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El río Narcea nace en las Fuentes del Narcea, cerca del Monasterio de Hermo (Cangas del Narcea), y recorre casi 111 kilómetros hasta unirse al Nalón y 22 más hasta desembocar junto a él en el Cantábrico. Su curso alto transcurre por el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, Reserva de la Biosfera que alberga el bosque de Muniellos, uno de los mejor conservados de Europa.
En su transcurso, las aguas del Narcea bañan cinco municipios: la villa de Cangas del Narcea, Tineo, Belmonte de Miranda, Salas y Pravia. Xedré / Gedrez se halla a más de 700 metros de altura, en el concejo de Cangas, junto al hayedo del Monasterio de Hermo, fuente del río. Es un lugar ideal para el avistamiento de osos, especie recuperada en la zona y uno de los principales recursos turísticos. Según Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo, este gran mamífero, rey y emblema de esos montes, está brindando también oportunidades de desarrollo económico a la comarca.
Situado en la margen derecha del río Narcea, el monasterio de San Juan Bautista se comunica con el pueblo de Courias/ Corias a través de un puente del siglo XIV. Fundado en el 1032 por los condes Piniolo y Aldonza, el hoy Parador Nacional, considerado “el Escorial asturiano”, fue fundamental desde el principio para la introducción de la viticultura en un lugar donde los viñedos habían de sobrevivir en las faldas de las montañas (se acuñó incluso un término para describirla: “viticultura heroica”). Actualmente, la zona goza de unos vinos con Denominación de Origen Protegida (DOP), los vinos de Cangas; vinos cuya calidad y fama crecen gracias a historias como la de la científica Beatriz Pérez, que, para formar una familia, regresó a su pueblo y aplicó sus conocimientos como investigadora internacional en la producción de estos caldos que poseen su propio museo. Las visitas a bodegas y al museo, muy recomendables.
Alejandro Casona (1903-1965) residió en distintas partes de España y, durante su exilio, dio tumbos por hasta siete países de América Latina. Pero siempre llevó a gala su pueblo natal, Bisuyu / Besullo. Apellidado Rodríguez Álvarez, adoptó el pseudónimo ‘Casona’ en honor al hogar en que nació y que es hoy un centro de recepción de visitantes de este autor, maestro de la Generación del 27, cuya poética está emparentada con Rubén Darío y Federico García Lorca y al cuál Max Aub describió como “misterio a la asturiana”.
Besullo/Bisuyu
Bañado por las aguas del Narcea, a medio camino entre la montaña y el mar, se halla Belmonte de Miranda, un lugar que por su patrimonio natural y cultural ha sido definido como “el paraíso en una mirada”. En aras de avanzar hacia un turismo de futuro ha creado una marca de calidad y hasta nueve establecimientos entre hoteles, albergues o restaurantes, tras pasar una auditoría, han sido certificados como sostenibles dentro del concejo.
Tineo es tierra trashumante, corazón de la cultura vaqueira. Se ha conservado hasta nuestros días la Vaqueirada o boda vaqueira (declarada fiesta de interés turístico regional). Uno de los protagonistas insoslayables es Paulino Lorences, uno de los organizadores del festejo, que dejó París y una vida de funcionario de altos vuelos para volver a su aldea natal (Malleza, Salas). Lorences, apellido vaqueiro, regresó cuando apenas había alumbrado público en su pueblo y hoy observa con optimismo el futuro de las áreas rurales, sin cejar en su empeño de revitalizar la cultura y la actividad de su zona.
Desde tiempos de los más primitivos pobladores del occidente asturiano, los minerales han sido uno de sus principales recursos y, de entre ellos, el oro el más precioso. En el extremo contrario del concejo, en la zona de los afluentes Navelgas, Yerbo y Bárcena, se mantiene viva la tradición del bateo de oro, el aprovechamiento de cómo los torrentes de agua rompen rocas de cuarzo, liberando pepitas que laminan los cantos rodados del río y que los buscadores recolectan. Hay incluso un campeonato y un museo dedicado a esta tradición aurífera.
