La investigadora Helena Cotler Ávalos habla en entrevista sobre la importancia de adoptar un enfoque integral de cuencas en las políticas públicas relacionadas con la gestión hídrica.
Todos sabemos el nombre de nuestra colonia, ciudad, municipio y estado, pero ¿cuántos conocen el nombre de su cuenca hidrográfica? Es en estos espacios geográficos –que trascienden los límites territoriales– donde se regenera el agua que necesitamos para vivir. Las zonas metropolitanas de la Ciudad de México, Toluca y Cuernavaca, por ejemplo, obtienen el 70% de sus recursos hídricos gracias a la recarga de acuíferos que se produce en el Bosque del Agua, un ecosistema fundamental de la gran Cuenca de México.
De acuerdo con cifras del INEGI, la Conagua y el INECC, México tiene 807 cuencas menores a 50 kilómetros cuadrados y sólo 16 cuencas con extensiones mayores a 20.000 kilómetros cuadrados. Helena Cotler Ávalos es una de las expertas en el manejo integral de cuencas en México. La doctora en Ciencias Agronómicas trabaja actualmente en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial, integrado al sistema CONACYT, y hasta 2015 fue parte del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). En este Día Mundial del Agua, hablamos con ella sobre las iniciativas que existen en México para la gestión integral de las cuencas, con el fin último de conservar y/o restaurar los ciclos hidrológicos naturales.
¿Por qué es importante adoptar una visión de cuencas para pensar e implementar las políticas en materia de agua?
En pocas palabras, porque el agua no viene de un tubo. Viene y se renueva en los ecosistemas de una cuenca. La cuenca es el territorio donde se puede entender el ciclo hidrológico del agua. Ahí cae, se infiltra, escurre, hay posibilidades de recargas. Y ahí también empiezan los problemas de contaminación por las descargas municipales e industriales. Muchos problemas del agua se originan por las actividades productivas que se dan en una cuenca. La mejor manera de regular la calidad y cantidad del recurso es haciendo una regulación en el territorio de la cuenca. Lo que ha sucedido en México es que se ha manejado la gestión hídrica por un lado y la gestión del territorio por otro. Hay un divorcio grande entre los dos y esa es una de las causas del problema.
¿Cuál es la situación de las cuencas hidrográficas en México?
Es un estado bastante crítico. Cerca del 80% de la población mexicana vive en cuencas con grados de alteración de fuerte a muy fuerte. Sabemos que hay una relación estrecha entre la calidad de vida y la salud de los ecosistemas. Si tenemos cuencas que han sido muy afectadas por la deforestación, la erosión de suelos, o las actividades productivas, la calidad del agua va a estar bastante mal. No es un panorama realmente aceptable. El artículo cuarto de la Constitución señala que tenemos derecho a un medio ambiente sano. Necesitamos una transformación total, comenzando con una nueva ley de aguas.
¿Qué sucede con la ley actual?
No es una ley general, es una Ley de Aguas Nacionales. En 2012, cuando cambió el artículo cuarto de la Constitución mexicana para incorporar el derecho humano al agua, se estableció que en un lapso de 360 días tendría que emitirse una Ley General de Aguas. Ha habido iniciativas, pero todavía no tenemos una ley general como lo manda la Constitución. Sé que algunos diputados van a comenzar a organizar foros este año para la discusión, pero la ley tendría que haber salido hace seis años.
¿Qué tanto se ha adoptado una visión integral de cuencas en las políticas ambientales de México?
No ha habido ninguna adopción. Se han hecho más bien pequeños trabajos a nivel local, gracias a organizaciones sociales, ejidos o municipios apoyados por fundaciones privadas. De parte del Gobierno, el único impulso que se dio fue en el año 2000, cuando se desarrolló un programa de manejo integral de microcuencas. Fue un impulso interesante pero se cerró y no se volvió a establecer. La planeación y el manejo de las cuencas tendría que suceder en los consejos de cuenca, un órgano donde la ciudadanía puede participar. Estos consejos están proyectados en el papel, pero no se ha designado un presupuesto para ellos.
¿Por qué es tan importante la participación ciudadana en estos procesos?
Porque en el territorio hay muchos intereses. Cada grupo social puede tener intereses distintos, visiones distintas del territorio. El sector minero puede tener un plan pero los ejidos tendrán otro. Los agricultores pequeños y los grandes tendrán distintas expectativas. Es necesario escuchar todas las voces y las distintas visiones, y no solo las de un grupo. Los grupos sociales organizados, con demandas claras, planes y alternativas, pueden tener incidencia en las decisiones. La participación permitirá abrir más espacios para que otros grupos también tengan una voz: los afectados ambientales, las mujeres... El agua se utiliza para todas las actividades productivas. El agua permea absolutamente todo y cada uno tiene visiones distintas de cómo usarla y conservarla.
¿Qué casos de manejo de cuenca son destacables en México?
En el libro Lecciones aprendidas del manejo de cuencas en México presentamos varios casos, que reflejan la diversidad en la gestión. No hay una sola forma, todas son distintas. Pero todos los casos se topan con un obstáculo: el Estado, porque este no obliga al cumplimiento de la regulación y la normatividad. La organización Sendas, en Xalapa, encuentra obstáculos en el municipio (que es el nivel de Gobierno con la atribución de saneamiento del agua). La asociación quería fomentar un pago voluntario por servicios ambientales, que se incluyera en la boleta del agua para la conservación de los bosques, pero no obtuvo la aprobación del municipio. En Saltillo sí se logró: los ciudadanos pueden aportar 5 o 10 pesos que se va a un fideicomiso para la conservación de los bosques. En Mazatlán, la organización social Conselva trabaja para restaurar la captación natural en las cuencas del sur de Sinaloa. Hay casos distintos a lo largo del país.
¿Existen propuestas concretas en cuanto a manejo de cuencas en el nuevo Gobierno de México?
Están cambiando muchos programas. Habrá que ver en los siguientes meses cuáles son los que van a quedar. Aún no sale el programa hídrico, ni el de medio ambiente. Lo que es una mala señal es el inmenso recorte presupuestal que ha tenido la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat): en 2018 tenía 37 mil millones de pesos y este año tiene 26 mil. Estos recortes vienen de los últimos sexenios. Es una señal que dice ‘el medio ambiente no importa’, cuando dependemos estrechamente de él.