LOS ESPÍRITUS DEL AGUA

Sierra Leona, distrito de Bonthe

Treinta muchachas delgadas y morenas
se acercaron al borde del agua.
Mirad a las esposas del gran jefe, dijeron,
porque todas ellas habían sido desposadas.
Una gran multitud se congregó alrededor,
mientras en la ovalada popa del buque
surgía de las ampollas una suave música
como agua de una urna”.1

Gladys Casley-Hayford, El jefe de Kitchom

Son las ocho de la mañana y el sol, ya alto, llena el aire de una humedad sofocante. Flaviour llega jadeante, vestida con pantalones vaqueros y chanclas de goma, en una ambulancia que es el único vehículo con tracción a las cuatro ruedas de la isla. Junto con una enfermera uniformada de azul, camina rápidamente hacia el muelle, donde acaba de atracar una motora blanca.
Le lleva 20 minutos a alta velocidad atracar en la orilla opuesta del río Sherbro, y otro cuarto de hora a pie por un camino sin asfaltar, entre altas palmeras y aldeas de chozas dispersas, llegar al pequeño centro de salud de Bendu.
La llamada de emergencia llegó hace un rato: Kadi, una pequeña mujer de 35 años, se puso de parto la noche anterior y solo ha dilatado dos centímetros. La desnutrición la hace parecer una niña con una pelvis inmadura. Sin una cesárea es improbable que sobreviva.
Kadi emite un grito de dolor y pronto se queda en silencio, con el rostro tan inmóvil como una estatua hecha de cera oscura. Flaviour, la enfermera y una comadrona de la aldea consiguen subirla a una motocicleta para llevarla al barco y después la siguen a pie, caminando deprisa. Kadi sube lentamente al barco, ayudada por las tres mujeres. Durante el ventoso viaje al hospital, mira el río con ojos empañados. La ambulancia espera al otro lado.
En el hospital, Kadi se deja caer sobre las sábanas de color rosa y está a punto de desmayarse de agotamiento. Pocas horas después, gracias a la cesárea, dará a luz a una niña sana y se sumergirá, por fin, en un sueño profundo y tranquilo.

Estamos en Sierra Leona, el país en el que más mujeres mueren de parto. Según la Organización Mundial de la Salud, de cada 100.000 nacimientos vivos, 1.360 madres pierden la vida por complicaciones relacionadas con el embarazo y el alumbramiento. Es la tasa más elevada del mundo.

Una prolongada guerra civil (1991-2002) y el brote de ébola más grave de la historia (2014-2016)2 han hecho quebrar un sistema sanitario ya de por sí débil. Los partos domiciliarios, asistidos por parteras tradicionales y parientes sin formación médica que les permita afrontar complicaciones inesperadas, siguen representando el 40% de la cifra total de alumbramientos

.

El distrito meridional de Bonthe es una de las zonas más pobres y olvidadas del país. Aquí no ha llegado aún la electricidad, los habitantes sobreviven con el cultivo de legumbres, yuca y patatas y, con la excepción de unos cuantos caminos sin asfaltar a los que es difícil acceder, no hay carreteras. Personas y mercancías se mueven a lo largo de la maraña de ríos que desembocan en el golfo de Guinea, y el hospital principal está situado en una isla. Si una embarazada tiene un parto difícil, sufre una hemorragia o experimenta una subida repentina de tensión arterial, puede necesitar horas para llegar a una clínica. Su propia vida y la del bebé corren peligro.

Flaviour Nhawi, de 34 años, es una apasionada experta en salud pública y está decidida a cambiar el destino de las mujeres de Bonthe. Y más ahora que vive una experiencia personal especial. Junto con su equipo compuesto por docenas de voluntarios locales y médicos de la ONG italiana Cuamm, en un solo año Flaviour ha conseguido reducir la mortalidad materna en Bonthe a la mitad, canalizando los escasos recursos sanitarios públicos hacia un eficaz sistema de transporte de emergencia. Y desafiando a los espíritus del agua.