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El facsímil le gana la batalla a la Feria del Libro de Madrid

Tras un año de ausencia, las reproducciones de libros antiguos vuelven a exhibirse en el evento

Un cliente consulta facsímiles en una caseta de la Feria del Libro de Madrid.
Un cliente consulta facsímiles en una caseta de la Feria del Libro de Madrid.D.V

A sus 84 años, a Gregorio Bartolomé, experiodista de la sección de Cultura del diario Ya y profesor retirado de Periodismo y Literatura de la Universidad San Pablo CEU, las reproducciones de libros antiguos que tiene delante le traen imágenes de los años cincuenta, cuando, con apenas 15 años ayudaba en lo que podía en las tareas de conservación de los más de 400 incunables –libros impresos entre 1453 y 1501, con las primeras técnicas de imprenta de Gutenberg– que se conservaban en el archivo histórico de la catedral soriana de El Burgo de Osma. “Recuerdo que, a cambio de nada, a una empresa belga le permitieron fotocopiar todo el archivo. Mi tarea era sobre todo vigilar que no arrancaran hojas, porque de vez en cuando se llevaban alguna”, rememora mientras, con la misma curiosidad y cuidado que entonces, pasa lentamente las páginas del libro que tiene entre las manos, a pesar de que en esta ocasión no se trata de un libro antiguo original, sino de una edición facsímil, es decir, de una reproducción que aspira a ser una copia idéntica al genuino.

Este año ha podido hacerlo en la Feria del Libro de Madrid, algo que no sucedió en 2018, cuando la comisión organizadora, en su afán por reducir el número de casetas y, por tanto, el impacto ambiental de la feria en el Retiro, dejó fuera del evento a los editores de facsímiles. Estos acudieron a los tribunales, donde mostraron el enorme agujero que había dejado en sus arcas el no poder mostrar su trabajo a los 2,2 millones de personas que se acercaron el año pasado al parque del Retiro. Finalmente, la intercesión del ayuntamiento ha permitido, por ahora, el retorno del facsímil, aunque está por ver qué sensibilidad tendrá con el sector el nuevo consistorio salido de las últimas elecciones municipales.

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La clave de una buena reproducción, explican los expertos, está en los detalles: el sonido de las hojas al moverse, que debe ser idéntico al que produce el pergamino al rozarse con el aire; el tamaño de la letra, que no puede alejarse un milímetro de la referencia; el color de las ilustraciones, que debe ofrecer un resultado idéntico al que obtenían con sus propias técnicas y materiales los antiguos maestros iluminadores. “La persona que se interesa por este tipo de producciones suele ser una persona sensible, de buen gusto, con una formación media-alta”, explica Raúl Arévalo desde la caseta de la editorial Moleiro, donde se exhibe, entre otras muchas obras, la reproducción de un breviario que perteneció a Isabel I la Católica valorado en 10.800 euros. Acto seguido, a escasos metros, desde la editorial Testimonio y Cía se lamentan de que cada vez son menos los que se interesan por este tipo de ejemplares: “La gente se acerca con la boca abierta a preguntar si lo que vendemos es el original, pero luego solo curiosean. Los jóvenes hoy en día solo están pendientes de las nuevas tecnologías, estas cosas ya no les interesan”.

Ejemplar de una reproducción de un Evangelario encargado por Carlomagno valorado en 30.000 euros.
Ejemplar de una reproducción de un Evangelario encargado por Carlomagno valorado en 30.000 euros.D.V

Discrepa con esta opinión Begoña Colmenarejo, quien a sus 50 años lleva más de media vida en el negocio del facsímil desde la editorial Orbis Medievalis: “En España el gusto se ha ido adiestrando mucho desde que yo empecé en el 92. Hemos pasado de que la gente no tenía ni idea a que ahora todos tienen una cierta intuición. Si se les muestra, a los chicos jóvenes claro que les interesa”, explica al tiempo que abre unos catálogos monográficos que la editorial pone a disposición del público por cinco euros y que tienen por objetivo orientar a los principiantes. Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el facsímil, detalla la experta, es la sensación que tiene el gran público de que se trata de un producto solo reservado a coleccionistas y bolsillos holgados.

No todos valen 30.000 euros, como este”, dice al tiempo que posa la mano sobre una copia del Evangelario de Godescalco, encargado por Carlomagno. Existen, al menos, un par de trucos para sortear los precios prohibitivos.

El primero es preguntar por las ediciones en prepublicación, es decir, facsímiles que se ponen a la venta antes de que culmine el trabajo de réplica: su entrega se puede demorar entre uno y dos años, pero suelen presentar importantes descuentos. El segundo es ceñirse a las muchas obras cuyo valor no supera los 1.000 euros, y que las editoriales suelen permitir pagar en cuotas sin intereses. En cualquier caso, cada  ejemplar debe venir acompañado de una transcripción del texto, un estudio de las ilustraciones, un número de ejemplar –las tiradas nunca deben superar los mil libros– y un acta notarial.

“¡Son chulísimos!”, dicen dos visitantes, que salen impresionados de la caseta de Orbis Medievalis. Es su primera vez en la Feria del Libro de Madrid: “La verdad es que no nos esperábamos un puesto así”, confiesan. Ella, una enamorada de la Edad Media, lamenta no poder acceder a algo así. Él le sorprende con una puerta abierta a la esperanza: “Pues yo, entre 100 y 300 euros por algo así sí pagaría”.

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