La economía y la inseguridad: las líneas que dividen a Sheinbaum y Gálvez
La candidata morenista exhibe el músculo de la prosperidad mexicana mientras que la panista se centra en la violencia que arrasa el país
Los cierres de precampaña repiten lo que ya se dijo antes y acaso dejan entrever las preocupaciones de los candidatos por lo que vendrá en la campaña electoral, que inicia el 1 de marzo camino de las urnas el 2 de junio. Es así como el discurso de Claudia Sheinbaum en la noche de este jueves se volcó en los éxitos del gobierno y las consignas morenistas, los pobres, el pueblo, la honestidad, mientras que la opositora Xóchitl Gálvez articuló la arenga a los seguidores tripartitos, el domingo en su cierre adelantado en la Ciudad de México, en torno a la inseguridad y el miedo que vive el país. U...
Los cierres de precampaña repiten lo que ya se dijo antes y acaso dejan entrever las preocupaciones de los candidatos por lo que vendrá en la campaña electoral, que inicia el 1 de marzo camino de las urnas el 2 de junio. Es así como el discurso de Claudia Sheinbaum en la noche de este jueves se volcó en los éxitos del gobierno y las consignas morenistas, los pobres, el pueblo, la honestidad, mientras que la opositora Xóchitl Gálvez articuló la arenga a los seguidores tripartitos, el domingo en su cierre adelantado en la Ciudad de México, en torno a la inseguridad y el miedo que vive el país. Un tema que volvió a mandar en el acto de este jueves en Guanajuato, un mitin con menos brío, pero donde también concentró el tiro en la violencia: “Yo sí voy a enfrentar a la delincuencia, tengo las agallas para que vivan en paz”.
En ambas ocasiones, Gálvez prodigó leves invocaciones a la economía, vade retro, que estos días muestra la mayor fortaleza mexicana en lustros, algo que ella misma reconoció: es urgente “aprovechar”, eso dijo, “aprovechar la mejor oportunidad en décadas para traer inversiones a México”. Parecía un gol en propia puerta. La violencia y el miedo en el país son bazas ganadoras para la oposición, razón de más para que Sheinbaum apenas mencionara ese capítulo como uno de los ejes de la política que promete: “Mantener”, eso dijo, “mantener la paz y seguridad”. Hay poca paz que mantener, más bien garantizarla. Omar García Harfuch, justo detrás de la candidata, robó los primeros planos durante el acto. La imagen del exjefe de la policía trataba quizá de compensar la gran fragilidad que presenta Morena en estas elecciones, el asunto de la violencia incesante.
Las dos mujeres con opciones para disputarse la presidencia dieron otra muestra de lo que será la campaña, si nada cambia. “La más chingona”, como fue presentada Gálvez, gritó y animó a su gente moviéndose por el escenario del Arena México e invocó al cara a cara con Sheinbaum mediante las ya repetidas alusiones al moderado perfil electoral de la candidata morenista, eclipsada, dice la oposición, por la figura del gran jefe, el presidente López Obrador: “Si le dan permiso, señora Sheinbaum, nos vemos en los debates”, retó la blanquiazul. Insistió en batirse con su contrincante: “Claudia quiere que los mexicanos se conformen, yo creo que merecen más. Claudia Sheinbaum no quiere que los pobres dejen de ser pobres, porque no entiende México, ella viene del privilegio, yo del esfuerzo, siempre ha vivido bien del presupuesto, de los sobres amarillos; yo sí sé lo que es no llegar a la quincena, sé lo que es arriesgar mis ahorros en una empresa, crear empleo, ella no lo sabe, y por eso la vamos a ganar”.
