Hace tres años, durante la edición de Arco, David Dorenbaum, un psicoanalista de Toronto, se acercó a José Manuel Ballester y le llevó a su coche. En el vehículo, Dorenbaum le puso el aria Ah! Mio cor de la ópera Alcina de Händel. La dramática historia de una reina abandonada por su joven amante.
A dos días del estreno, en pleno domingo de celebración de las fiestas de Moscú, el director Teodor Currentzis pidió una tuba afinada en fa. Sí, tenía que ser en fa. Pues no había. Llamada a uno que conocía a otro, que sabía de un músico que podía ser que... Nada. Al final, qué follón, el equipo de producción la consiguió.
68ª edición de la Mostra de Venecia
"Un 5% más de entradas vendidas". Eso es lo más positivo del discurso que Paolo Baratta, presidente de la Biennale de Venecia, pronunció ayer en la comida que mantuvo con diversos medios de comunicación de todo el mundo, entre ellos, EL PAÍS. Al otro lado de la mesa, escuchando con atención, se encontraba Marco Müller, el director de la Mostra.
A mediados de los noventa, un buen puñado de posadolescentes huérfanos tras la muerte de Kurt Cobain buscaron cobijo en el punk-pop californiano, en la estela abierta por Green Day y The Offspring. Poco importaba que los orígenes y motivaciones de esta última banda del soleado Orange County fueran muy distintos de los de Nirvana.