La 4ª temporada,
en exclusiva en Vodafone TV con HBO España
Cómo una mujer hará temblar una dictadura
¿Qué represalias podría tomar un totalitarismo militar y religioso como el de Gilead cuando está a punto de perder el control? ¿Cómo puede vivir en democracia una generación crecida bajo los preceptos de su tiranía? En esta cuarta temporada, la serie responde a estas cuestiones universales y demuestra cómo hasta lo que parecía inamovible puede tambalearse
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86 niñas y niños al cuidado de varias sirvientas domésticas aterrizan en Canadá. June Osborne (Elisabeth Moss) los ha liberado del yugo de Gilead. La dictadura debe responder a la afrenta: suenan tambores de guerra. June es la fugitiva más buscada y sus enemigos conocen su punto débil: su hija Hannah. Mientras, en Canadá, los exiliados se enfrentan a otras ataduras, estas más difíciles de romper: las de la adaptación a la libertad tras el drama psicológico experimentado.
La cuarta temporada de El cuento de la criada, la exitosa serie basada en la novela homónima de la canadiense Margaret Atwood que se estrena este 29 de abril en HBO España, afronta realidades posibles más allá de la ficción. Con el rodaje de una quinta temporada ya confirmado, repasamos las claves de Gilead, analizamos la evolución de los personajes y el fértil momento para la ficción distópica y descubrimos a las artífices de una obra que se ha convertido en símbolo de la lucha de las mujeres.
Cuando EE UU se convirtió
en Gilead
La contaminación y los desastres ecológicos provocan que solo una de cada cinco mujeres siga siendo fértil. La humanidad está abocada a la extinción. En ese contexto, un grupo fanático atenta contra el presidente de EE UU y, tras una guerra civil, se instaura una dictadura teológica inspirada en el Antiguo Testamento, Gilead, que promete una solución a tan negro destino. Las mujeres pasarán a tener una única misión, engendrar hijos, y ningún derecho.
Así es la sociedad en la
dictadura de Gilead
Mujeres fértiles cuya única misión es engendrar hijos para los comandantes y el Estado. Son propiedad de las familias; de hecho no tienen nombre propio, sino que se las conoce por la preposición ‘de’ más el nombre del comandante al que pertenecen (Defred, Dejoseph…). Si tras un tiempo no consiguen quedar encinta, pueden ser degradadas o terminar en campos de trabajos forzosos.
Las preadolescentes son el tesoro de las familias aristócratas, por su potencial fertilidad futura.
Casadas con los comandantes, son las encargadas del mantenimiento de los hogares. Tienen sirvientas para las tareas domésticas y, si son infértiles, poseen criadas para intentar engendrar.
Mujeres infértiles y solteras que sirven como empleadas domésticas en las casas de los comandantes o que limpian y cocinan en empresas públicas tales como lavanderías u hospitales.
Son las mujeres encargadas de educar a niñas y criadas, impartir disciplina y asistir en los partos. No pueden desposarse ni tener hijos.
Están desposadas con hombres de bajo rango de la república de Gilead. No tienen derecho a servicio ni a criada.
Las mujeres que no encajan en ninguno de los peldaños terminan en prostíbulos o campos de trabajos forzosos.
Son los líderes de las familias de la aristocracia, los fundamentalistas que impulsaron y gobiernan la república de Gilead.
Policía que vigila el cumplimiento de las normas cívicas y morales. Espían y delatan a cualquiera, que ante la menor falta puede acabar en la horca.
Profesionales de menor rango que los comandantes al servicio de la república de Gilead que usualmente no están casados ni tienen familia propia: médicos, soldados, escoltas, chóferes…
Su escalafón en la jerarquía de la república les impide disfrutar de privilegios como disponer de una asistenta en el hogar o de una criada, aunque sus mujeres sean infértiles. Contraen matrimonio con las econoesposas.
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Gilead contra EE UU
Gilead no logró arrasar a sus enemigos. Su zona de influencia se asienta sobre todo en la costa este, mientras vastos territorios del oeste, el norte o antiguos estados sureños de EE UU continúan en conflicto o bajo control rebelde
La evacuación de 86 niños a Canadá orquestada por la criada June coloca a Gilead entre la espada y la pared: el Estado debe responder, o de lo contrario dará muestras de debilidad. Pero, ¿puede permitirse otra guerra? ¿Cómo actuar? Del otro lado de la frontera, la complicada relación del matrimonio Waterford en la prisión canadiense y la adaptación de los menores a vivir en libertad tras criarse en los valores de Gilead toman protagonismo. Todas estas disyuntivas serán el motor de la cuarta temporada de El cuento de la criada.
