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Las materias primas, la última piedra en el camino de los mercados y los bancos centrales

Productos como el petróleo o el aluminio se encarecen con fuerza este año, condicionando las decisiones monetarias y poniendo en peligro el “aterrizaje suave” de la crisis inflacionaria

Plataforma petrolífera de la compañía francesa Total, a 250 kilómetros de la costa de Angola.
Plataforma petrolífera de la compañía francesa Total, a 250 kilómetros de la costa de Angola.RODGER BOSCH (Getty)
Pierre Lomba

Los precios de las materias primas, que pusieron en serios apuros a la economía mundial hace dos años, vuelven a dar la voz de alarma: el petróleo sube más de un 10% desde principios de año, y metales como el aluminio, el cobre o el hierro se han disparado en los últimos meses. Las causas y consecuencias de este fenómeno renovado son transversales a toda la economía. El repunte no solo complica el penúltimo tramo —que no acaba de ser último— de la lucha contra la inflación. También hace temer por un frenazo más duro de lo esperado en la actividad. Todo ello pone en un brete a los banqueros centrales y a los inversores: unos miran de reojo cómo sus monedas pierden terreno contra el dólar y vigilan que unas materias primas más caras no boicoteen su objetivo de estabilidad de precios; otros ven cómo un freno a la actividad —las subidas de tipos— va a tardar en desaparecer, mientras la tensión geopolítica aprieta las rentabilidades.

El índice de materias primas recopilado por Bloomberg, que recoge los precios de los contratos de futuros de los productos más importantes, está en máximos de los últimos siete meses. Es un fenómeno ecléctico: el café o el cacao —aunque están lejos de ser la mayor preocupación de los mercados— son de las materias que más se disparan, con subidas, en el caso de este último, del 170%. La lista está dominada por minerales y metales: el cobre sube un 14,3% desde enero, el aluminio lo hace un 11% (casi un 20% en el último mes y medio). El hierro, que bajó con fuerza durante el año, ha visto cómo la gráfica se daba la vuelta desde los 100 dólares de principios de abril, y ya roza los 110.

Un empleado en una fábrica de producción de aluminio en Francia
Un empleado en una fábrica de producción de aluminio en FranciaPATRICK HERTZOG (AFP)

Aunque las principales preocupaciones de los mercados están en el petróleo. La oferta sigue artificialmente limitada por el cártel de los productores, y las proyecciones de demanda no encuentran un consenso. Norbert Rücker, economista jefe del banco de inversión suizo Julius Baer, apunta que los precios acabarán bajando por un menor consumo en Occidente y un descenso de las importaciones chinas: “Arabia Saudí y sus aliados acabarán viéndose presionados para relajar sus frenos a la producción”. La mayoría de analistas prevén que el crudo se sitúe en un rango de entre 80 y 90 dólares el barril, pero advierten de que la tensión geopolítica lo mantendrán el rango alto. Desde Bank of America apuntan a un pico de 95 dólares en verano.

Todas las previsiones vienen con ese asterisco: el crudo es el termómetro por excelencia de las tensiones geopolíticas, y los acontecimientos de los últimos meses no animan a bajar la temperatura. El último episodio de conflicto bélico en Oriente Medio, este viernes, disparó la volatilidad del Brent tras la represalia israelí al ataque de drones y misiles iraní del fin de semana pasado. El barril llegó a encarecerse un 5% en los primeros compases del día, pero se moderó en la jornada hasta los 87 dólares. Una nueva demostración del nerviosismo de los inversores respecto a posibles sanciones sobre Irán, el octavo productor mundial y exportador, en los últimos 12 meses, de 36.000 millones de dólares en crudo.

El alza de las materias primas, nuevo foco de inquietud en el mercado

Una escalada bélica en Oriente Medio de la suficiente magnitud podría resultar, además, en el cierre del estrecho de Ormuz: los analistas de ING calculan que, de darse un bloqueo, el precio del barril superará los 200 dólares. Por él pasa la quinta parte del crudo que se mueve por mar en el mundo, y buena parte del gas natural. Este último es la gran excepción del rally de las materias primas este año. Aunque fue el gran dolor de cabeza de los Ejecutivos comunitarios hace dos años, las reservas europeas de gas rondan máximos y anticipan precios estables el resto del año. Una escalada en Ormuz podría desbaratar esta calma tensa: por él pasa el 20% del gas licuado del mundo —el formato que ha salvado las reservas comunitarias—, según la Agencia Internacional de la Energía. Y aunque su precio está muy lejos de los máximos marcados en la crisis energética, el futuro del gas TTF (de referencia en Europa) se ha encarecido un 15% este mes.

El rally de los metales

Los metales industriales se han visto golpeados por un conjunto de shocks que ha disparado su volatilidad: el último, la semana pasada, es la ronda de sanciones de Reino Unido y Estados Unidos, que han prohibido la exportación, venta, reexportación, o suministro de metales como el níquel —clave para las baterías de los coches eléctricos—, el aluminio o el cobre por cualquier empresa vinculada a la Federación Rusa.

Moscú produce el 6% del níquel mundial, el 5% del aluminio y el 4% del cobre. Este movimiento resultará en un aumento a corto plazo de los precios, apunta desde ING Think la analista Ewa Manthey, que advierte, con todo, de que la consecuencia más probable es que Rusia les dé salida en otros mercados, como China. Las importaciones de Pekín de los minerales rusos alcanzaron cifras récord el año pasado.

