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Mapa interactivo del Colegio Electoral de Estados Unidos

2016: Resultados

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Mayoría: 270 de 538 votos electorales

Hillary Clinton

Hillary Clinton

Donald Trump

Donald Trump

FL TX NM AZ AK CA NV UT CO OR WA ID HI OK MT WY ND SD NE KS MN IA MO AR LA MS AL GA SC IL WI MI IN OH TN KY NC WV VA PA NY ME VT NH MA RI CT NJ DE MD MA RI CT NJ DE MD DC NE1 NE2 ME1

Pulsa para reproducir la evolución del voto

Pulsa en cada estado para cambiar su ganador

Así te lo contó EL PAÍS

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Obama vuelve a hacer historia

    Poca épica suele haber en una reelección. La segunda victoria de Barack Obama no fue diferente. El primer presidente afroamericano volvía a las urnas frente a un contrincante que en realidad cayó víctima de sus propias contradicciones. Mitt Romney había sido un moderado antes de volverse conservador.

    Como gobernador de Massachusetts entre 2003 y 2007 impulsó políticas muy similares a las de Obama, entre ellas una reforma sanitaria. Y luego se encontró a un Partido Republicano abrumado por la deriva ultraconservadora del Tea Party. “Soy un candidato profundamente conservador”, se vio forzado a proclamar, sin llegar a convencer a nadie.

    Tal era la debilidad de Romney que mucho de su voto –casi 61 millones– fue más bien una repulsa a Obama y a una presidencia idealista y soñadora. Aun así, los grandes apoyos del presidente salieron al final a su rescate: las mujeres, los hispanos, los jóvenes y, sobre todo, los afroamericanos, que le facilitaron la victoria en Estados clave como Ohio. Movilizó a sus bases un vídeo incendiario grabado en mayo de 2012 en el que Romney decía estar seguro de que un 47% de la población nunca le votaría porque “es dependiente del Estado, se sienten víctimas, creen que el Estado tiene la responsabilidad de cuidar de ellos”. Se equivocaba. Al final fue él quien recibió un 47%. Obama retuvo la presidencia con el 51%.

    Por David Alandete

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Un difícil Obama II

    EL PAÍS

    La holgada victoria del presidente topará con retos urgentes y con un Congreso republicano

    El Waterloo del Partido Republicano

    ANTONIO CAÑO | Washington

    Barack Obama consiguió frenar el avance de las tropas republicanas cuando éstas, tras dos años de una frenética ofensiva, estaban ya a punto de tomar el castillo.

    Cuatro años más

    YOLANDA MONGE | Chicago

    “Hemos vuelto a hacer historia”, celebraban los seguidores de Barack Obama en Chicago

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Obama llega para cambiar América

    “El cambio ha llegado a América”. Esa frase del discurso de victoria de Barack Obama en 2008 reflejaba la magnitud del momento. Estados Unidos había elegido con 69 millones de votos al primer presidente negro de su historia, menos de medio siglo después de que se acabara con el racismo institucional que significaba la segregación en los Estados del sur. Además de curar las heridas raciales, muchos otros cambios se planteaba el nuevo presidente: sanidad universal, reforma migratoria, lucha contra el calentamiento global, acabar con las guerras de Irak y Afganistán, cerrar Guantánamo.

    Según escribió Antonio Caño desde Washington en su crónica de aquella noche electoral, “esencialmente ha sido el masivo deseo de cambio de los norteamericanos, hastiados de los ocho años de Bush, unido al malestar por la crisis económica, lo que podía hacer posible lo que hasta hace poco tiempo parecía un sueño irrealizable”.

    Algo más oscuro que aquella esperanza de cambio nació también en aquellas elecciones. La candidatura de Obama despertó gran recelo en las bases del partido republicano, que ponían en duda, sin pruebas, el hecho mismo de que el candidato demócrata hubiera nacido en suelo americano. Su contrincante, John McCain, quiso capitalizar aquella frustración eligiendo como número dos a Sarah Palin, gobernadora de Alaska y de planteamientos muy a la derecha de los suyos en muchos asuntos, incluido el aborto.

    Aunque aquellos republicanos perdieron, cambiaron para siempre a su partido: el Tea Party lo puso en manos de líderes radicales, incapaces de llegar a ningún compromiso, hasta el colofón del triunfo en las últimas primarias de un candidato tan estrambótico como Donald Trump, quien comenzó su campaña acusando a Obama de haber nacido en Kenia.