Pero las flechas de la oposición siguen chocando con el escudo frío de la candidata morenista, que no entra al trapo. La “entrona” agita el ovillo como un gato, pero el ovillo no le devuelve la jugada. Por ahí irá la campaña si la ex jefa de Gobierno de la capital no cambia el registro. En su cierre de campaña, ni una mala palabra contra su adversaria; ni una palabra, en definitiva. La oposición se va a desesperar si la morenista se encierra en su campo. Y la tentación es lógica. Los de Sheinbaum se mueven con pies de plomo antes de entrar en el cuerpo a cuerpo. “Ya se van, ya se van del Gobierno”, gritó Xóchitl a los suyos. Pero no se han ido, ni parece que lo vayan a hacer. Sheinbaum se dio por ganadora en la presidencia y adjudicó a Morena hasta mayoría calificada en el Congreso, el gran empeño del partido. Mientras las encuestas muestren la enorme diferencia que aún les separa, es difícil que Sheinbaum dé aire con diatribas a una oposición que no acaba de despegar.
Los morenistas se portaron como un bloque compacto. La unidad del partido la escenificaron subiendo al presídium a amigos y enemigos: no faltó el excanciller y excandidato Marcelo Ebrard, muy cerquita de Sheinbaum; también el exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López, la exfiscal Ernestina Godoy y todos los demás. “Viva México, viva el presidente López Obrador, viva la Cuarta Transformación”, concluyó Sheinbaum. El paquebote morenista conjura las grietas.
De la supuesta unidad solo gozó la oposición el domingo en Ciudad de México. Gálvez, el nombre en torno al cual se alían el PAN, el PRI y el PRD, se adelantó al cierre de campaña en un feudo cómodo para la candidata, donde los seguidores de los tres partidos la arroparon multitudinariamente. Como otras veces, ensalzó los valores de cada formación, “la mística democrática y el compromiso cívico del PAN, la experiencia y el conocimiento del PRI y la vocación de justicia social y perseverancia del PRD”. Pero las divisiones y los tropiezos de los aliados están lastrando significativamente la campaña de Xóchitl y ella lo sabe: “Dejemos la división y el odio. Unidad, amor y armonía”, pidió en su mitin de la capital el domingo. No hay manera. Este jueves en Acámbaro, los responsables de prensa presentaron el encuentro como “parte de su cierre de campaña”. De haber sido el cierre definitivo habría quedado deslucido, porque apenas los panistas la acompañaron en Guanajuato. Otra cosa es la capital, donde todo el mundo le auguraba un mejor futuro como aspirante a jefa de Gobierno de no haber saltado al cartel presidencial.
Las mismas divisiones ensombrecen al tercer jugador en liza, Movimiento Ciudadano, que cerró su precampaña en Nuevo León, el mismo lugar de donde partió la candidatura de Jorge Álvarez Máynez, aupado por el caído Samuel García. En este acto tronó la ausencia del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, que no compareció, molesto con el partido por cómo ha llevado la designación del candidato presidencial. Con todo, Máynez se fajó en buen tono mitinero con los seguidores. Sacó a relucir “la vieja política”, el “fosfo fosfo”, también la inseguridad, y repartió alabanzas a diestro y siniestro: al líder del partido, Dante Delgado, a Luis Donaldo Colosio y a la pareja neoleonesa con gran énfasis en Mariana Cantú. También mencionó “la prosperidad económica” de Jalisco. Hasta ahí llega la unidad en este partido que enarbola un “México nuevo”: “La vieja política pensó que sacando a Samuel, Movimiento Ciudadano no tendría candidato presidencial”, se envalentonó Máynez, micrófono en mano y sin papeles.
A Gálvez las pantallas que la rodeaban el domingo en la capital le mostraban su discurso palabra por palabra y Sheinbaum, refractaria a los mítines, leyó el suyo a la vieja usanza, en académicas cuartillas, al socaire del atril. No son grandes oradores políticos los que votarán los ciudadanos estas elecciones, pero eso no es todo lo que se espera de ellos. Las dos aspirantes expusieron sus valores y el país que persiguen: educación, sanidad, empleo bien remunerado, discursos similares, uno desde la crítica, otro desde la experiencia de gobierno. Pero lo personal cuenta en campaña también. Xóchitl sacó a relucir a sus hijos, su procedencia indígena y la lucha por la mujer. Claudia se presentó como “mujer, madre, abuela, científica y humanista”. Ya las conocen. Ahora, hay que elegir. Sigan la campaña.
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