La boca pastosa, la visita de los remordimientos y la cabeza atravesada por un clavo oxidado. El mundo del arte se citó ayer en la apertura de Arco con desagradables síntomas de resaca. La calavera de Hirst, las subastas olímpicas, el coleccionismo como sustitutivo del consumo de abrigos de visón...
La estampa de un caballo en las verdes praderas del sur de Inglaterra se nos antojaría tan habitual como el té de las cinco, si no fuera porque el equino en cuestión supera, con sus 50 metros de altura, a la mismísima Estatua de la Libertad. Ese animal de gigantescas proporciones será recreado en una escultura que pretende erigirse en símbolo oficial del condado de Kent.
DANIEL SALGADO | Santiago
Testimonios contradictorios reavivan la polémica sobre la tumba del escritor
CHEMA GARCÍA MARTÍNEZ | Madrid