Votos, desgaste y territorio: los datos clave que explican la elección de México
Morena ha perdido poder en la capital a escala tanto local como federal, pero lo gana fuera de ella y ocupa el espacio del PRI. El Partido Verde se dispara gracias a las coaliciones
El partido fundado por Andrés Manuel López Obrador acudía a estos comicios con el objetivo de consolidar un doble poder. El de la capital federal y el de plazas clave en el extenso territorio mexicano. De los dos objetivos, solo ha logrado el segundo. En una elección de 95 millones de votantes y 20.000 cargos en juego resulta difícil extraer titulares. Pero el destilado de los primeros datos conocidos en los múltiples procesos abiertos es ese: a Morena se le dañan dos pilares de los que disponía en forma de mayorías tanto en uno de los niveles más altos de poder central, el legislativo, como e...
El partido fundado por Andrés Manuel López Obrador acudía a estos comicios con el objetivo de consolidar un doble poder. El de la capital federal y el de plazas clave en el extenso territorio mexicano. De los dos objetivos, solo ha logrado el segundo. En una elección de 95 millones de votantes y 20.000 cargos en juego resulta difícil extraer titulares. Pero el destilado de los primeros datos conocidos en los múltiples procesos abiertos es ese: a Morena se le dañan dos pilares de los que disponía en forma de mayorías tanto en uno de los niveles más altos de poder central, el legislativo, como en el más básico, las alcaldías submunicipales de la Ciudad de México; a cambio, consolida con mucha mayor solidez múltiples columnas de poder descentralizado sobre las que se podrá apoyar para “construir movimiento” en los próximos años.
El oficialismo pierde mayorías porque pierde votos
Antes de entrar en matices específicos, es importante destacar un hecho clave que de tan básico se podría pasar por alto: más allá de estrategias, coaliciones y tácticas, el bloque oficialista encabezado por el partido del presidente ha perdido mayorías en la Cámara respecto a 2018 porque también ha perdido votos. Esos casi cuatro puntos de menos han sido claves. Casi todos corresponden a un desgaste de Morena, que la subida tímida del PVEM no ha podido compensar.
Hay que recordar que esto es una comparativa de competición electoral: los resultados de julio de 2018 no representan del todo la imagen de la Cámara saliente, en la que Morena disfrutaba de 256, no 193, curules. Esos 63 extra fueron obtenidos gracias al cambio de partido de otros tantos diputados. Pero ahora, a diferencia de lo que sucedía entonces, las fronteras de gobierno, oposición e independencia (con el solitario Movimiento Ciudadano en esa tercera casilla) están mucho mejor definidas, lo cual dificultará considerablemente el movimiento entre fronteras ideológicas y partidistas.
Las coaliciones funcionaron para los verdes
En 2018, el Partido Verde mexicano (PVEM) obtuvo algo menos de 2,7 millones de votos. En 2021 la suma total andará por cifras muy similares, incluso quizás algo inferiores. Y, sin embargo, se espera que multiplique por tres sus curules. Cierto es que apenas uno de ellos ha sido obtenido en competición de distrito uninominal. Aún no se sabe a ciencia cierta cuántos vendrán de la lista plurinominal, pero cabe esperar que la mayoría los logre gracias a su posición en cabeza de 45 candidaturas de la coalición oficialista en otros tantos distritos uninominales. El resultado es una mejora inusitada de su capacidad de convertir (porcentaje de) voto en curules.
Durante los últimos tres años, México ha visto cómo formaciones enteras se han deshilachado a la sombra de López Obrador. En este contexto, en el que de hecho el PVEM acabó la legislatura con dos tercios de los que tenía al empezar (de 17 pasó a 11), resulta aún más meritoria la estrategia ejecutada. Está ahora por ver en qué se traducirá su incrementada presencia en la Cámara, y hasta qué punto los verdes tratarán de hacer valer su peso incrementado desde la autonomía, o por el contrario se plegarán al mandato de la coalición encabezada por Morena.
Morena le arrebata al PRI su poder territorial
Si la Cámara trae una historia de derrota para Morena, las elecciones a gubernaturas contraponen una narración de victoria transversal. Además de mantener su plaza fronteriza crucial en Baja California, se hizo con las vecinas Sonora y Baja California Sur. En el Pacífico, el rosario de victorias se completa con Sinaloa, Nayarit, Colima, Michoacán y Guerrero. Si le añadimos los triunfos en Zacatecas, Tlaxcala y Campeche, nos resultan diez nuevos gobiernos estatales para Morena, y uno conservado. Ni más ni menos que siete se le restan al PRI, que también pierde otro frente a los verdes: San Luis Potosí es de hecho el único lunar en una campaña casi perfecta del oficialismo. Allí, no se consolidó el pacto con el PVEM y la candidata morenista se desinfló en la recta final contra Gallardo.
Este trasvase del viejo (PRI) al nuevo (Morena) oficialismo encaja bien con las aspiraciones más o menos declaradas de hegemonía partidista de López Obrador y su entorno partidista, y esperará seguir consolidándolo en la futura ronda de elecciones estatales. El contraste de estos resultados con la decepción en la Cámara indica que una estrategia basada en candidatos fuertes más que en la marca de partido podría ser la indicada para seguir creciendo territorialmente. Una no demasiado distinta de la seguida por los viejos partidos en México, que tiene un riesgo bien conocido por ellos, y que acucia a Morena: las tensiones de poder entre los barones regionales y el centro.
Las dos mitades de la capital
En este centro, la imagen de poder además se ha desdibujado notablemente. El saldo de Morena y sus aliados (PT en 13 de las 16 alcaldías, los verdes añadidos para formar tríada en tres de ellas) es negativo, con PAN, PRI y PRD (también coaligados en 13 demarcaciones) ganando terreno. La analogía de frentes y trincheras, una de las que más se abusa en los análisis postelectorales, es inusualmente apta para el retrato que deja el mapa de resultados. La capital se divide en dos mitades casi perfectas: la izquierda del mapa, copada por el viejo oficialismo encabezado por el centroderecha. La derecha, el oriente, mantenida por el nuevo oficialismo a la izquierda del espectro. Esta curiosa simetría coincide además con un cierto patrón socioeconómico: con matices y salvedades, la regla general establece que el este de la capital dispone de menor nivel de ingresos e infraestructuras. La mayoría de colonias pudientes están al occidente.
Está por ver si esta polarización territorial perfecta tendrá su reflejo en futuros comicios mexicanos, en los que la figura de López Obrador esté menos presente, y la nueva estructura de partidos cada vez más consolidada en torno a dos coaliciones opuestas (con una pequeña cuña naranja en medio a modo de tercera vía, encarnada en Movimiento Ciudadano) con raíces socioeconómicas y territoriales se abra paso.
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