Hasta que los feminicidios incomoden
Por qué será que las protestas feministas incomodan al Estado más que los asesinatos de mujeres
Bianca Alejandrina Lorenzana Alvarado, de 20 años, a quien le gustaba que le llamaran Alexis, fue reportada como desaparecida el sábado 7 de noviembre y el domingo 8 de noviembre fue hallada sin vida, tirada, desmembrada, en una bolsa de basura negra en un fraccionamiento en Cancún, Quintana Roo. De acuerdo al relato de su novio y amigos, Alexis salió a vender un cigarro electrónico a casa de un amigo, el último mensaje que recibió su novio Brandon Díaz al celular decía: “si amor, t amo”, unas horas después él publicó un post en redes sociales suplicando que le ayudaran a encontrarla. En el co...
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Bianca Alejandrina Lorenzana Alvarado, de 20 años, a quien le gustaba que le llamaran Alexis, fue reportada como desaparecida el sábado 7 de noviembre y el domingo 8 de noviembre fue hallada sin vida, tirada, desmembrada, en una bolsa de basura negra en un fraccionamiento en Cancún, Quintana Roo. De acuerdo al relato de su novio y amigos, Alexis salió a vender un cigarro electrónico a casa de un amigo, el último mensaje que recibió su novio Brandon Díaz al celular decía: “si amor, t amo”, unas horas después él publicó un post en redes sociales suplicando que le ayudaran a encontrarla. En el contexto de un Estado feminicida, Alexis publicó un tuit el 12 de diciembre de 2018 en el que decía: “Tengo miedo de salir de mi casa y no volver a ver a mi mamá”. Este mismo tuit ha sido reproducido y pegado en las protestas que hoy condenan su feminicidio.
Fueron las colectivas feministas de la zona las que convocaron a una protesta el lunes 9 de manera presencial y en lo virtual con el hashtag #JusticiaParaAlexis para exigir justicia. Unos 50 policías municipales disolvieron la protesta a tiros y golpes, entre la que había periodistas, menores de edad y personas mayores. Me gustaría repetirlo: hubo una balacera en la protesta feminista en contra del feminicidio de Alexis. Hubo tres heridos, la periodista Cecilia Solís recibió un tiro en la pierna mientras cubría la protesta. Pero las protestas son un derecho legítimo, no son un delito, entonces ¿por qué ocurrió? ¿Cómo es posible en una protesta feminista en contra del feminicidio de Alexis termine en disparos dejando heridos y a todas y todos los manifestantes con la experiencia de haberse salvado de una balacera? ¿De qué nos habla?
Vamos un paso atrás, ¿cómo es posible que vivamos en un Estado que permite que se desmiembre a Alexis a sus 20 años y su cuerpo se tire en una bolsa de basura? Sobre esto, no deja de aterrarme el símbolo que representa que nuestros cuerpos estén al mismo nivel que la basura que se tira en las bolsas negras de plástico, un detalle que forma parte de la compleja gramática de un Estado feminicida.
El feminicidio de Alexis movilizó una protesta en contra de los feminicidios en Quintana Roo y el Estado respondió con una violencia igual de brutal: uniformados, encapuchados con chalecos antibalas y armas cortas y largas disolvieron la protesta feminista. Cuando todo sale a la luz pública, las autoridades se deslindaron. ¿Por qué? ¿Y por qué será que las protestas feministas incomodan al Estado más que los feminicidios? ¿Por qué no hacen los mismos desplegados policiacos cuando hay una alerta de desaparición o se exige justicia ante un feminicidio? ¿Por qué no mandaron a estos mismos 50 policías a buscar a Alexis cuando su novio y familiares la buscaban, pero sí los mandaron a disparar a la manifestación que condena su feminicidio? ¿Y qué pasa en el caso de Quintana Roo visto de cerca?
La periodista y escritora Lydia Cacho, quien lleva más de un año fuera de México porque el Estado mexicano no puede garantizar su seguridad en su casa en Quintana Roo, opina sobre este caso: “Históricamente ha sido un Estado problemático y los gobernadores se han dedicado desde que yo tengo memoria a callar a la prensa y a los casos de feminicidios.