El camino que llevó al monarca Alfonso II (760-842 d.C) hasta la recién descubierta tumba del apóstol Santiago en aquel remoto rincón de la Gallaecia, hoy Santiago de Compostela, pasaba por el renio de Asturias, último reducto de la cristiandad en aquellos tiempos. 321 kilómetros de peregrinación jacobea hoy recuperados que, en el Principado, van de Oviedo/ Uviéu a Puerto del Acebo atravesando por Salas, Tineo o las Grandas de Salime. El monasterio de Cornellana, en Salas, es uno de los principales hitos de este Camino Primitivo, pueblo que además puede enorgullecerse de albergar el primer hotel ecológico construido con los estándares passivhaus de España.
El Narcea es uno de los principales ríos salmoneros de Asturias y lo es, en gran medida, gracias a la labor de recuperación de la especie impulsada por Enrique Berrocal y la asociación de pescadores del Narcea, y al proyecto ARCA. En el centro ictiogénico de ARCA en Pravia consiguen que los salmones vivos que donan algunos pescadores (que luego devuelven al río) desoven, repoblando luego sus aguas con los alevines nacidos.
Pravia fue “villa y corte” de la monarquía asturiana y, como tal, además de conservar su esplendor monumental en la capital, cuenta con un rico patrimonio prerrománico en todo el concejo como la Iglesia de San Juan Evangelista de Santianes y el museo del prerrománico en este mismo pueblo.
Las vegas del Narcea y el Nalón allí donde confluyen son las tierras más feraces de todo Asturias, origen de algunos de sus cultivos más insignes, como las fabes, que son casi un símbolo asturiano, pero también de hortalizas y de algunas frutas cuya calidad y producción sostenible empiezan a ser reconocidas, tal como afirma el gastrónomo Eduardo Méndez Riestra. Frutas como los arándanos o el kiwi.
El río Narcea nace en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, Reserva de la Biosfera que alberga tesoros paisajísticos como el bosque de Muniellos, uno de los mejor conservados de Europa. Transitar su curso, el segundo más largo y caudaloso de Asturias, hasta que vierte sus aguas en el Nalón a la altura de Forcinas (Pravia) no solo supone admirar los mejores viñedos y huertas del Principado, sino, sobre todo, tener oportunidad de comprobar el enorme futuro del mundo rural de boca de quienes han regresado a los pueblos y los están revitalizando con éxito.
Riachuelo en el bosque de Muniellos.
Cinco mil hectáreas vírgenes conservadas intactas desde hace 40 años y convertidas en un inmenso recurso para el turismo gestionado de forma sostenible (20 visitantes al día, es el máximo). Eso es Muniellos a ojos del director del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, Pablo García, una “perla”, un logro que sin embargo no oculta el reto pendiente que se persigue todavía y sobre el que él pone el foco: “en el bosque no hay actividad antrópica, luego es más fácil preservar el entorno: hay que buscar el equilibrio, conservar patrimonio natural sin menoscabar la calidad de vida de quienes residan y trabajen en los pueblos, dedicados a actividades primarias o turísticas”. Explica García que siempre ha sido y es todavía difícil hallar ese punto medio virtuoso, pero es justo lo que persigue el Plan Rector de Uso y Gestión que está planteando para el parque natural, en un tiempo que podría ser más propicio dada la disposición de la gente, tras lo vivido, a volver a escenarios naturales y abandonar ciudades masificadas. “Estamos hablando de que es el momento no solo de la gestión ambiental, sino de ser capaces de vertebrar un territorio y sus habitantes en torno a un espacio protegido escuchando a todas las partes implicadas”, afirma.
Muy cerca del nacimiento del río Narcea, del hermoso hayedo del Monasterio de Hermo, a 700 metros de altura, se encuentra Gedrez / Xedré, un enclave ideal para contemplar osos pardos campando en libertad por una montaña de la que son reyes y emblema.
Los osos son hoy no solo un habitante más sino la causa de que se haya incrementado tanto el número de visitantes y una oportunidad de futuro para la zona. El presidente de la Fundación Oso Pardo Guillermo Palomero le ha puesto cifras: el efecto de la recuperación de la especie supone unos 20 millones anuales de ingresos y alrededor de 350 empleos a tiempo completo, algunos, en negocios emprendidos por jóvenes que de otra manera habrían continuado con el éxodo rural. “He sorprendido a visitantes de todas las edades que, tras el avistamiento de osos, han sido incapaces de contener las lágrimas”, cuenta Palomero, que defiende que la conservación del medioambiente brinda cada vez más opciones empresariales en distintos campos. “Tengo muy claro que la biodiversidad no es un problema en el medio rural, sino que es parte de la solución”, explica convencido.