    Por David Alandete

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Invitación a soñar

    EL PAÍS

    La batalla de Obama representa la culminación de un sueño para alumbrar una nueva América

    Un antes y un después

    JOSE MANUEL CALVO ROY

    El año 2008 pasará a la historia política norteamericana como el del antes y el después, como el fin de una era y el principio de otra

    Tras la euforia, la realidad

    JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA

    El nuevo presidente de Estados Unidos tiene ante sí una tarea hercúlea: reconstruir los muy debilitados cimientos del poder americano.

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    George W. Bush, presidente en guerra

    El George W. Bush que se presentó a las urnas en 2004 no tenía nada que ver con el que lo hizo en 2000. El 11 de septiembre de 2001 redefinió su mandato y lo cambió todo: un presidente de guerra quiso ganar la batalla de la legitimidad, su gran déficit frente a Al Gore. En lugar de plantear la reelección en los términos habituales –un referéndum sobre su presidencia—la planteó como un referéndum emocional sobre los valores de América.

    Y ganó. La seguridad y la lucha antiterrorista dominaron la campaña. 2004 era todavía demasiado pronto para medir las calamidades: Abu Ghraib, la Patriot Act, Guantánamo… Y aunque malgastó el capital de respaldo y simpatía logrado tras los atentados de las Torres Gemelas en una posguerra desastrosa, la ajustada victoria de Bush (50,7% contra el 48,2% de John Kerry) fue suficiente como para lograr esa legitimidad que no había obtenido en 2000.

    Lástima que no aprovechara durante los siguientes cuatro años, a la defensiva, sin reflejos –el huracán Katrina sobre Nueva Orleans lo demostró—capeando los temporales políticos, perseguido por el fantasma de la guerra de Irak y con la crisis económica global como colofón. No es extraño que el hombre que alcanzó un 85% de popularidad después del 11-S saliera de la Casa Blanca en 2008 con el 19%. Todo un récord –negativo, claro—en la historia de los presidentes estadounidenses.

    Por José Manuel Calvo

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Segundo mandato

    EL PAÍS

    George W. Bush probablemente no es el presidente de Estados Unidos que preferiría el resto del mundo, pero es el que han elegido con rotundidad democrática los votantes norteamericanos

    La amenaza letal de los 'neocon'

    SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ

    La reelección de George W. Bush tendrá consecuencias en numerosos aspectos de la vida política norteamericana y mundial

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    El agónico triunfo de George W. Bush

    Es difícil olvidar las presidenciales de 2000. Fue el año en el que todos descubrimos el peculiar sistema de votación con el que la primera potencia del mundo elegía a un presidente que luego tendría la capacidad de lanzar misiles nucleares que aniquilaran varias veces a la especie humana. Aquellas épicas “papeletas mariposa” y los extraños sistemas de votación nos dejaron boquiabiertos.

    También descubrimos algo que creíamos imposible: que debido a una institución que muchos fuera de EEUU desconocían (el colegio electoral) ganara un candidato con menos votos que el otro, algo no muy coherente con la idea de democracia (Bush obtuvo 50.456.002 votos y Gore 50.999.897).

    Pero detrás de todos estos elementos tan extraños, que parecían cuestionar la democracia estadounidense, se abrió pronto paso algo que demostró que la cultura política de EEUU estaba por encima de su chapucero sistema electoral: a pesar de haber ganado en votos populares y de un recuento más que dudoso en el estado decisivo (Florida), Al Gore reconoció la victoria de su adversario y le felicitó por ella en lugar de enredarse en una campaña de deslegitimación de su adversario. Gore no perdió, pero supo perder, y así hizo grande otra vez a la democracia americana.

    Por José Ignacio Torreblanca

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Derrotado por sus vecinos de Tennessee

    JAVIER VALENZUELA

    Si Al Gore hubiera ganado Tennessee y sus 11 compromisarios del colegio electoral sería presidente desde ayer, con independencia del lío de Florida

    Bush, pero menos

    EL PAÍS

    George W. Bush será el 43º presidente de Estados Unidos. La larga batalla poselectoral, más fatigante que la propia campaña de los comicios, ha durado cinco semanas largas y ha devenido más en una pelea de abogados que de políticos.

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Clinton, reelegido a pesar de los escándalos

    El presidente demócrata Bill Clinton salió reelegido en las elecciones del 5 de noviembre de 1996 con un 49,2% de votos. Su rival republicano, el senador Bob Dole, obtuvo un 40,7%. El tercer candidato, el multimillonario Ross Perot, logró un 8,4%. Con la economía en crecimiento, un presidente popular, aunque siempre envuelto en escándalos se impuso ante un contrincante débil, al que su propio partido ya empezó a dar por perdedor en las semanas anteriores al voto. Clinton ganó “por uno de los márgenes más amplios alcanzados por cualquier candidato del Partido Demócrata a lo largo de este siglo”, escribió el corresponsal en Washington de EL PAÍS.

