"Hay días en los que solo vendo dos quesadillas"

Más de 1,6 millones de negocios tuvieron que cerrar en México debido a la pandemia de la covid-19. Muchos de ellos no han logrado levantar sus cortinas para volver a recibir a clientes. Y los que lo han hecho, se han tenido que enfrentar a la escalada de precios que aumenta los costes y limita las ganancias. Esta es la historia de Julia Manzano, una mujer que ha tenido que remar a contracorriente para mantener con vida su negocio: Antojitos Juli.

La inflación en México y la lucha de los pequeños negocios por sobrevivir

  • Fotografía y Audio: Gladys Serrano
  • Texto: José Pablo Díaz
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Julia Manzano, de 64 años, regenta su propio puesto de quesadillas en Ecatepec de Morelos, en el Estado de México. Ha trabajado ininterrumpidamente desde los 12 años. A esa edad, la falta de recursos y la búsqueda de mejores oportunidades la llevaron a abandonar su hogar en la localidad de Zoyatitla, en el Estado de Puebla. Dejaba atrás a sus padres y a la mayoría de sus 15 hermanos para buscar un trabajo en Ciudad de México.

Su primera experiencia profesional fue como sirvienta en una casa en la colonia San Pedro de los Pinos, en el centro-poniente de la capital mexicana. Su hermana Bertha la había recomendado con una familia acomodada. Llegó a ese hogar sin saber cocinar “ni un arroz”, pero poco a poco se fue interesando por la preparación de alimentos. Luego de un par de años ya era, en sus palabras, “una experta en la cocina”.

Desde hace 40 años, la señora Julia (como es conocida entre sus amigos y algunos de sus clientes) se dedica a preparar quesadillas. Abrió su propio puesto en la calle de Río Lerma, en la colonia Cuauhtémoc. En sus mejores años, la venta era más que sustancial; llegaba a tener hasta 30 clientes en fila. Sin embargo, en 2019, sus hijos le ofrecieron la oportunidad de abrir un local en el mercado Emiliano Zapata, a tan solo tres calles de su casa, en el municipio de Ecatepec. Ante sus dolencias físicas y las presiones de la alcaldía para reducir el número de puestos callejeros, ella aceptó.

Con orgullo y nostalgia presume una imagen de ella en su antiguo puesto. En su comal hay 17 quesadillas calentándose simultáneamente. Hoy en día la realidad es muy distinta. En el mercado Emiliano Zapata, hay jornadas en las que solo vende dos quesadillas. “Las ventas han disminuido en todos lados. La gente prefiere cocinar en casa en vez de salir a comer a la calle”, explica desanimada la señora Julia.

Antes de la pandemia de covid-19, el mercado Emiliano Zapata lucía lleno de vida. Tenía 56 locales: carnicerías, papelerías, peluquerías, mercerías y fondas, entre muchos otros tipos de negocios, ofrecían sus productos y servicios a los visitantes. Hoy, tan solo 36 locales han logrado reabrir. El resto, son algunos de los más de 1,6 millones de negocios que, según datos del Inegi, no han podido volver a levantar sus cortinas metálicas tras la emergencia sanitaria.

En su antiguo puesto, la señora Julia ofrecía sus quesadillas a 17 pesos y a 18 si eran combinadas. Ahora, la inflación la ha obligado a subir el precio a entre 20 y 22 pesos por pieza. Sin embargo, este incremento también se queda corto y ella asegura que para fin de año espera poder darlas en 25 para lograr obtener ganancias.

Julia Manzano se las ha tenido que arreglar para sacar adelante a sus seis hijos. Ella sola se ha hecho cargo de pagar su educación. Con el apoyo incondicional de su madre, todos lograron terminar la universidad, algunos con honores académicos y estancias en el extranjero. Julia reconoce que hoy en día existen muchas becas para completar los estudios, sin embargo, asegura que la subida de los precios en México lo ha complicado todo, y que lograr lo que ella hizo por sus hijos, es cada vez más difícil.

La pandemia de la covid-19 se cobró la vida de dos de los hermanos de la señora Julia. Por este motivo, y ante el temor de nuevos contagios, ella es reacia a abandonar las medidas sanitarias que adoptó durante la pandemia. Rara vez se quita la mascarilla, pide a sus clientes ponerse gel antibacterial y recibe el dinero con una bolsa de plástico alrededor de su mano.

El puesto de Julia Manzano, que fue bautizado por ella y sus hijos como Antojitos Juli, opera desde las 10.00 hasta 18.00 horas de martes a sábado. Tres cartulinas de colores estampadas en los muros de su local anuncian los guisos disponibles en la cocina de la señora Julia. Antes eran 12 en el menú, pero el elevado coste y las pocas ventas la han obligado a reducirlo a seis. Además de quesadillas, también ofrece pambazos, sopes y gorditas.

Uno de sus clientes pregunta si tiene nopales para ponerle a su quesadilla. “No señor, los nopales están por las nubes. Ya pura lechuga, que también está muy cara”, le responde. Ella explica que antes le vendían 10 nopales por 10 pesos, ahora, por la misma cantidad de dinero, tan solo le dan tres nopales.

La carne de res ha sido otro de los ingredientes que ha tenido que retirar del menú. Tan solo en lo que va del año, el precio de este producto ha subido de los 148 pesos a los 190, según datos del Índice Nacional de Precios al Consumidor del Inegi, aunque ella comenta que lo más normal es encontrar el kilo en al menos 200 pesos.

Hay productos de los que, a pesar de la subida de precios, la señora Julia no puede prescindir. Como el aceite. Según el Inegi, el precio de este artículo ha subido de los 44 pesos en enero de 2022, hasta los 58, en octubre. Lo mismo ha ocurrido con la masa para elaborar tortillas, cuyo precio ha incrementado hasta un 30% en lo que va del año.

A Julia Manzano no le gusta meterse en temas de política. Asegura que no entiende del todo cómo funciona la escalada de precios y que confía en que los gobernantes están haciendo un esfuerzo por controlarlo. Sin embargo, esta confianza no reduce su preocupación, y le gustaría que los precios dejaran de subir para que las personas puedan volver a “darse el gusto de salir a comer”.

Para la señora Julia, al igual que para su hija Mercedes, que tiene una fuente de sodas frente al local de su madre, reducir la calidad de los alimentos que producen no es una opción. “Vendemos lo mismo que nosotras comemos, y aunque los ingredientes estén cada vez más caros, nos gusta comer bien y ofrecer los mejores productos a nuestros clientes”, aclara mientras atiende a una mujer que ha acudido a comprar una de sus quesadillas.

Al terminar su jornada, la señora Julia regresa a casa a preparar los guisados para la venta del próximo día. Todos sus hijos cooperan en los gastos de los ingredientes. Incluso le han ofrecido en repetidas ocasiones apoyarla económicamente para que deje de trabajar. Pero la señora Julia asegura que eso no está entre sus planes: “A mí me encanta trabajar, me angustio y me aburro cuando estoy en casa sin hacer nada, y aunque ya no gane tanto como antes, disfruto mucho estar en mi puesto”.

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