Este es un tema que no es nuevo, salió la policía por órdenes del jefe de la policía, Alberto Capella, él les dio la orden de que salieran por los lados, a escondidas a atacar a la gente, a disparar. Lo que nos lleva a ver el lado aún más sombrío en esta oscuridad: las y los manifestantes hemos sido convertidos por el Estado en antagonistas. Esto abre una puerta que nos trae más preguntas sobre este problema que nos cruza. El caso de la balacera en la protesta feminista en contra de los feminicidios (que me gustaría repetir y nombrar cuantas veces sea necesario) trae una claridad: el problema del antagonismo en este Gobierno. El gran problema de la 4T es que creen que las y los manifestantes somos antagonistas, que las protestas feministas son antagonistas, que las mujeres somos antagonistas, que las y los periodistas, académicos, artistas, escritoras y escritores que confrontamos y cuestionamos su gestión somos antagonistas porque criticamos.
Analicemos ahora de cerca por qué el Estado convierte a las y los manifestantes en antagonistas. Quienes estaban en la protesta, los cuerpos de las y los manifestantes, son cuerpos vulnerables, no tenían armas de ningún tipo, lo mismo que los cuerpos de las mujeres víctimas del feminicidio son cuerpos vulnerables. Alexis llevaba shorts negros, tenis, un cigarro electrónico, no más, como los y las manifestantes llevaban un teléfono. La fragilidad del manifestante es la que se oprime con la brutalidad policiaca. Esto es lo terrible, es el mismo mecanismo: el mensaje del Estado al ignorar los feminicidios y vulnerar y atacar a quienes protestan en contra de ellos es el mismo problema, el otro lado de la moneda. El movimiento es claro, el mecanismo es claro: minimiza a los cuerpos antagonistas, ya sean mujeres víctimas del feminicidio, cuerpos manifestantes vulnerables, los oprime y violenta.
Me gustaría decirlo bien fuerte, me gustaría que Andrés Manuel López Obrador, que Olga Sánchez Cordero, que Claudia Sheinbaum, que Mara Lezama entendieran que señalar los feminicidios, protestar por ellos, estar encabronadas por esto no es ser antagonistas, las mujeres no somos antagonistas. Y más aún, me gustaría que vieran que si el Estado ve las protestas feministas como antagonistas, al atacar a las y los manifestantes se potencian los feminicidios: los mismos contra los que están y estamos protestando. Mientras el Gobierno federal no dé la importancia que merece a este tema, ¿cómo espera que tenga importancia en los gobiernos estatales? ¿Acaso no les queda claro que estas protestas son indicadoras de que el problema está rebasado?
La protesta feminista motivada por el feminicidio de Alexis, a su vez, provocó otra manifestación en Ciudad de México para protestar por el feminicidio de Alexis, protesta feminista que terminó siendo encapsulada, una vez más, por el cuerpo policiaco. Lo que nos lleva a una conclusión evidente, pero reveladora, se trata de represión calculada, lo que quiere decir que se trata de una violencia también calculada. De la misma manera en la que los feminicidios son violencia calculada.
Vivimos entre violencias calculadas que van de lo mayor a lo menor, como el feminicidio de Alexis. Me rompe el corazón verla en redes sociales, a los 20 años, cantando precioso, pensando que no podrá seguir cantando. Me enoja ver violencias cotidianas, como al coconductor John Ackerman ignorando a la escritora Sabina Berman cuando le pregunta al aire su opinión sobre la balacera en la protesta feminista, porque ignorar su pregunta o su espacio para despedirse del programa que comparten es también una violencia calculada. Estamos ante un problema más grande que México, un problema de derechos humanos, que el Estado no reconoce.
Y todos se deslindan: López Obrador se deslinda, las protestas y los y las protestantes son antagonistas, las mujeres somos antagonistas. Ackerman no fue misógino ni grosero con su compañera Sabina Berman. A mayor y menor escala todos se deslindan. Pero no somos antagonistas. Protestar en contra de los feminicidios no es antagonismo, las protestas exigen que el presidente y los servidores públicos hagan su trabajo, que se haga justicia, que se frene esto, que reconozcan la magnitud y la urgencia que debe ser su prioridad, hasta que los feminicidios les incomoden más que las marchas feministas, sus paredes, sus fuentes y monumentos rayados.