    El presidente obtuvo 399 votos electorales, un número que el siguiente presidente demócrata, Barack Obama, no ha igualado. Su victoria, la primera reelección de un demócrata desde 1936, supuso “la derrota de la generación de políticos de EE UU que participaron en la Segundo Guerra Mundial y de las ideas contrarias al intervencionismo estatal que trajo la revolución conservadora de 1994”. “Con la promesa de modernizar el Estado”, añadía la crónica, “manteniendo y mejorando al mismo tiempo los servicios públicos esenciales, Bill Clinton logró ampliar la base electoral de su partido y ganó la confianza de la nación para conducir a la primera potencia mundial hacia el siglo XXI.”

    Por Marc Bassets

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Triunfo contundente de Clinton

    ANTONIO CAÑO | Washington

    Dole se impone en el Estado de Tejas y logra evitar una derrota humillante - La solidez de la economía ha sido la principal baza del presidente para lograr la reelección

    "Hace cuatro años fue mucho más fácil"

    RENWICK MCLEAN | Washington

    .Son las nueve de la mañana, la hora de acudir al trabajo. Se nota un aire de urgencia en los votantes por cumplir con el trámite lo más rápidamente posible.

    Clinton, y 2

    EL PAÍS

    Los ciudadanos estadounidenses han repartido las cartas: quieren seguir como durante los últimos dos años, con un presidente demócrata en la Casa Blanca y un Congreso dominado, aunque menos, por los republicanos.

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Clinton encandila al mundo

    Había que tener cierto valor para aspirar a ser candidato demócrata en las presidenciales de 1992. George H. W. Bush, elegido cuatro años antes, dirigió con éxito la primera guerra del Golfo y su popularidad, en 1991, era muy elevada. Tanto, que creyó que podía romper su promesa electoral de 1988 –“read my lips: no new taxes”, “léanme los labios, no subiré los impuestos”—y negoció con un Congreso demócrata la subida de algunos impuestos. Eso, unido a una escuálida recuperación de la recesión de los años precedentes, dio alas al audaz gobernador de Arkansas, Bill Clinton, que forjó un programa moderado y una imagen de renovación generacional.

    Los demócratas reparaban la ‘catástrofe Carter’ y volvían a la Casa Blanca después de 12 años de Reagan y Bush. El carisma de Clinton, su empatía y el olfato de su equipo de campaña –“es la economía, estúpido”, la frase que el estratega James Carville ordenó colocar en la sede central, es quizá el eslogan más usado en la jerga electoral– se ganaron la atención de periodistas y electores. Con la inestimable ayuda del populista Ross Perot –el texano logró un 19% del voto popular y fue decisivo en la derrota de Bush (37,4%)– Clinton ganó con solo el 43% del voto popular (aunque con un muy holgado margen en el colegio electoral).

    Por José Manuel Calvo

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Clinton, a la Casa Blanca

    ANTONIO CAÑO | Washington

    No fue una victoria, fue casi un clamor poular en favor del cambio el que eligió ayer al candidato demócrata, Bill Clinton, como el 420 presidente de Estados Unidos

    La hora de la verdad

    ANTONIO CAÑO | Washington

    Los demócratas, ante el reto del crecimiento y el freno al desempleo

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Bush sigue la estela de Reagan

    La Constitución de EE UU prohíbe más de dos mandatos a un presidente. Ronald Reagan disfrutó de dos mandatos arrolladores y su estela fue suficiente para que su gris vicepresidente, George H. W. Bush, ex embajador en la ONU, ex director de la CIA y ex embajador en Washington, sin hacer demasiado, se convirtiera en el 41 presidente de los Estados Unidos el 8 de noviembre de 1988. Su presidencia fue un Reagan 3, que culminó con el final de la Guerra Fría, tarea fabricada en los años de Reagan con encuentros sucesivos con Mijail Gorbachov.

    Bush no pagó por los errores y crisis de la era Reagan, Irangate, la Contra, Noriega y Panamá, sobrevivió en una presidencia tranquila rematada con la implosión de la Unión Soviética. Derrotó ampliamente en las elecciones al Gobernador de Massachusetts, el demócrata George Dukakis, por el 53% del voto popular frente al 45%. Obtuvo en el Colegio Electoral, 411 delegados frente a los 111 de su rival. Con la contrapartida de que los demócratas mantuvieron la mayoría en las dos cámaras del Congreso.

