El exceso de basura radiactiva acecha a la central nuclear de Laguna Verde
Las inspecciones revelan que los depósitos de residuos de la planta mexicana se encuentran excedidos de capacidad, a punto de saturación o deteriorados
La Central Nuclear de Laguna Verde, propiedad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se enfrenta a la saturación de sus depósitos de residuos nucleares y uranio usado. Así lo reconoce el Plan de Gestión de Desechos Radiactivos y Combustible Nuclear 2017-2023 de la planta, diseñado para mejorar la gestión de esa basura; el plan no incluye acciones para la reducción efectiva en la generación de desechos, sino mejoras en procedimientos, eficiencia en procesos y ampliación de capacidad física.
La central, que posee cuatro...
La Central Nuclear de Laguna Verde, propiedad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se enfrenta a la saturación de sus depósitos de residuos nucleares y uranio usado. Así lo reconoce el Plan de Gestión de Desechos Radiactivos y Combustible Nuclear 2017-2023 de la planta, diseñado para mejorar la gestión de esa basura; el plan no incluye acciones para la reducción efectiva en la generación de desechos, sino mejoras en procedimientos, eficiencia en procesos y ampliación de capacidad física.
La central, que posee cuatro depósitos para basura radiactiva y una alberca de combustible gastado, genera desechos radiactivos líquidos, gaseosos y sólidos (estos últimos, por ley, deben permanecer en las instalaciones de Laguna Verde). Su acumulación ha puesto a la planta frente a uno de los dilemas irresolubles de la industria —qué hacer con los desechos nucleares— con un agravante: uno de sus almacenes está en proceso de cese de actividades, otro tiene proyectado el desmantelamiento para el próximo año y la Secretaría de Energía ha extendido el permiso de operación de la central por 30 años más, sin que exista una solución a la vista para este problema.
La comunicadora científica Silvana Buján, fundadora de Bios Argentina —organización dedicada a la defensa del ambiente— explica que, aunque el uranio esté gastado, sigue siendo un residuo altamente peligroso: “La ciencia no ha logrado ningún método de inertización. El uranio-238 tiene una vida de desintegración de 700.000 años. No hay buenas prácticas ni buenas técnicas y nadie quiere residuos radiactivos en ninguna parte”, dice.
Datos de CFE de inventarios de residuos consultados por EL PAÍS indican que el almacén temporal de sitio (ATS), uno de los resguardos que posee dos bodegas con una capacidad total para almacenar 3.319 metros cúbicos, se expone a la saturación, ya que contiene 2.793 m³.
Otro, el depósito de desechos radiactivos sólidos secos (DDRSS), que cuenta con dos naves con una capacidad conjunta para 1.728 m³, ya ha superado su límite: alberga 2.148 m³. El Plan de Gestión de Desechos de CFE proyecta el cese de operaciones y desmantelamiento de este depósito en junio de 2022. Ya en 2017, ambas naves estaban llenas, pues contenían 2.193 m³, una cantidad superior al volumen reportado por CFE, según la inspección realizada en septiembre del año pasado por fuentes consultada por EL PAÍS.
Mientras, los almacenes de materiales contaminados (AMAC), que constan de dos naves con capacidad para 5.639 m³ cada una, almacenan más de 5.000 metros cúbicos una y alrededor de 4.400 la otra. El depósito Cuatro Naves, que resguarda más de 5.000 m³ de residuos, está en proceso de cese de actividades, aunque el destino de sus desechos es incierto.
El Plan de Gestión advierte que estos tres depósitos (el de desechos radiactivos sólidos, el de materiales contaminados y 4 Naves) tienen una capacidad insuficiente de almacenamiento. Además, advierte que estos dos últimos presentan condiciones físicas degradadas. De acuerdo con las proyecciones de la CFE, en los próximos cinco años la planta generará 1.260 m³ de residuos más, en 15 años 3.782 m³ más, y en 30 años 7.564 m³. La pregunta es qué se hará con ellos. La compañía estatal de electricidad no ha respondido a la consulta de EL PAÍS.
Óscar Roldán, fundador del Centro Nacional de Información de Hidrocarburos, resalta que la generación y gestión de los residuos siempre representan un desafío para las centrales atómicas. Roldán explica a EL PAÍS que, ante la amenaza de saturación de almacenamiento, se debe considerar la opción de los depósitos geológicos profundos, un recurso utilizado en Estados Unidos y en construcción en Finlandia. Pero, por el momento, no existen en México planes de este tipo.
