EL PAÍS

El choque Beatriz-Xóchitl

Si gana Beatriz, la interna habrá sido exitosa. Si Xóchitl, también. ¿En los dos casos será, justo, pero provechoso en ambos?

Los precandidatos presidenciales del Frente Amplio por México, Enrique de la Madrid, Beatriz Paredes, Santiago Creel y Xóchitl Gálvez, posan en Ciudad de México (México).
Los precandidatos presidenciales del Frente Amplio por México, Enrique de la Madrid, Beatriz Paredes, Santiago Creel y Xóchitl Gálvez, posan en Ciudad de México (México).Isaac Esquivel (EFE)

La oposición tendrá candidata a la presidencia. Beatriz Paredes, o Xóchitl Gálvez, abanderará al PRI, al PAN y al PRD y a parte de la sociedad civil organizada. ¿Se fortalece la alianza opositora con esta suma cero? ¿Son iguales de competitivas frente a Morena?

Con la alianza opositora ocurre hoy mucho más de lo que a principios de años se creyó que era esperable. Su proceso de selección de abanderado suscita interés mediático y ...

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La oposición tendrá candidata a la presidencia. Beatriz Paredes, o Xóchitl Gálvez, abanderará al PRI, al PAN y al PRD y a parte de la sociedad civil organizada. ¿Se fortalece la alianza opositora con esta suma cero? ¿Son iguales de competitivas frente a Morena?

Con la alianza opositora ocurre hoy mucho más de lo que a principios de años se creyó que era esperable. Su proceso de selección de abanderado suscita interés mediático y político, o al revés si se prefiere. No es cosa menor tras años de oír aquello de dónde está la oposición.

Eso se debe a tres factores. El de perogrullo: a que a pesar de todo, hoy existe ese frente. No pocas veces se ha dicho que el PRI iba a traicionar; hasta ahora los priistas siguen ahí. El segundo es la consabida irrupción de Xóchitl Gálvez. Nada que agregar a ello. Y, desde luego, la inquina de AMLO contra ésta.

La efervescencia que la pendenciera y delincuencial conducta de López Obrador en contra de Gálvez, por una parte, y el despegue de ésta en las encuestas al rebasar a todos los opositores en cosa de semanas, llevó a una parte de la opinión pública a sugerir que el proceso se ajustara para Xóchitl.

Los partidos opositores desoyeron consistentemente esos llamados. Con argumentos elementales como el qué tal que la hidalguense no cuaja, la alianza siguió en su ruta de hacer una primaria en donde empujarían o permitirían personas sin ninguna oportunidad de competir.

Ese es el factor más característico de este proceso. Y es uno gemelo al de Palacio Nacional: el férreo control de los partidos de los trámites para los aspirantes. Si AMLO redactó a mano lo que habrían de padecer las corcholatas, el PRIANPRD puso amarras para no soltar las riendas.

Desde las 150 mil firmas hasta el padrón que con éstas se conformó están diseñadas para que las dirigencias puedan recargar la aguja de la balanza hacia donde más le convenga a PRI y PAN. El PRD no porque carece de fuerza movilizadora, tanto que sus bases no dieron ni para colar un precandidato.

Ese control no tendría que ser perjudicial. Pero es como cualquier arma, los fines con los que se use llevan a una valoración muy distinta según sea el caso. ¿La bolsa de votos que el PRIAN puede movilizar en la consulta será utilizado para exponenciar la fuerza de la ganadora o para sujetarla?

Esta nota se redacta y publica horas antes del segundo (en realidad tercero) foro de los aspirantes opositores. Es la segunda fecha con tres aspirantes —el restante es un actor testimonial que sigue sin entender que su tren ya pasó—, se realizará este sábado en Monterrey con una agenda económica.