    Dukakis, dos veces gobernador de su estado, era un hijo de inmigrantes griegos, que había logrado renombre gracias a su competencia en el manejo y en el renacimiento económico de Massachusetts. Un buen gestor que prometía un cambio sin riesgo tras ocho de optimismo bajo Reagan. Viví una semana siguiendo su campaña electoral y era claro que su fría competencia resultaba insuficiente para vender su programa centrista. Se subió a un tanque Abrams de 68 toneladas para reforzar su imagen como comandante en jefe y buscar la credibilidad que le faltaba en materia de política exterior y defensa.

    La ridícula fotografía y el vídeo del pequeño Dukakis, aplastado por un casco, asomando como un geyperman por la torrecilla del blindado, arruinó su campaña, cuando fue transmitida por los telediarios nacionales, fuente principal de información antes de la era del twitter. Apuntaló su derrota con su seco no a la pregunta, en un debate televisado con Bush, de si estaría a favor de la condena a muerte contra un hombre que violara y asesinara después a su esposa. Su falta de humanidad, aliñó el no con datos estadísticos de criminalidad, mostró que la competencia por sí sola no basta para llegar a la Casa Blanca.

    Por Francisco G. Basterra

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Una elección entre pesos lígeros

    FRANCISCO G. BASTERRA | Washington

    25 años después del asesinato de John Kennedy, EE UU vive el fin de la era de los gigantes políticos

    El nuevo presidente

    EL PAÍS

    George Bush ha sido elegido, con una amplísima mayoría, presidente de Estados Unidos

    El día después

    LUIS MATIAS LÓPEZ | Washington

    Menos Hollywood y más empresarios constituirán el estilo de los nuevos inquilinos de la Casa Blanca

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Reagan entra en el olimpo político

    1984, año de sugestiones orwellianas, selló la definitiva consagración en el olimpo político de Ronald Reagan. La avasalladora victoria con la que el presidente republicano revalidó su mandato frente al competidor demócrata, Walter Mondale, cristalizó el triunfo de su explosivo coctel ideológico: política económica ultraliberal mezclada con una política exterior y de defensa muy dura, en pleno pulso global con el adversario soviético.

    Reagan logró vencer en 49 de los 50 Estados de la Unión, resultado que en la historia reciente estadounidense solo había alcanzado Richard Nixon en 1972, y obtuvo un 58,8% del voto popular, inigualado desde entonces. Mondale solo ganó en Minesota, su Estado natal.

    Las opiniones con respecto a la administración Reagan son obviamente dispares según las sensibilidades políticas, pero es evidente que con la victoria de 1984 el político californiano fue el último en adquirir el estatus de titán del Grand Old Party. Por distintas razones, los siguientes presidentes republicanos –Bush padre e hijo- no alcanzaron la misma estatura política.

    En su cobertura de ese proceso electoral, el diario destacó, entre otras cosas, la histórica candidatura de una mujer, Geraldine Ferraro, a la vicepresidencia con Mondale; el gran avance de los republicanos en la comunidad hispana; y el duro debate alrededor de la legislación sobre el aborto.

    Por Andrea Rizzi

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Por qué Reagan era el mejor

    M. A. BASTENIER

    Ronald Reagan tiene los conocimientos medios de un norteamericano medio que ha cursado estudios a medio camino entre el cero y el infinito;

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    La gran victoria de Reagan

    Cuando Marty McFly llega a 1955 en Regreso al futuro, la mítica película de Robert Zemeckis, trata de convencer a Doc de que viene desde otra época. El científico le pregunta: “¿Quién es el presidente de EEUU?”. “Ronald Reagan”, le responde el viajero. “¿El actor?”, replica Doc con justificado escepticismo. Sí, el actor que nunca llegó a ser una estrella y antiguo gobernador republicano de California fue elegido el presidente número 40 de EE UU el 4 de noviembre de 1980 frente al demócrata Jimmy Carter.

    Acabaría por convertirse en uno de los mandatarios más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, con su Revolución Conservadora, que contó con el apoyo de la británica Margaret Thatcher al otro lado del Atlántico. Reagan fue el último presidente de la Guerra Fría, el político que se atrevió a dialogar con Moscú y se apuntó la medalla del final de la URSS, pero que también implicó a su país en el cenagal de las guerras centroamericanas.

