Después de la pandemia deberíamos esforzarnos en no volver a la vieja normalidad, que no nos satisfacía, y avanzar hacia una normalidad mejor, de la que podamos estar orgullosos. Para ello necesitamos solidaridad entre nosotros; entre nosotros y nuestras instituciones; y entre nosotros, nuestras instituciones y los entornos en los que alcanzamos nuestra plenitud. No será fácil, pero las tecnologías digitales podrán ayudarnos mucho si las aprovechamos como es debido. He bautizado esto con el nombre de Proyecto Verde y Azul: una nueva alianza entre soluciones sostenibles y digitales. Esta es la alianza que debería darse para hacer frente a los desafíos que nos aguardan después de la pandemia: la crisis económica, el cambio climático, la desigualdad social y el sufrimiento de miles de millones de personas.

En estos tiempos de gran sufrimiento, el deseo de mirar más allá de la pandemia es grande. Se está escribiendo mucho sobre el futuro. Se hacen predicciones. Con ellas se intenta suponer cómo será el mundo. Cuanto más específicas son, más probabilidades tienen de ser erróneas. Se hacen proyecciones, y estas nos dicen mucho de nuestros miedos y deseos, pero poco sobre el mundo en el que vamos a vivir. Cuanto más puras son, menos nos informan sobre el futuro. Por último, se hacen proyectos. En este caso, el tema es qué podría pasar si elegimos. Así, un futuro en el que la solidaridad mundial sea un elemento fuerte y ampliamente generalizado en nuestra política puede parecer una predicción endeble o una proyección que no es más que la expresión de un deseo, pero debería tomarse en serio como parte de un proyecto humano para el siglo XXI.