Oso caminando en la zona de Fuentes del Narcea.
Uvas de las que procede el vino de Cangas.
Al detenerse en Cangas del Narcea, el primero de los cinco concejos que atraviesa el río, resulta preceptivo comenzar a hablar de la importancia que se concede a lo que se come y se bebe en esta zona de la cuenca fluvial. Un dato: Cangas tiene una concentración de celíacos tres veces superior a la media nacional y, en respuesta, han surgido numerosas iniciativas y servicios para ellos como el portal Celicidad, habiéndose convertido en lo que denominan como “un paraíso sin gluten
Otro: Asturias es una comunidad sin demasiada tradición vitivinícola. Cangas del Narcea es la excepción. En el siglo XI se fundó el monasterio de San Juan, los monjes trajeron la vid y, según cuenta Beatriz Pérez, fundadora de la bodega VidAS y hasta hace poco presidenta de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Vinos de Cangas, los caldos salidos de esa uva obtuvieron incluso medallas y premios en Burdeos (Francia) durante el siglo XIX. Luego llegó la minería y se abandonó esta tradición que empieza a vivir sin embargo un nuevo esplendor, gracias a ejemplos como el suyo.
Pérez y su marido son doctores, uno en química y otro en física. Trabajaban en investigación científica y residían en Inglaterra y, después, en Madrid. Pero cuando llegó la hora de formar una familia desearon volver a los orígenes, a su pueblo. Contrataron a su marido para organizar actividades de divulgación científica en la zona, y se percató de que sólo ligando las charlas al vino atrapaba al público local; tras ello, se encargó de dotar de contenido el museo vinícola de la villa: la “viticultura heroica” de viñedos de montaña iba a tener su espacio expositivo.
El siguiente paso, casi lógico, fue abrir su propia bodega, aportar su conocimiento y experiencias foráneas a su entorno. Comenzaron en 2012, un año después de la concesión de la DOP a los vinos de Cangas, con 8.000 botellas. Ahora están en torno a las 20.000 anuales y tienen viñedo propio, uno que llevaba 80 años abandonado, al que han devuelto la vida. “Nuestro ejemplo ha cundido, gente a la que solíamos comprar uva ahora ha montado bodegas propias. Es una uva muy especial y, aunque sea un trabajo arduo, es el momento de crecer: el vino de Cangas empieza a ser reconocido en España y fuera y el problema ahora es que, aunque aumente la demanda, no hay más uva”, narra Pérez, dejando entrever el orgullo que supone y por dónde pasan las posibilidades de futuro.
“Cuando a finales de los 80 decidí abandonar mi cómoda vida de funcionario en París para volver era un tonto raro, ahora me llaman neorrural”, cuenta entre risas Paulino Lorences. Nació en Malleza (Salas), de linaje vaqueiro y ligado a las tierras a orillas del Narcea que son el corazón de la cultura trashumante asturiana. “En Asturias ancestralmente estaban los marmueta, gente de costa y pescadores; los xaldos, campesinos y aldeanos, y los vaqueiros, los que pasaban el invierno en las faldas de los montes y en mayo se llevaban consigo su casa entera y a su ganado y se subían a Belmonte o Somiedo”, explica Lorences. Una tradición que, dice, sigue viva. Una de sus manifestaciones más llamativas es la fiesta de la Vaqueirada, celebrada el último domingo de julio desde hace 62 años. “Es una boda; los casaderos suben dos kilómetros por la montaña a lomos de un caballo, entre gaitas, con dos bueyes tirando de la cama y el ajuar, acompañados por miles de personas vestidas con traje regional típico vaqueiro y turistas”, cuenta Lorences, uno de sus organizadores.
Cuenta que cuando él regresó para emprender algunos de sus negocios de hostelería (está ya jubilado) no había alumbrado público ni recogida de basuras en las aldeas, y que quienes hoy siguen su ejemplo sin embargo lo hacen en otras condiciones, razón para su optimismo a propósito de la vuelta al medio rural. “Me gusta ver lo positivo: vivía en Montmartre, cambié una colina con una iglesia fea por otra; hoy un matrimonio de unos cuarenta años que vino de Madrid para instalarse en una aldea de 12 habitantes tiene una empresa de informática ahí en plenas capacidades operando por Internet”.