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June Osborne
En la novela de Margaret Atwood el verdadero nombre de la protagonista nunca se revela. En la serie, ella es June Osborne. A través de sus ojos descubre el espectador cómo es Gilead. Está casada con Luke Bankole, con quien tuvo una hija, Hannah. Con la instauración de Gilead, su hija termina en manos de una de las familias aristócratas gobernantes y ella se convierte en criada, un vientre fecundo entregado primero a la familia Waterford y luego a la familia Lawrence.
Como propiedad del comandante Fred Waterford pasa a llamarse Defred. Poco a poco, y gracias en buena medida al recuerdo de las enseñanzas feministas de su madre, cobra noción de la importancia de hacer cuanto esté en su mano contra el mal, representado por Gilead. Sus insumisiones, acciones cada vez más arriesgadas contra el régimen -movidas por su amor hacia su hija Hannah- y su deseo de reencontrarse con ella y con su marido Luke sirven de inspiración a otros para rebelarse. En la tercera temporada, tras abandonar la casa de Waterford, el nuevo comandante al que sirve, Joseph Lawrence, la ayuda a organizar a los que clandestinamente operan contra el régimen. Lawrence, miembro fundador de Gilead arrepentido de sus logros, acaba de perder a su esposa, y gracias a él June Osborne y su grupo de mujeres disidentes logrará asestar un golpe trascendental a Gilead: embarcar a 86 menores rumbo a Canadá, arrebatando así a Gilead su bien más preciado.
Fred Waterford
Fred Waterford es uno de los ideólogos y muñidores de la instauración de la dictadura religiosa de Gilead, república en la que ostenta un alto cargo. Él y su mujer, Serena, son incapaces de concebir un hijo, razón que lleva a sus vidas a June, cuyo nombre como criada pasará a ser Offred. La criada que la precedió se suicidó, destino que trata de evitar para sí June.
Su esposa, Serena, fue una de las intelectuales que promovió Gilead, pero el deseo cumplido de ambos, la dictadura religiosa, no consigue hacerlos felices. Ambos creen que lo que necesitan es el nacimiento de un hijo, cuestión que esperan que solvente los problemas cada vez más notorios entre ambos. Fred, mientras, seduce a su criada, un juego que June acepta, consciente del poder que podrá ejercer sobre él, y sin pecar de ingenua. Tras un aluvión de desgracias para la familia, en las que casi siempre está involucrada de una u otra forma June en sus intentos por rescatar a su hija Hannah, Fred y Serena Waterford van a ser al fin padres. June queda encinta del chófer de los Waterford, Nick, y da a luz a una niña de la que se apropiará la familia y a la que Serena llamará Nichole. Ese bebé lo cambiará todo para Fred. Su mujer, al sentir temor por el futuro que le aguarda en Gilead a cualquiera de su mismo género, la envía más allá de la frontera y termina haciendo un trato con las autoridades canadienses. Fred, traicionado por su esposa, es capturado y afronta un juicio por crímenes contra la humanidad, por su responsabilidad en los asesinatos y violaciones de Gilead.
Serena Joy
Serena Joy, mujer de Fred Waterford, era una intelectual, autora de libros de éxito que promovían el regreso de la mujer a papeles circunscritos al hogar y a la crianza, antes de la dictadura. En una de sus conferencias recibe un disparo, fruto del cual queda estéril. En Gilead goza de estatus, como esposa de uno de los comandantes más destacados, sin embargo la frustración por no poder participar de los asuntos y decisiones de la república que tanto ayudó a levantar va haciendo mella en ella, que proyecta toda su felicidad en una sola opción: ser madre.
Su relación con su marido, Fred Waterford, se va enturbiando cada vez más, a medida que va notando no solo cómo Fred la aparta de las decisiones que toma sobre Gilead, un proyecto que fue común un día, sino que este frecuenta burdeles y se va convirtiendo en alguien que le disgusta. Sus ánimos son volubles también respecto de los principios que rigen la dictadura, siendo a veces una defensora a ultranza y detestándolos otras, o incluso traicionándolos. Solo el horizonte de ser madre preocupa de veras a Serena, para lo cual trata de convertir en instrumento a June, una mujer que será para ella un mal necesario y que le traerá no pocos quebraderos de cabeza. A cambio de poder ver crecer a Nichole, el bebé traído al mundo por June para ella, traiciona a su marido ante las autoridades canadienses. No obstante, la inmunidad que le prometieron deja de tener efecto cuando descubren la gravedad de los crímenes que ella misma había cometido.
