Boston celebra a Juan Gabriel en el Día de Muertos
Entre flores de cempasúchil, velas y catrinas, el Symphony Hall le rinde tributo al ‘Divo de Juárez’ el 1 de noviembre con las voces de Verónica Robles, Ely Guerra y La Marisoul
En el centro del Symphony Hall, un altar de flores de cempasúchil y velas parpadeantes anuncian una noche distinta. En Boston, tan lejos de Ciudad Juárez y Parácuaro, el eco de Juan Gabriel volverá a escucharse. Keith Lockhart, director de la Boston Pops, levantará la batuta el sábado 1 de noviembre y, con el primer acorde, las canciones del compositor mexicano resucitarán entre los metales y las cuerdas de la orquesta sinfónica de la capital de Massachusetts.
El concierto, titulado “Celebrating Día de Muertos: A Tribute to El Divo de Juárez” (Celebrando el Día de Muertos: un homenaje a El Divo de Juárez), combina el recuerdo de los seres queridos que han trascendido con la alegría de la vida. Bajo la dirección de Lockhart y la producción de Claudia Norman, el homenaje reúne a tres artistas que representan distintas generaciones y geografías de la música latina: Verónica Robles, Ely Guerra y La Marisoul. Ellas reinterpretarán los himnos de amor y desamor que definieron a Juan Gabriel, el ícono mexicano que escribió su biografía en forma de canción.
Alberto Aguilera Valadez, nacido en Michoacán, y conocido en el mundo como El Divo de Juárez, fue muchas cosas: cantante, compositor, migrante, hombre queer, leyenda. Cruzó la frontera de México a Estados Unidos, como tantos otros, en busca de una oportunidad. En los años noventa, cuando California aprobó la Proposición 187, una ley que pretendía negar servicios públicos a migrantes indocumentados, él respondió con música. Hoy, cuando las políticas migratorias de Estados Unidos vuelven a tensarse, su mensaje suena más vigente que nunca.
A nueve años de su muerte, Juan Gabriel ha regresado con fuerza. Netflix acaba de estrenar una serie dirigida por María José Cuevas (Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero) que explora su universo íntimo y escénico. En una de las escenas, una fan canta Yo no sé qué me pasó en primera fila durante un concierto en Mexicali: una imagen que condensa lo que millones de seguidores sienten todavía (admiración, nostalgia, empatía y ternura) al ritmo de “Para acabar con las traiciones, debes decir adiós primero”. En redes sociales, sus videos inéditos se multiplican; su figura, luminosa y provocadora, ha vuelto este 2025 para ocupar el centro de la conversación cultural.
Cantar, para Juan Gabriel, no fue un trabajo, sino una forma de existir. En sus letras están el deseo, el dolor y la esperanza de quien no pidió permiso para ser. Su sello fue su voz, sus vestuarios con lentejuelas y cercanía con el público. En el México conservador de los setenta y ochenta, su sola presencia en el escenario fue un acto político.
Este fin de semana, Boston lo celebrará como lo que fue: un artista universal. El programa alterna danzones, mariachi y rancheras con clásicos como Querida, Así fue, De mí enamórate, Costumbres o Abrázame muy fuerte, arreglados especialmente para orquesta sinfónica. Antes del concierto, a las cinco de la tarde, los asistentes podrán disfrutar de una cena inspirada en la gastronomía mexicana que incluye mole, tamales y pan de muerto.
Afuera, el otoño de Nueva Inglaterra llenará de hojas las calles. Adentro, los aplausos se mezclarán con las letras del compositor mexicano. “Porque lo que se ve no se pregunta”, diría él. Y esa noche, en el Symphony Hall, no habrá duda de que Juan Gabriel sigue vivo: en cada verso, en cada acorde, en cada lágrima que se escapa con la última canción. Los boletos van desde los 39 a 69 dólares (33 a 59 euros) y aún hay lugares disponibles.