Aristóteles Sandoval, el último hombre del nuevo PRI
El exgobernador asesinado fue testigo de la ruptura de Jalisco por el empoderamiento del Cartel Nueva Generación y convivía con una obsesión: renovar el viejo partido
Se había dejado crecer la melena, también mostraba una nueva barba cuidadosamente recortada por la que asomaban algunas canas, vestía camisas informales bajo americanas, jeans y deportivas. Aristóteles Sandoval, de 46 años, exgobernador del emblemático Estado de Jalisco, cuna del tequila y del mariachi, de la tradición conservadora mexicana, ya no era aquel candidato de afeitado impecable y corbata roja escondido tras una decena de gobernadores a la sombra del entonces nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto. Tras el batacazo de su partido en las elecciones de hace dos años, el q...
Se había dejado crecer la melena, también mostraba una nueva barba cuidadosamente recortada por la que asomaban algunas canas, vestía camisas informales bajo americanas, jeans y deportivas. Aristóteles Sandoval, de 46 años, exgobernador del emblemático Estado de Jalisco, cuna del tequila y del mariachi, de la tradición conservadora mexicana, ya no era aquel candidato de afeitado impecable y corbata roja escondido tras una decena de gobernadores a la sombra del entonces nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto. Tras el batacazo de su partido en las elecciones de hace dos años, el que fuera mandatario de Jalisco hasta finales de 2018 tenía una misión: renovar la imagen del viejo partido: “Queremos que el PRI sea más revolucionario que institucional”, insistía. Este viernes un grupo armado lo ha asesinado de un balazo en el baño de un bar de la turística zona de Puerto Vallarta.
Formó parte de una generación fallida de gobernadores que se hizo fuerte al tiempo que el PRI regresaba en 2012, después de una interrupción de 12 años, al poder federal. Casi todos aquellos mandatarios promocionados por la vieja guardia priísta como los renovadores del partido —Javier Duarte, César Duarte o Roberto Borge—, se desvelaron poco más tarde como los políticos más corruptos y criminales de la historia reciente del país. Sandoval salía airoso de aquella foto maldita, gobernó hasta 2018 —que le sucedió en el cargo su antiguo rival, Enrique Alfaro (de Movimiento Ciudadano)—y se dedicaba a remover desde sus entrañas al dinosaurio PRI, convencido en que si querían que este tuviera algún futuro no tenía otra opción que mostrar una nueva imagen. Esta obsesión lo llevó a diseñar una nueva identidad para el partido como responsable de innovación, un cargo que dejó el 27 de octubre.
Mientras esto sucedía en los pasillos de la política mexicana, en Jalisco se libraba desde hace casi una década una guerra incansable del crimen organizado por el poder. El cartel más poderoso del país, según la Agencia antidrogas estadounidense (DEA), tiene su sede en este Estado. Su líder, Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, es uno de los criminales más buscados y su organización, El Cartel Jalisco Nueva Generación, ha expandido en los últimos años sus tentáculos hasta llegar al último rincón del país.
El Jalisco que Sandoval se imaginaba cuando llegó al poder y que insistió durante su legislatura para posicionarlo de esa forma, el nuevo Sillicon Valley mexicano, contrastaba con el terror de la violencia del narco que comenzó a quebrar a la entidad desde muy poco después de que tomara el cargo. A menos de tres meses en el puesto, los criminales le mandaron un aviso al nuevo Gobierno: en marzo de 2013, fue acribillado a balazos mientras viajaba en su coche en Guadalajara su secretario de Turismo, José Jesús Gallegos, ingeniero, fundador de la empresa Jegal y vinculado al grupo turístico Mayan Resort.
Sandoval ocupó su cargo cinco años más. Pero poco antes de que terminara su Administración, en una de las calles más emblemáticas de la capital jalisciense, otro grupo armado trató de asesinar al que fuera su fiscal desde 2013 a 2015, Luis Carlos Nájera, en ese momento secretario del Trabajo local, cuando salía de un restaurante en el corazón de Guadalajara. El tiroteo de mayo de 2018 dejó dos muertos, quince heridos y le recordó a la capital que el crimen organizado era capaz de pasearse con rifles por una de las ciudades más prósperas del país y desatar el caos.
Desde entonces, el sueño tecnológico y de crecimiento económico de Jalisco promocionado por el Gobierno de Sandoval ha estado empañado por sucesos terribles. Tráileres cargados con cientos de cadáveres sin identificar, porque las autoridades forenses no se daban abasto; miles de familias rotas que buscan a sus desaparecidos en la sierra; estudiantes de cine secuestrados y disueltos en ácido. La Entidad sobrevivía al horror de ser la sede del cartel más poderoso del país mientras trataba de sacudirse los muertos a golpe de medidas innovadoras. Una tarea que continúa su gobernador actual, Enrique Alfaro.
Suena en estos momentos un nombre conocido, Daniel Quintero. El que fuera, según los informes de Gobierno, el operador principal del Cartel de Jalisco en Guadalajara fue detenido y acusado de orquestar el asesinato del secretario de Turismo de Sandoval en 2013. Tras el homicidio, se convirtió entonces en uno de los objetivos prioritarios de Peña Nieto y su captura fue anunciada con bombo y platillo por las autoridades. Hace exactamente una semana fue absuelto y quedó en libertad.
El que fuera director de discursos del exgobernador y hombre de confianza, Juan Carlos Magallanes, recuerda con dolor a este diario cómo Sandoval revolucionó la política jalisciense, encorsetada durante décadas de Gobiernos conservadores. “Para que se haga una idea, en su último informe de Gobierno decidió no leer y memorizar más de 90 datos de seguridad, políticas económicas, de inversión... Era un hombre muy inteligente, eso fue lo que me enganchó a él, con una capacidad impresionante para hablar y retener información”, cuenta. Poco antes de ser asesinado, estaba leyendo al pensador Zygmunt Bauman.
Se mostró muy crítico con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador públicamente, especialmente por su rechazo a impulsar las energías limpias y medidas contra el cambio climático. Y también, recuerda Magallanes, estaba muy preocupado por la violencia que no daba tregua a su Estado: “En alguna ocasión me dijo que le intentaron contactar los malos. Que chinguen a su madre, les dijo”.