Por el lado de la demanda, apunta el director de coyuntura económica del think tank Funcas, Raymond Torres, el empuje estructural de las renovables ha condicionado al alza los precios de algunos minerales. Para Manthey, las nuevas sanciones a Rusia no condicionarán a largo plazo el mercado, aunque es probable que el mercado siga volátil, debido sobre todo a la gran incertidumbre de la oferta. La incertidumbre es una noción repetida constantemente: el reciente rally del hierro, señalan los analistas de Bank of America, dependerá en buena parte de la demanda doméstica y del precio del acero de China, cuya menguante producción industrial es, también, un foco de preocupación.

Un reto para los bancos centrales y las Bolsas

Las ramificaciones de un nuevo fenómeno inflacionario en las materias primas son enormes. El petróleo impulsa a la gasolina y traslada las subidas con rapidez a toda la cadena de consumo a través de los costes de transporte. Con el crudo al alza, el precio de la gasolina alcanzó la semana pasada los 1,67 euros por litro de media en las principales estaciones de servicio españolas, máximos de octubre. Y un repunte de los precios es lo último que quieren los bancos centrales ahora que se disponían a moderar el precio del dinero.

La subida del crudo y de otras materias primas se suma, además, a una fortaleza inusitada de la economía (y la inflación) estadounidense y refuerza una retórica que a finales del año era impensable: que la Reserva Federal pueda volver a subir los tipos este año. Los mercados descuentan por el momento un panorama más favorable para 2024, con dos bajadas empezando en septiembre, pero pesimista respecto a principios de año. “Una escalada de los precios del petróleo podrían limitar aún más la capacidad de los bancos centrales para ofrecer estímulos”, advierte el responsable global de materias primas y derivados de Bank of America Research, Francisco Blanch.

El riesgo de un aterrizaje más brusco de lo esperado sobrevuela así a las economías desarrolladas: “Un repunte muy importante del petróleo y del resto de suministros”, advierte Torres desde Funcas, “tendría un impacto asimétrico”: sus consecuencias se trasladarían rápidamente al crecimiento, deprimiendo a unas economías desarrolladas que, con excepciones como España, ya muestran señales de fatiga. Y, por otra parte, este menor dinamismo económico tardaría en tirar de los precios hacia abajo. Son fantasmas de una estanflación que parecían superados.

Jerome Powell
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.Chip Somodevilla ( GETTY IMAGES )

Todas estas tensiones se reflejan con claridad en los mercados bursátiles, que llevan desde mediados de 2022 más pendientes que nunca de la evolución de los tipos de interés. Asumido que la Fed no va a recortar el precio del dinero como se esperaba, la renta variable sufre: en el último mes, donde los precios no han dado buenas noticias en Estados Unidos, el S&P 500 se ha dejado más de un 3,5% de su valor. El Nasdaq, que, como el petróleo, sirve de termómetro económico, se ha dejado más de un 4% en ese periodo. La incertidumbre inunda los mercados, que se entregan a la volatilidad. El VIX, que mide este parámetro, se ha disparado un 33% en los últimos 30 días.

Incertidumbre y volatilidad llevan a los inversores a refugios clásicos: la rentabilidad del bono estadounidense se dispara casi un 20% desde enero. Y, de la mano de los bonos, y ante este difícil panorama, una materia prima sobresale por encima de las otras: el oro. El metal preciado por excelencia se ha encarecido más de un 15% en lo que va de año, en un rally que, advierte el economista de Julius Baer Carsten Menke, no tiene visos de acabar. El ataque de Irán del sábado pasado no hizo más que aumentar esta retórica: en las últimas ocho semanas, el metal dorado ha subido más de un 20%.

De la mano del oro y de los bonos, los inversores se refugian también en una moneda imbatible como el dólar. Las materias primas y los tipos altos durante más tiempo en Estados Unidos presionan, aún más, a unas divisas que poco han podido hacer contra el el billete verde en los dos últimos años. Aunque el mandato del BCE esté centrado en mantener los precios, no pueden perder de vista a las divisas, porque el tipo de cambio impacta directamente en el IPC: como señala Torres, materias tan críticas como el petróleo se pagan en dólares, y si tal y como se espera, el Banco Central Europeo (BCE) comienza la senda de bajadas antes que la Fed —restando atractivo al euro— la Eurozona acabará pagando más por ellas y su IPC volverá a subir.

Para las monedas emergentes, un rally de materias primas puede ser un salvavidas o una condena: monedas como el peso colombiano suben con variaciones diarias a las subidas del petróleo, mientras que el sol peruano agradece el repunte del cobre. En el otro lado de la balanza, un dólar sostenido por el petróleo y tipos altos perjudica a divisas asiáticas como la rupia indonesia e india, o el won surcoreano, que está en mínimos de 17 meses. Para María Marcos, analista de Monex, ni las divisas dependientes de las materias primas van a poder con el dólar en este contexto: “Después de todo, es probable que el repunte de las materias primas coincida con unas condiciones de mercado reacias al riesgo y unos rendimientos estadounidenses más altos”.

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Pierre Lomba
Redactor de la sección de Economía. Graduado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. Después de ejercer la abogacía, realizó el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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