Construcciones que conectan
Mejorar las comunicaciones y el tránsito de personas y mercancías es una de las misiones del sector de la construcción, que se sofistica y diversifica para ofrecer mejores soluciones a la sociedad.
Cuando se piensa en el sector de la construcción, es inevitable relacionarlo con la creación de edificios. Sin embargo, hay otros aspectos básicos en la vida que están íntimamente ligados a la actividad de este sector. Detrás de los grandes proyectos que comunican ciudades, que facilitan el movimiento de personas y mercancías, hay todo un colectivo que trabaja para mejorar la manera en la que se tejen las relaciones del día a día.
Tony Fernández, jefe de talento y formación de una gran empresa del sector, ejemplifica esa dedicación a este sector, con una trayectoria que le ha llevado a participar en proyectos internacionales ligados a la conectividad. “A mí todo me parece un reto. Soy como un niño, todo lo nuevo me llama la atención”, explica. “Yo comencé estudiando topografía y desarrollo de proyectos urbanísticos”, cuenta. Así, comenzó a trabajar de capataz en obras hasta dar el salto a los grandes proyectos. “Ferrovial me ofreció un proyecto en Inglaterra, donde había vivido un año y medio, y acepté”. Su trayectoria ha sido un continuo aprendizaje, que le ha llevado a participar en desarrollos en el metro de Londres o el aeropuerto de Heathrow. “A mí todo me parece un reto, me gusta aprender. Uso mucho una expresión inglesa, never give up, no dejes al menos de intentarlo”.
Evolución constante
Su carrera ha sido una constante evolución, y ha sido testigo de los avances del sector. Ahora Fernández dedica gran parte de su tiempo a la formación de jóvenes. “Tenemos que mostrar el atractivo real del sector”, asegura. “Yo les explico que, si eres activo e inquieto, aquí tienes un gran campo de acción. La construcción no es solo ladrillos y edificios, sino también las vías de tren, las carreteras… Ver el potencial de los jóvenes y darles herramientas para que crezcan laboralmente es uno de los mayores disfrutes de mi vida laboral”.
Ejemplo de esos jóvenes que comienzan en el sector son Joan (22 años) y Miquel Olives (20), a quienes la construcción le viene de familia: ambos forman parte de la empresa que creó su abuelo en Menorca hace más de 50 años. “Nosotros hemos crecido dentro del sector de la construcción, de pequeño te llamaban la atención las obras, la maquinaria… siempre he tenido claro a lo que me quería dedicar”, explica Joan, ahora ayudante de jefe de obra. Su primer proyecto fue construir un muro en el huerto familiar a los diez años, y todavía recuerda la satisfacción tras conseguir sus retos. “Cuando pasas por una obra en la que has trabajado recuerdas los problemas que dio, las horas de trabajo, y te queda la sensación de haber logrado un bien para todos”. Su hermano Miquel pone un ejemplo: “Hace un par de años hicimos un proyecto de rotonda en el acceso de nuestro pueblo, ya que había problemas de visibilidad que provocaban accidentes. Que la gente del pueblo te lo agradezca es una gran satisfacción”.
Como parte de la tercera generación de una familia dedicada a la construcción, ambos destacan la gran cantidad de posibilidades del sector. “Es un mundo muy amplio y siempre hay algo que te puede generar curiosidad. Estás siempre evolucionando”, explica Miquel. “Te permite sentirte importante a medida que vas tomando responsabilidades, y es muy gratificante terminar un proyecto y ver que has formado parte de algo que puede disfrutar la gente”, concluye Joan.
Lugares de conexión
Dentro de estos grandes proyectos que conectan lugares, hay algunos especialmente complejos. Pilar Tejero, jefa de obra de Sando, nos habla de uno de ellos en los que participó: la modernización y ampliación de la estación de Metro de Gran Vía en Madrid. “Es uno de los proyectos que les guardo más cariño porque, aunque todo lo que construimos es para la gente, no es lo mismo hacer una canalización que una gran estación”, explica. También, por los retos que supuso. “Era una obra en el centro de Madrid, a 24 metros de profundidad y que implicaba no afectar a los edificios del entorno y al servicio de las líneas 1 y 5 de metro”.
Además, surgió una dificultad añadida. “En pleno trabajo surgió la pandemia. Recuerdo el primer día que volvimos a trabajar: entrar en Gran Vía era como en Abre los ojos, la película de Amenábar. Recuerdo el silencio de aquellos días, solo se escuchaba la obra”. Todos esos obstáculos convirtieron el proyecto en un reto que Tejero recuerda con mucho efecto. “Es una sensación de agradecimiento. Nuestro trabajo es construir, pero no todas las obras son iguales. Este proyecto fue un regalo. Fue muy complicado a nivel de ingeniería, pero se queda ahora para que la disfrute todo el mundo, y también mis hijos y mis futuros nietos… Hubo momentos duros, pero cuando vas a la obra una vez terminada y la ves, se te olvida. Eso es lo más bonito de esta profesión”.
En otras ocasiones, estos proyectos añaden nuevas opciones de conexión, mejorando la vida de los habitantes de una ciudad en concreto. Es el caso de la Ronda sureste de Cáceres, que ha permitido derivar un gran volumen de tráfico del centro de la ciudad. “Antes, la circulación no estaba circundada, todo el tráfico era interior, por calles estrechas y sinuosas, y tenía un efecto de ruidos y de contaminación, por las emisiones”, cuenta Luis Miguel Romero, ingeniero de la constructora Gévora. La obra, prosigue, “ha supuesto un cambio en la movilidad y la accesibilidad de los cacereños: el tráfico interurbano se ha descongestionado, ha mejorado los tiempos de circulación y ha generado un confort social en cuanto a ruidos y contaminación”.
Romero es ahora uno de los usuarios de esta nueva vía de conexión, planteada no solo para los automóviles. “Esta obra siempre ha pretendido integrar no solo a nivel viario, sino a nivel usuario, a toda la ciudadanía. Está siendo utilizada por peatones, ciclistas, patinadores… es también una zona de ocio y de deporte para la ciudad, con una vista preciosa del casco antiguo”, explica. También de interés histórico. “En el proceso encontramos unos vestigios de la guerra civil, unas defensas antiaéreas. Se documentaron y se creó un mirador para que puedan ser observados desde el exterior”. Todo ello hace de este proyecto un motivo de orgullo para él. “Recibimos muchas felicitaciones y agradecimientos. Las obras siempre suelen ser percibidas como una molestia por los ciudadanos, pero en este caso ha sido acogida con bastante euforia. A día de hoy, tiene un uso muy superior al esperado. Es uno de esos trabajos que se recuerdan siempre”.