Moira
Es la mejor amiga de June y Luke, madrina de su hija Hannah. Cuando se implanta la dictadura de Gilead coincide con June en el centro de formación de criadas. Ambas se harán compañía en ese infierno hasta que Moira, lesbiana y por tanto traidora a su género, según la lógica de Gilead, termine empleada como prostituta en un burdel, antro del cuál logrará escapar precisamente una noche en que June hace aparición ahí, acompañando al comandante Waterford.
Moira cruzó a Canadá y, allí, convertida en refugiada, fue poco a poco reconstruyendo su vida. Descubrió que Luke, marido de June, estaba vivo, y ambos se volvieron inseparables, una compañía sanadora que facilitó que los dos pudieran adaptarse a la nueva realidad. Ejercen juntos como activistas contra Gilead, y como voluntarios dedicados a la acogida de la población que, como ellos antes, se asienta en Canadá huyendo de la dictadura. Moira ayuda a Luke también con los cuidados de Nichole, el bebé de June, llegado a Canadá en los brazos de otra antigua criada huida de Gilead, Emily. Ambos estaban en el hangar donde aterriza el avión con los 86 niños y niñas rescatados por June, ambos igual de ansiosos por reencontrarse con ella y verla por fin a salvo de las tropelías del régimen.
Luke Bankole
Luke conoce a June y se enamora perdidamente de ella, a pesar de estar casado. No es solo una aventura: Luke se divorcia de su primera esposa, contrae matrimonio con June y tiene con ella a Hannah. Pero su familia atenta contra los preceptos de Gilead y, cuando la dictadura se instaura, intentan huir. Los soldados los alcanzan cerca de la frontera. Se llevan a Hannah, June termina convertida en criada y el estallido de un disparo la convence de que su marido está muerto. No vuelven a verse.
Sobrevive a la emboscada y se refugia en Canadá, apesadumbrado por la culpa. ¿Qué habría sido de su familia? Descubre que June está viva y, desde entonces, todos sus esfuerzos se centrarán en tratar de recuperarla, a ella y también a Hannah. A medida que pasa el tiempo se va topando con personas que la han conocido y que le cuentan las aventuras de June en Gilead. Su esposa se ha convertido en una rebelde que le causa admiración pero también cierto temor. Fruto de una aventura con Nick, chófer y guardián de su comandante, nace Nichole, de la que él sin embargo cuida como si fuese su propia hija.
Emily Malek
Emily es una profesora universitaria, doctora en biología por Harvard, casada con Sylvia, con la que tiene un hijo. El primer aviso de la influencia de los fanáticos religiosos es su despido de la facultad. Su mujer y su hijo, de hecho, escapan a Canadá, cuando llega Gilead. Ella no tiene pasaporte y termina convertida en criada. Al principio, June ve en ella una pía cumplidora de las normas, una chivata. Poco a poco descubrirá la verdad: es la cabeza de una organización de disidentes llamada Mayday.
Emily mantiene una relación con una sirvienta doméstica. Las autoridades de Gilead lo descubren y su amante es condenada a muerte, mientras que Emily, gracias a su vientre fértil, se salva de la pena capital. Se le practica una ablación del clítoris y, después, las autoridades la entregan a un nuevo comandante. Su actividad revolucionaria no cesa y acaba en un campo de concentración, del cuál saldrá a consecuencia de la muerte de un puñado de criadas. De nuevo, la posibilidad de que su útero preste servicio a los poderosos, necesitados de mujeres para engendrar, será su mejor auxilio. Emily forma parte de la trama urdida por June para huir de Gilead, será ella quien entregue a Luke a Nichole, el bebé de June que, en un giro de los acontecimientos, Serena Joy elige que crezca lejos de la tiranía de Gilead.
Tía Lydia
Lydia es una abogada de familia divorciada que, tras la muerte de su ahijado, deja su trabajo y se dedica a la docencia infantil. En la escuela sufre un desengaño amoroso con el director y denuncia a la madre de un alumno, amiga suya, por los descuidos a su juicio imperdonables con su hijo. En Gilead ostenta el cargo de directora del centro de formación de las criadas. Es también la figura de autoridad, la que imparte justicia, cuando cualquiera de las criadas se descarría, así como quien coordina la asistencia durante sus embarazos y partos.