El primero de los foros, con cuatro aspirantes, fue el jueves 10 en Ciudad de México, y de la cuarteta que ahí vimos ya no está Enrique de la Madrid, eliminado dicen los organizadores mediante encuesta. Lástima. El segundo fue el jueves en Durango; y de ambos Xóchitl Gálvez ha salido bastante raspada.

Que la senadora por el PAN sea objeto de ataques en la primaria opositora es natural. Las ambiciones personales de quienes se inscribieron, las reglas del juego de la política, y hasta el desdén de políticos de viejo cuño hacia los más noveles hacían esperable, y eventualmente provechoso, cualquier zancadilla o codazo.

Una interna sirve de fogueo para los que lo necesitan, o de refrendo de supremacía de quienes se asumen en tal cúspide. Y el público constata que alguien prometedor se consolida (o defrauda), o que aquellos demasiado vistos ganan nuevo impulso incluso si se les creía desfasados, o que por fin y sin remedio se eclipsan.

Y hay peleas en que la persona vista como underdog no cumple las altas expectativas al tiempo que el veterano de la manada se queda lejos de entusiasmar mientras retiene la supremacía del orden establecido. Ese es el peor escenario si se busca a alguien competitivo, y uno nada remoto hoy.

Gálvez y Paredes protagonizan esa pelea. Las descalificaciones de la segunda hacia la primera, y la incapacidad hasta hoy de aquella para ganar más peso específico en los foros, abren la puerta a cualquier escenario. El más probable, que la primera gane en la encuesta pero pierda en la consulta.

En pocas palabras, la primaria está funcionando tal y como fue diseñada, lo que paradójicamente provoca rechazo de parte del electorado no morenista. Esos simpatizantes opositores están como Marcelo Ebrard: aceptaron unas reglas y no dejan de cuestionarlas. Porque lo que la alianza puso en la mesa y lo que ocurre es consistente: una competencia inicialmente con final incierto, sin pérdida de control de los partidos, y que ha resultado atractiva.

¿Pero cualquiera que gane en la interna opositora será igualmente competitiva frente a quien designe López Obrador? ¿O eso es secundario para los partidos de la alianza y sus cómplices ciudadanos?

Beatriz Paredes tiene todo el derecho a tratar de quedarse con el banderín opositor aunque esto haga desfallecer a quienes habían visto a Xóchitl como agua de mayo para una parcela opositora que estaba sedienta de algo que la entusiasmara. Y ese derecho incluye atacar a Gálvez.

Así es la política y si de algo sabe la tlaxcalteca es de los tiempos, las formas e incluso de la ingratitud de ser vista como ambiciosa, individualista, traidora, inconsciente de lo que intenta triturar —una supuesta candidatura prometedora—. No hay tal: es simplemente una política haciendo ídem.

Sin ser cierto que Beatriz no hizo giras en la etapa inicial de la precampaña, es verdad que esperó su turno estelar mientras Xóchitl le daba la vuelta a más de media República para promoverse, juntar firmas y, nada trivial, medirse a sí misma: ¿tengo la capacidad de convocar, no vivo en un espejismo?

Ambas tienen estrategias distintas y lo que la ciudadanía atestigua es que cada una ha tenido el éxito que había previsto. Gálvez quiso ser la más popular, Paredes es alumna de dieces en debate, en retórica. Sus capacidades no podrían ser más distintas: chinampina contra verbo. Eso en lo táctico.

En lo estratégico la hidalguense juega a lograr un apoyo popular de tal magnitud que las dirigencias estén obligadas a aceptar condiciones en la etapa definitiva de la campaña y en el, remoto mas no imposible, gobierno. Quiere en tres meses repetir lo que Fox en años: ponerse encima de los partidos. La rebelde II.

La de la tlaxcalteca no podría ser más contrastante. Priista de cepa de las que sabe que las elecciones se ganan con enormes y bien aceitadas estructuras en el territorio, se abraza al aparato, en cuyos brazos ha estado toda la vida, incluso si este es de Alito y Marko Cortés. La vieja escuela en todo esplendor.

