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“La culpa es de los filósofos”: Sala GAM y el regreso de la pintura

Apasionados por y conocedores de la pintura desde muy temprana edad, Juan Pérez y Bartolomé Delmar nos hablan del regreso de la pintura, su aparente truculento discurso, así como la oportunidad que esta oleada representa para Sala GAM, espacio que coordinan.

Izquierda: The Leaf School, obra de Christian Camacho (2021). Derecha: Bartolomé Delmar y Juan Pérez, curador y director de Sala GAM, respectivamente. (Imagen: Ritta Trejo)

Para buena parte de los creadores, galeristas, curadores y personas involucradas en el entramado del arte contemporáneo resulta difícil escapar de los lugares comunes y las tendencias de su ambiente. Pasa con frecuencia que el sistema de validaciones, perspectivas, corrientes estéticas e incluso discursos y lenguaje se encuentran en un tiempo y espacio común, construyendo recurrentemente una suerte de homologación. El conceptualismo, el minimalismo, el hiperrealismo, el boom de las galerías, el neomexicanismo al frente…

En este tenor, una de las voces más recurrentes se ha venido replicando a la menor provocación, muchas veces sin tener bien a cuenta a qué nos referimos pero sí con mucha fuerza: “la pintura ha vuelto”.

Cierto, el arte contemporáneo es un terreno de juegos, ciclos, dinámicas y discursos que aparecen y desaparecen, se reformulan y vuelven con nuevos bríos. Algunas voces aluden al centralismo de la mirada -así como su consecuente agotamiento- sobre las dislocaciones escultóricas, el minimalismo y la recarga conceptual, puntos visibles de quiebre para que desde la década de los ochenta se pudiera hablar de un regreso a la pintura.

Sin embargo, y si bien este aparente regreso no antecede a los mismos motivos en todo del mundo, hay una realidad que pocos atienden a trazar de forma precisa: en el mundo no se ha dejado de pintar. Y más allá de hablar de una intensificación de la producción pictórica que justifique dicho regreso, podríamos estar hablando, en todo caso, de una suma de voluntades por traer de nuevo a cuento su pertinencia y vitalidad.

El artista multidisciplinario Israel Martínez (1979) apunta que este retorno es, por decir lo menos, extraño, mismo que tal vez responda al innegable halo tendencioso y cíclico en el arte. “Cuando empecé a exponer [en los noventa] nadie quería pintar. Ahora vas a las ferias y el 70% es pintura, muy poco video (que en algún momento fue también la tendencia), incluso el sonido, que ha sido de los formatos más complicados para aceptarse ha llegado a tener sus momentos interesantes tanto a nivel comercial como institucional. Quizás se deba a un hartazgo de la gente a la cotidianidad dura, la crisis económica o la violencia. Ahora viene más el juego y las formas duras de la plástica”, apunta Martínez.

Rafael Uriegas, Adán y Eva. Sala GAM, 2022. (Imagen: Ritta Trejo)

Coincidencia a la vista

Perteneciente a una de las galerías más completas y longevas de América Latina (Galería de Arte Mexicano, la GAM) en donde han expuesto artistas como Leonora Carrington, María Izquierdo, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Dr. Atl, Carlos Mérida, entre muchos otros, Sala GAM nace hace un lustro como un espacio joven y dinámico, a partir del gusto, la indagación y concepción particular de la pintura por parte de sus dos fundadores, Juan Pérez (director, 36 años) y Bartolomé Delmar (curador, 35 años), quienes se conocen desde hace ya algunas décadas y su conocimiento e interés por la pintura es muy nato y vivo, lo cual brinda nuevos bríos para “generar nuevos artistas, coleccionistas y entenderlo [Sala GAM] como un espacio con mucha historia, y ver cómo una tercera generación puede tener injerencia en un lugar así”, apunta su director.

El revival de la pintura coincide también con la mirada de Sala GAM, espacio que, aseguran sus fundadores, es sólo eso: una coincidencia. “Uno se puede ir fácil con la finta. En México, por ejemplo, sí hubo un abandono de la tradición pictórica casi declarado. Recuerdo a un curador de una institución pública, que cuando empezamos a hablar de pintura hace seis o siete años, su respuesta fue: ‘a mí la pintura no me interesa’. ¿Por qué se da esto? Pienso que por el impacto de las figuras relevantes que se dieron aquí en los últimos tiempos, quienes eran no pintores. Y por el otro lado, justo gracias a una avanzada de curadores, filósofos de formación, quienes venían de las maquinaciones hiperretóricas del conceptualismo y las acciones, cosas así, que sucedían en las grandes urbes como una suerte de rebeldía adolescente ante la tradición cultural. Había un prejuicio hacia lo mexicano y su tradición. Sin embargo llegaron 20 años tarde; cuando comenzaron a rechazar la pintura, en el resto del mundo ya se pintaba con la transvanguardia italiana, con los alemanes, en Nueva York hubo un boom en los ochenta… ¡Basquiat! Otro boom de pintura impresionista, en Alemania nunca se dejó de pintar. Es, a final de cuentas, un truco, un poco también.”, subraya Delmar Huerta.

Obra de Jonathan Miralda Fuksman. Sala GAM, 2022. (Imagen: Ritta Trejo)

Juan Pérez abunda también en el escenario más inmediato dentro del mercado del arte contemporáneo, ponderando la pintura también desde su factibilidad comercial, movilidad física y penetración en las corrientes estéticas.