En Lydia crece cada día un mayor rencor hacia June, mujer que representa todo lo que odia y única criada con arrestos para haberse desmandado y haberle hecho frente. Su severidad castigándola siempre se topa con un límite que la hace sufrir: no puede excederse y matar a mujeres que han probado ser capaces de dar a luz en un mundo en el que se extingue la vida. Las autoridades de Gilead culpan a Lydia de no haber sido capaz de frenar la maniobra de June para que escaparan los 86 niños y su antagonismo se promete fiero.
“Las distopías son el género propio de tiempos de crisis” • Carlos G. Miranda, guionista y escritor
Margaret Atwood siempre defendió para El cuento de la criada la etiqueta de ficción especulativa porque, según afirma en diversas entrevistas, “no incluyó en su libro nada inventado”. Las atrocidades que suceden en Gilead se han dado con regímenes totalitarios, como la Alemania nazi o con Pol Pot y los jemeres rojos en Camboya. “Casi por definición, una distopía consiste en tomar elementos de la realidad y llevarlos al extremo”, explica Carlos G. Miranda, guionista de televisión y escritor, autor él mismo de una novela juvenil distópica titulada Enlazados (Planeta).
Miranda describe la arquitectura tradicional de este género que, a su juicio, suele brotar con más fuerza en periodos de crisis económicas o sociales graves: un mundo, normalmente situado en el futuro, donde rige un gobierno opresivo que no lo parece, hasta que un disidente despierta. “Los años noventa fueron los de la bonanza y la omnipotencia, y ahí las ficciones dominantes fueron de otra clase; Harry Potter, por ejemplo, alguien que consigue lo que desea a golpe de varita”.
¿Qué diferencia las distopías tradicionales -desde Un mundo feliz de Aldous Huxley a 1984 de Orwell o El señor de las moscas de William Golding- de las que triunfan hoy? “Sobre todo, dos cuestiones: dejan de tener un final nihilista –el rebelde encabeza una revolución– y pasan a estar protagonizadas por mujeres”, cuenta Miranda, que sitúa el comienzo de este fenómeno masivo tras la crisis de 2008, con Los Juegos del Hambre. “Las novelas juveniles suelen ser una buena brújula de tendencias. Quien tratara de trasladar ese exitoso esquema a la ficción audiovisual adulta, en un momento histórico para el feminismo, probablemente se percatara de que el mejor argumento posible ya lo había escrito Atwood hacía décadas”, apunta Miranda.
Las tres mujeres artífices del éxito
Elisabeth Moss, omnipotente protagonista y productora de la serie. Margaret Atwood, la reputada escritora canadiense inspiradora de la trama original y asesora de los guiones. Y Reed Morano, una de sus directoras. El triunfo de ‘El cuento de la criada’ se basa en la efectiva fusión de la genialidad de este trío femenino
Elisabeth Moss (Los Ángeles, 1982). Si su papel en la aclamada Mad Men la hizo célebre, el éxito de El cuento de la criada no se entendería sin su interpretación de June Osborne. La serie removió sus creencias, hasta el punto de ser ahora una acérrima defensora de los derechos humanos, como ha demostrado en distintas apariciones públicas. Además de protagonizar la ficción, Moss es productora y, en el tercer episodio de esta cuarta temporada, debuta también como directora.
Margaret Atwood (Ottawa, 1939). En los años setenta ayudó a fundar la división canadiense de Amnistía Internacional, cuyos informes utilizó para documentarse en la creación de Gilead. En 2019 publicó Los testamentos, secuela de su aclamada novela El cuento de la criada, en la que vuelve una década después a ese territorio para abordar cómo EE UU se convirtió en Gilead, entre otras cuestiones. Además de eterna candidata al Nobel, Atwood es una afilada analista de la actualidad. En una entrevista con este periódico afirmó: “La posverdad es el prefascismo”.
Reed Morano (Omaha, 1977). La directora estadounidense fue la mujer más joven en ser aceptada en la American Society of Cinematographers, entidad en la que solo 14 de sus 345 miembros eran entonces mujeres. Morano, una de las responsables también de las asfixiantes atmósferas de la serie de El cuento de la criada, inspiradas en la pintura de Vermeer, fue también la primera mujer en alzarse con los galardones a mejor dirección en los Emmy y en los premios del sindicato de directores estadounidenses, precisamente por su trabajo tras la cámara en la adaptación audiovisual de la novela de Atwood.
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Coordinación: Adolfo Domenech y Francis Pachá
Redacción: Alejandro Martín
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