Mariachis, épica (y algún abucheo) para la victoria de Delfina Gómez
Centenares de votantes de la candidata de Morena celebran el triunfo electoral en Toluca, después de un siglo de hegemonía priista en la entidad: “Ya basta del PRI”
Y la maestra de escuela dio una lección de historia. Esta es una noche de primeras veces. A las once de la noche del domingo, la primera mujer en gobernar el Estado de México ha pronunciado sus primeras palabras como presidenta en la plaza de los Mártires del centro de Toluca, después de un recital de mariachis que han hecho más amena la espera a los centenares de seguidores de la profesora que han acudido a celebrar que, por primera vez, ...
Y la maestra de escuela dio una lección de historia. Esta es una noche de primeras veces. A las once de la noche del domingo, la primera mujer en gobernar el Estado de México ha pronunciado sus primeras palabras como presidenta en la plaza de los Mártires del centro de Toluca, después de un recital de mariachis que han hecho más amena la espera a los centenares de seguidores de la profesora que han acudido a celebrar que, por primera vez, el triunfo en la entidad no ha sido del PRI.
A sus 60 años, Delfina Gómez, la candidata de Morena, el partido del presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha logrado en su segundo intento arrebatarle al PRI el Estado de México, el gran bastión de un partido que se hizo fuerte en el poder durante un siglo. El triunfo de la maestra, hija de un albañil y una costurera, ha venido de la mano de canciones de Luis Miguel, bengalas, fuegos artificiales, gritos de “¡Viva México!”, y discursos que apelaban a la épica patriótica.
El guion ha sido extraño. La gente en la plaza se impacientaba porque cinco hombres de Morena, el Partido del Trabajo y el Partido Verde han dado sus discursos antes que la mujer que ha logrado el triunfo. Se escuchaban abucheos, silbidos y silencio como reacción a los oradores. Hasta que, por fin, la maestra ha tomado el micrófono.
—Buenas noches a todas, a todos, a todes, ¿cómo estamos?
Gómez le ha dejado la épica a los anteriores oradores. Sus primeras palabras han sido más prosaicas. Ha asegurado un gabinete integrado al 50% por mujeres, recorrer los municipios del Estado, y otras promesas tan viejas como la democracia: el fin de la corrupción, reducir el salario de los políticos para apoyar a las personas con discapacidad, los maestros rurales, los campesinos, los trabajadores, los jóvenes…
—No voy a andar tanto antendiendo en palacio, voy a andar en el campo, porque queremos conocer de primera mano las necesidades.
Una victoria anticipada
Antes de la celebración definitiva, a media tarde, Morena ya da por hecho el triunfo. No pasan 20 minutos del cierre de las urnas y Delfina Gómez sale a escena a cantar victoria en un hotel de Toluca, su cuartel general para esta ocasión. Todavía no hay datos oficiales, pero el partido de López Obrador ya celebra. Mario Delgado, el presidente nacional de la agrupación, toma la batuta primero y dirige la orquesta mientras la maestra espera a su derecha, paciente. Va toda vestida de un negro que resalta con las camisetas blancas de los seguidores que la rodean. Tiene cara de pasmo, pestañea mucho, quizá deslumbrada por la decena de focos de luz blanca que la apuntan. Mira al horizonte con gesto hierático, apenas una leve sonrisa cuando toca aplaudir. Cuando Delgado acaba, el turno de la profesora empieza.
El tono es de triunfo, las palabras son de triunfo, la imagen que intenta dar el partido es de triunfo, pero el ambiente aún es tibio a pesar del confeti que disparan dos cañones al final del discurso. Unas pocas decenas de seguidores corean “¡Gobernadora!”. En la tribuna tratan de no mostrar un ápice de dudas sobre la victoria, pero los deseos todavía tienen que ser ratificados por las urnas. En otro hotel de la misma ciudad, la contrincante de Gómez, Alejandra del Moral, la última esperanza de un PRI herido de muerte, da un mensaje similar: han ganado las elecciones. Dos victorias tan simultáneas como imposibles. Unas horas después, Del Moral reconoce la derrota
El hotel es un espacio poco acorde con la victoria pírrica que Morena anticipa. No parece que la épica quepa entre estas cuatro paredes asépticas, estas luces de centro comercial, este aire acondicionado que enfría el calor del momento. El partido decide trasladar la celebración a la plaza de los Mártires del centro de la ciudad, un lugar con un nombre más ajustado al relato, en la que caben todos esos conceptos que tanto le gustan a los políticos, a medio camino entre la epopeya, el sacrificio y el triunfo del pueblo, ese concepto tan manoseado en días de elecciones.
Poco a poco, a puñados, pequeños grupos de seguidores de Morena se dejan caer por la plaza, pero a las ocho de la tarde el ambiente es más de un domingo de resaca que de una victoria electoral. Solo corean cánticos morenistas cuando alguna cámara de televisión les apunta. La impaciencia porque llegue la profesora crece.
Un grupo de profesores rurales es de los primeros que vienen a apoyar a la maestra. “Ha sido prácticamente un siglo de Gobierno del PRI en el que no ha habido cambios y mucho menos apoyos a los profesores. Los maestros rurales no tenemos seguro, estamos en condiciones muy vulnerables, y Delfina nos hizo propuestas a lo largo de la campaña”, sintetiza Cintia Archondia (39 años).
David Martínez (47) llega apoyándose en dos muletas. Cuenta que tiene una parálisis cerebral, pero que a pesar de su dificultad para caminar y la incomodidad para aguantar horas de pie en espera de la nueva gobernadora, vale la pena estar aquí. Trabaja en el área de comunicación del Gobierno del Estado y reside en Tenango del Valle. “No es cómodo, pero quiero apoyar. Ya basta del PRI. Delfina ha hecho muchas cosas cuando fue secretaria de Educación y ahorita como gobernadora va a hacer muchas cosas más para las personas con discapacidad”.
Los rostros que se esconden tras la victoria de Morena tienen algo en común: son obreros. Como Cristina Alonso, que trabaja en el hogar. Llegó a Toluca hace 37 años procedente de Michoacán y proclama que ya se siente más de aquí que de allá. “Tengo 55 años. El PRI lleva un siglo en el Gobierno y no he visto ningún avance. Yo pertenezco a la clase trabajadora, lo que tengo es por mí misma. Mi hija es madre soltera, salimos adelante con mi nieto sin ayuda de nadie. Delfina nos ha propuesto apoyos, y he visto que el presidente está totalmente decidido a terminar con la corrupción, eso es lo que quiero”, resume.
Todo el mundo aquí coincide. La llegada de Gómez al poder no implica, exclusivamente, la victoria de Morena. Sobre todo, simboliza la pérdida de la hegemonía del PRI y el final de un siglo oscuro para los hogares en los que el final de mes siempre se adelanta y el dinero nunca sobra en los bolsillos. La plaza, o más bien la calle lateral en la que se erige el escenario, poco a poco se llena. Suena la primera melodía de la victoria, el Africa de Toto, una de esas canciones que lo mismo valen para un karaoke a las tres de la mañana que para una victoria electoral. Después de los discursos triunfales, de la misma manera, se va vaciando. La maestra ha dejado claro que sus votantes son obreros y campesinos. Y el lunes es día de trabajo.
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