Era lo que faltaba para completar la trinidad grassiana. Que el escritor alemán (Gdansk, 1927) es también pintor ya había quedado demostrado en varios libros y exposiciones. Su condición de hacendoso escultor, en cambio, sólo ocasionalmente había salido a relucir.
Petros Márkaris (Estambul, 1937) ha sido una de las estrellas de la Semana Negra de Gijón, que ayer cerró su XVII edición. Suicidio perfecto (Ediciones B), su tercera novela, ataca en dos frentes: la corrupción y especulación inmobiliaria surgida a raíz de los próximos Juegos Olímpicos de Atenas y el desmoronamiento de la izquierda que luchó contra la junta militar y la dictadura y que, tras 20 años en el gobierno, vendió sus sueños por dinero y poder.
Hace un año, San Petersburgo celebró el tercer centenario de su fundación por el zar Pedro I y ahora el Fórum Grimaldi de Mónaco presenta una exposición en Montecarlo dedicada a evocar a la que fuera entonces capital rusa. El reto es de primera magnitud porque no sólo se trata de reproducir el sueño arquitectónico de Pedro I y Catalina II, sino de contar el cambio que supuso para Rusia el edificar una ciudad que abría el país a Europa.