“Hasta hace muy poco, por ejemplo, en las ferias ya no había nada de pintura, sólo arte conceptual e instalaciones invendibles. En ese sentido siento que, un poco, Sala GAM empezó una beta ante el hecho de que las grandes galerías no podían incluir artistas más jóvenes que estaban pintando, pese a que sabían que también era eso lo que necesitaban. La pintura además es movible; es complicado para los coleccionistas tener en bodegas interminables de esculturas. Y me atrevería a decir que he notado que el conceptualismo se ha permeado a la pintura, también.

“A raíz de esto, otras galerías han abierto también otros espacios. Más que buscar o abrir un resquicio comercial para regir todo esto, era el gusto por la pintura. Todos los artistas con los que hemos trabajado han dado un brinco a partir de eso y nuestra relación es honesta en ese sentido, porque los artistas han disfrutado trabajar con nosotros y viceversa; es un vaivén”, indica el director de Sala GAM.

“Lo que disfrutamos es la pintura. Punto. Que eso coincida con el ‘regreso de la pintura’ es eso: una coincidencia. Pero una cosa es clara: no hay que tenerle miedo a estar subido en una ola, fuera o en medio de ella”: Bartolomé Delmar Huerta. (Imagen: Ritta Trejo)

Un reencuentro para nuevas experiencias

Si bien la pintura brinda la posibilidad de explorar ópticas y reflexiones diversas incluso de manera simultánea, así como no puede escapar a su contexto y ser sociohistórico y político, los artífices de Sala GAM apuntan a que este reencuentro con la pintura se nos presenta también como una oportunidad muy rica para entender el juego del arte como una experiencia estética y no necesariamente moral o ética, como sí ha sido el caso del conceptualismo. “Si acaso, esa es su postura moral”, afirman Pérez y Delmar.

Por su parte, Bartolomé Delmar apunta que la tendencia actual en la pintura gira en torno a la trascendencia del interés matérico y reitera: “La culpa de todo la tienen los filósofos. A final de cuentas, en el pasado te parabas frente a un cuadro y no había necesidad de que llegara ningún galerista o curador a explicarte. Era más enajenante si acaso, sí. Más difícil, también. Pero justo ese era el juego. Yo he visto mucho eso: te paras frente a la obra y, a pesar de que uno esté versado en ese mundo, llegan y te explican.

El director de Sala GAM, Juan Pérez, abre la discusión y apunta sobre un tema vital, el cual ve un tanto ausente en este regreso de la pintura al ojo público: la relación de la calidad y la movilidad del artista mismo en cuanto a su penetración, trascendencia y vitalidad desde distintos frentes.

“A partir del boom del que estamos hablando, la calidad en la pintura ha bajado enormemente. Hay veces que gastar cinco pesos más en un buen lienzo es una diferencia que se nota muchísimo. Y cómo la gente está ávida de generar dinero rápido y de crear mucho. En esa traducción se pierde el hecho de que cada pieza vale y tiene que importar. No es un tema menor porque se pierde calidad no sólo física y material, sino también de la importancia que le pone el artista a cierta pieza”, asegura Juan Pérez. Y Bartolomé remata: “A diferencia de muchos ámbitos, en las artes plásticas calidad es trascendencia y trascendencia, agregándole muy poco sazón, es éxito financiero. Hay muchos casos de artistas extremadamente talentosos que, sencilla y llanamente no se mueven, no son buenos promotores de su obra ni les interesa. Pero cuando tú tienes un buen artista, que se quiere promocionar, va a ser un best seller con trascendencia de forma inminente. Ahora bien, ¿qué significa ser un best seller con trascendencia? Ahí ya hablamos de estructuras de poder internacional que ya no dependen del artista propiamente dicho. Una cosa es ser un éxito en ventas con trascendencia en Londres y otra en Guadalajara, pero dentro de sus núcleos es un hecho. Calidad y algo de esfuerzo publicitario implica ganancia”, apunta Delmar Huerta.

Pintura en cada rincón. Aspectos de la GAM. (Imagen: Ritta Trejo)

El juego infinito de los espacios limitados

De cara a un futuro en donde se espera que la pintura continúe en el ojo público de forma dinámica, pertinente y evolutiva, la guía curatorial de Sala GAM -espacio que su mismo director ve como un enorme tablero de posibilidades que a su vez son apuestas- sigue siendo una: el gusto por ver qué hace alguien [el artista] con ese reto. Simple y llanamente. Toda creación, aseguran los creadores de este lugar, es siempre el mismo juego: cómo respondes a la provocación, qué se te ocurre. El viejo problema de la página en blanco.

“Gran parte de lo que nos interesa también es dar esas libertades y ver qué hacen con ellas. Invitar a un artista a participar implica también relacionarte con él, es muy rico ver cómo trabaja un artista comprometido porque casi ninguno lo hace igual, son distintos en sus métodos y formas. Eso hace interesante la relación. Y no hay ninguno con el que no nos hayamos entendido, no nos interese su trabajo o que no nos pudimos comunicar con él. Es un gusto por el trabajo.

“Y es un poco también como el ajedrez: lo que plantea la pintura es muy claro desde hace mucho tiempo, siempre se está jugando el mismo juego. El hecho de que Sala GAM esté en la GAM es eso también, porque el archivo de la galería tiene 86 años y cada pieza que ha pasado por aquí desde 1935 se ha fotografiado y está registrada. Es rico porque es tener muchas reglas guardadas y el mapeo del arte de México al menos está situado en el mismo espacio. Inevitablemente es rico para todos”, abunda Juan Pérez.

A pregunta expresa a los fundadores de Sala GAM por sus apuestas personales en materia pictórica contemporánea, las cartas son tan fascinantes y diversas como claras y genuinas: Samuel Guerrero, Alicia Anayegui, Rafael Uriegas, Christian Camacho y Lucía Vidales.

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