Este choque fue diseñado por las dirigencias; pero de algunas colisiones emerge un tren más confiable, mientras que de otras quedan en las vías puros fierros retorcidos con los que se arma si acaso una carreta o, en el mejor escenario, varias carretas, para vender tamales o pasear nostalgias de viejos tiempos, lo mismo da.

Quedan cuatro debates que ojalá sí sean eso. Porque como diría Ebrard: más vale pagar una multa por hacer que resignarse a no hacer. Monterrey, León, Guadalajara y Mérida deberían ser la sede de unos foros donde la oposición en verdad argumente sobre la disyuntiva: estructura pura o con ciudadanía.

El proyecto partidista lleno de rituales frente a una candidatura desaliñada que no paga, o permite disimular en algo durante la campaña, los lastres de las marcas de los partidos que tantas veces le han fallado a México. No es el mundo ideal —no existen, por cierto— pero es lo que hay.

Tal pugna está garantizada. Beatriz Paredes es esa campeona que no cambia, que no improvisa, que no se reinventa. Es una pugilista clásica. Con eso le sobra para llevarse los foros. En contraparte, llena de entusiasmo mas falta de técnica Xóchitl Gálvez sube al ring sin advertir el gran riesgo del nocaut.

Tener la porra más grande, ser ídolo de multitudes opositoras, ser la enemiga del régimen no alcanza para despejar dudas legítimas sobre la solidez de su preparación para el gran combate. Borrar esas suspicacias pasa por vencer a Beatriz también en el estrado, no nada más en las calles.

Campeona libra por libra supone eso, que ha de saber zafarse de las mañas y argucias de una experimentada contrincante como Paredes, y es apenas el inicio de la ruta para la eventual pelea estelar.

Por otra parte, la tlaxcalteca tiene que hacer que algo de la tribuna se volteé a su favor. ¿Si solo se convierte en una killer de promesas, su inchada tendrá la solvencia de “se los dijimos, en los debates acabaría el fenómeno Xóchitl”, pero cosechará más arrastre en las encuestas que cuando inició la interna?

Hay finalmente una opción para Xóchitl que algunos ya deshojan en los pasillos. Ella debería, se ha publicado, revalorar su compromiso de buscar mediante estos partidos, en particular el PRI, la candidatura. Amagar con retirarse argumentando que todo fue una celada: típico úsese y tírese.

Quienes así opinan no advierten que la formación de Gálvez le impide explorar con frialdad esa ruptura. No es una política, esa crítica es cierta. Está en la política, pero no la suda. Y su fuero interno obedece a otros estímulos antes que a la permanente paranoia de todos me van a chingar.

Su primer impulso, el esencial, por si alguien no lo advertido después de las demasiadas veces que hemos escuchado la anécdota de la gelatina y similares, es la de una achiever: una vez que ve una meta, lee los requisitos y se pone a la misión de resolver el reto, incluso si es un acertijo.

Como ingeniera que es no traiciona su formación y se aferra a los instructivos (ella sí los lee completos). Por eso difícilmente hará política ahora, en paralelo con los foros, con las dirigencias de los partidos, con los entes ciudadanos e incluso con políticos que se le han acercado.

Ella va a ganar así, sola terca obstinada obsesa con machetear los temas así estén en otro idioma porque siempre ha ganado así, porque solo ha ganado así. Sola y a su manera. No ve que hay otras formas.

No es truco: en su esquina no hay mánager. Ni Claudio X, vaya. Es ella contra los partidos, ella contra Beatriz, sola.

Más le valdría hacer política, porque sus simpatizantes abandonarán el barco opositor apenas la tumben a derechazos. Y tiene un compromiso con ellos. No con Alito, Mario, Zambrano o Claudio. Con los ciudadanos.

Si gana Beatriz, la interna habrá sido exitosa. Si Xóchitl, también. ¿En los dos casos será, justo, pero provechoso en ambos?

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