Aunque la licencia original de operación de Laguna Verde requiere el mantenimiento y almacenamiento de los desechos radiactivos apegados a estándares y controles radiológicos, las condiciones de la renovación de ese permiso, que fue extendido por la Secretaría de Energía (Sener) en julio de 2020 por otros 30 años, no menciona la gestión de los residuos.
El almacenamiento indebido de desechos ha sido un problema recurrente en la única central nuclear de México, como lo evidencian inspecciones de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS), un órgano de la Secretaría de Energía.
En la inspección realizada por la Comisión en enero de este año, por ejemplo, se señala que 153 bidones de desechos radiactivos y material contaminado estaban almacenados indebidamente desde 2018 en un cuarto del Edificio de Desechos de la planta. En enero de 2020, Laguna Verde se comprometió a resolver el problema, pero aún lo ha hecho, de acuerdo a lo señalado por el regulador nuclear en marzo. Además, de los informes de inspección se desprende que la central incurrió en irregularidades similares en 2016, 2017 y 2018.
Un legado tóxico
El nuevo depósito de barras de uranio usado también ha registrado contratiempos. La puesta en funciones de la Instalación Independiente de Almacenamiento de Combustible Gastado en Seco (ISFSI, en inglés) se retrasó dos años —de 2016 a 2018— por demoras en la licitación internacional de construcción y suministro de los contenedores para las varillas.
El ISFSI, un emplazamiento a cielo abierto dentro del polígono de la planta, recibe los cilindros provenientes de la alberca de combustible gastado (ACG) de cada unidad y su propósito es incrementar su capacidad instalada de almacenamiento en 20 por ciento.
Durante el cambio de uranio que se realiza cada 18 meses, 144 cilindros pasan a la alberca, cuya capacidad totaliza 3.177 ensambles para su enfriamiento durante tres años. En 2020, el estanque de la Unidad 1 acumulaba 2.032 acoples y el de la 2, 1.890. Sin el ISFSI, cuya meta es acumular 130 contenedores (cada uno de los cuales pueden albergar 89 cilindros) durante al menos 40 años, ambas albercas se colmarían el próximo año.
La seguridad, la generación y administración de los residuos son asuntos que la industria nuclear no ha podido resolver desde sus inicios militares en el siglo XX. El Reporte mundial sobre residuos nucleares 2019, elaborado por ocho organizaciones alemanas, denunció que esa basura representa una amenaza para la salud humana, por su radiactividad y potencial contaminante. Además, alertó de que la disposición final de desechos nucleares supone grandes desafíos para los gobiernos en todo el mundo y que la mayoría de naciones tiene aún que diseñar y aplicar una estrategia de gestión de residuos para todos sus tipos.
Entre los retos aparecen la búsqueda de posibles depósitos finales, la clasificación de los residuos, los estándares de seguridad que los operadores de sitios deben cumplir y el financiamiento de los crecientes costos de gestión. En Estados Unidos funciona desde 1999 la Planta Piloto de Aislamiento de Residuos, situada en Carlsbad (Nuevo México), el único repositorio geológico para basura nuclear de larga vida, que incluye combustible atómico usado y desechos provenientes de la industria militar nuclear.
Uno de los dilemas planteados por este depósito permite imaginar la dimensión de los desafíos a los que se enfrenta la industria: el Departamento de Energía tuvo que poner a dos comisiones de científicos a investigar y discutir cómo señalizar el lugar para advertir a las futuras generaciones del peligro que entraña aquella zona para que no excaven allí. Las proyecciones computarizadas estiman que en 1.000 años los techos y las paredes de esta planta bajo tierra colapsarán, pero el plutonio que alberga seguirá siendo un riesgo letal por 25.000 años.
Un problema similar enfrentará en Finlandia el depósito profundo de Onkalo —a unos cinco kilómetros bajo la superficie—, cuya construcción inició en 2004 y aún no concluye, que recibirá el combustible gastado de dos plantas nucleares cercanas.
Luego de la publicación de este reportaje, el domingo 27 de junio, la CFE emitió un comunicado conjunto con la Secretaría de Energía y la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas en el que indican que el plan de gestión de residuos considera la reducción del inventario actual de residuos “mediante varios métodos disponibles en la industria nuclear a nivel internacional, como son la incineración y descontaminación química, entre otras”. En el comunicado, que no lleva la firma de ningún funcionario, se asegura que estos procedimientos para reducir el volumen de residuos “actualmente se encuentran en proceso de contratación”.
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