"Un kurdo vendió a mi padre por dos piezas de oro"
Jerusalén es pequeña a la vez que inabarcable. Y su fisonomía ha sido, y lo es en este instante, alterada con frecuencia pasmosa. Kevork Kahvedjian, armenio de 62 años, lo tiene grabado en su retina. Es heredero del legado de su padre, Elia, un fotógrafo que comenzó a plasmar Palestina con sus cámaras Rolleiflex en 1924.