anunció con contundencia premonitoria: no iban a someterse a esa señora.

Tarde o pronto, Morena —el movimiento— habrá de hacerse cargo de las verdades que Sansores proclamó años atrás:

—Monreal está en cuerpo en Morena, pero ya no está su alma. Él ya no está con nosotros.

El caballo ha entrado a Troya.

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