    Con la crisis del petróleo de 1973, la economía de EEUU se encontraba en recesión: muchos centros urbanos se empobrecieron y vaciaron en aquella década. No es una casualidad que la convención republicana durante la que fue elegido Reagan tuviese lugar en Detroit, una de las ciudades más afectadas por la depresión.

    Carter llegó a 1980 profundamente debilitado por su incapacidad para resolver la crisis de los rehenes con Irán y por la negativa situación económica. Aupado por sus promesas de “devolver a EE UU el liderazgo mundial perdido”, Reagan derrotó ampliamente a su rival por 50,7% frente a 41% para el demócrata, que apenas ganó en cinco Estados (uno de ellos Hawái). Nadie imaginaba entonces hasta qué punto iban a cambiar los tiempos durante sus ocho años de presidencia.

    Por Guillermo Altares

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    La crisis económica ha colocado a Reagan en la Presidencia

    FRANCISCO G. BASTERRA | Washington

    La llegada de Reagan a la Casa Blanca tras su aplastante victoria del martes en las; elecciones norteamericanas, es, sobre todo, consecuencia de la crisis económica que recorta el nivel de vida de los ciudadanos de este país

    La imagen y el equilibrio

    EL PAÍS

    Ya tiene un nuevo -viejo- rostro la política visible de Estados Unidos. Ronald Reagan está en la misma tercera edad que los dirigentes de la URSS: las cuestiones del mundo pueden convertirse en una disputa de ancianos conservadores.

  • Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato

    Carter, de la ilusión a la catastrofe

    Tras una grave crisis nacional, un candidato surgido de la nada promete esperanza y cambio si es elegido presidente de Estados Unidos. Es una historia no del todo ajena a las campañas norteamericanas: así es como en 1976 un político como Jimmy Carter se impuso por sorpresa en las primarias de su partido e hizo campaña en contra del establishment que encarnaban el Capitolio y la Casa Blanca, que aún padecían el trauma del Watergate y los estertores de la presidencia de Richard Nixon.

    Carter era un candidato encantador: caballero del sur con un permanente acento para demostrarlo, hijo de un modesto tendero, productor de cacahuetes y gobernador de su Estado, Georgia, entre 1971 y 1975. Pacifista. Campechano. Conciliador. Simpático. El lema de su campaña era “Nunca mentiré”. Así, convirtió al republicano Gerald Ford en el único presidente de su país que no obtuvo un solo voto. Heredó la presidencia tras ser vicepresidente de Nixon y perdió sus únicas elecciones como cabeza de cartel.

    A Carter se le recordará, sobre todo, por el malestar generalizado del país bajo su mandato: la crisis del petróleo, las colas en las gasolineras, el asalto a la embajada en Teherán, el trauma posterior a la guerra de Vietnam. Es uno de los cinco únicos presidentes que se presentaron a la reelección y la perdieron. Y probablemente sea el último candidato demócrata en ganar sin fisuras en el sur del país, desencantado con un partido que había roto en los años de Lyndon Johnson con la segregación y el racismo.

    Por David Alandete

    La Portada

    EEUU vuelve a soñar

    Carter sacó a Ford casi dos millones de votos

    JUAN GONZÁLEZ YUSTE | Washington

    La voluntad de cambio se impuso. James Earl Carter Jr., un granjero del «profundo Sur», de 53 años de edad, baptista de religión y políticamente demócrata con ciertas inclinaciones liberales, será el 39 presidente de Estados Unidos

    La irresistible ascensión de la un desconocido

    EFE | Washington

    «Me llamo Jimmy Carter y me voy a presentar como candidato a la presidencia. Soy agricultor, ingeniero, hombre de negocios, planificador, científico, gobernador y cristiano», anunciaba, el 13 de diciembre de 1974, en Washington, un político desconocido.

    "No decepcionaré nunca a los que me han votado"

    EL PAÍS

    En sus primeras declaraciones como presidente electo de Estados Unidos, Jimmy Carter prometió ayer que «nunca decepcionará» a los millones de norteamericanos que depositaron su confianza en él.

* Los datos de 2016 corresponden a la media de sondeos que realiza Real Clear Politics para cada Estado. Los Estados de Maine y Nebraska permiten dividir el voto del colegio electoral. En Maine, dos de sus cuatro votos son asignados al vencedor del Estado y uno al ganador de cada uno de sus dos distritos. En Nebraska, dos de sus cinco votos van al vencedor del Estado y después uno a cada ganador de los distritos.

Créditos

Coordinación y Documentación: Cristina F. Pereda

Desarollo: Nerea Navarro

Diseño: Ignacio Povedano