Paulino Lorences vestido con el traje típico durante la Vaqueirada.
Enrique Berrocal con uno de los salmónidos destinados al proyecto ARCA.
El 52% de todos los salmones pescados en Asturias salieron de aguas del Narcea y esto se debe, en buena medida, a la labor de recuperación de la especie impulsada por Enrique Berrocal y la asociación de pescadores del Narcea, y al proyecto ARCA. Esta iniciativa para la repoblación del río funciona de la siguiente manera: algunos salmones pescados no se usan para consumo, sino que se donan (48 este año) y, en las instalaciones ictiogénicas de ARCA en Pravia, se facilita que desoven y se los devuelve con chip al agua. Fruto de este esfuerzo se soltaron 160.000 alevines de salmón a la cuenca del Narcea el curso pasado, el 90% de ellos hijos de peces reproductores donados, cifra que este año podría ascender a los 325.000 alevines soltados. “Somos pescadores, no biólogos, y ha sido laborioso aprender y hacer eficaz el proceso. Ahora sabemos mucho más que cuando empezamos en 2015, sabemos que solo uno de cada mil retorna al río a poner sus huevos y que no todos lo hacen al cuarto año de haber salido al mar: hemos llegado a toparnos con un salmón de casi 88 centímetros y nueve kilos, salido de los que tomaron parte en nuestro proyecto”, cuenta Berrocal, que defiende que solo con compromisos semejantes podrá verse de nuevo salmónidos en nuestras aguas sin amenaza de extinción pendiendo sobre ellos.
A Patri, abogada brasileña y su marido Xavi, barcelonés, los unió el camino de Santiago. Se enamoraron a primera vista en un albergue y decidieron que fundarían su hogar ligado a esa senda de peregrinaje. ¿Pero dónde? Emprendieron el Camino Primitivo, el que transcurre por territorio asturiano –el que llevó al monarca Alfonso II en el siglo IX hasta la tumba del apóstol Santiago en Gallaecia– y, de pronto, se dieron de bruces con Salas. “Seguimos caminando pero ya solo pensábamos en Salas: su casco medieval, sus posibilidades”. Habían tomado una decisión. Allí encontraron un solar donde erigirían su casa y, además, un hotel y un albergue, su negocio; edificios, estos últimos, que fueron los primeros de su clase en España construidos bajo los preceptos passivhaus, que consumen hasta un 70% menos de energía y mucho más ecológicos. “Mi hermano vive en Suiza y allí las viviendas pasivas son habituales, nosotros quisimos hacer aquí algo diferente”, cuenta Patri. Desde que se instalaron en Salas hace casi cuatro años hasta que estuvieron listos su casa y las dos construcciones adyacentes pasaron tres años, en los que han tenido una niña asturiana y han conectado profundamente con los vecinos. “Salas, como todos los pueblos de interior, sufre despoblación: nosotros somos un movimiento contrario”, dice, y es que desde la apertura de su establecimiento hace año y medio han visto probada su tesis: han generado un flujo de gente, visitantes que ahora hacen rutas senderistas por la zona, antes no muy transitada, o se hospedan allí por el valor de pernoctar en un edificio pasivo tan único. “Tenemos restaurante, pero nosotros no ofrecemos comida asturiana, les aconsejamos dónde ir a comer y beber para probar lo verdaderamente local y, próximamente, daremos paso a nuevos planes culturales para juntar a autóctonos y visitantes”, cuenta la brasileña, que presume de dar pasos en pro de colocar Salas en el mapa.
Hotel y albergue de Patri y Xavi, primer edificio passivhaus de España.
Herminio Noval muestra uno de sus cultivos de faba.
Las vegas del Narcea según su curso se aproxima a Pravia, enclave de confluencia con el río Nalón, albergan las tierras más fértiles de todo el Principado, lugar de cultivo de productos insignes, como la faba asturiana, pero también de hortalizas, verduras y frutas de una calidad tal que gastrónomos como Eduardo Méndez Riestra estiman que en el futuro deberían ser cada vez más destacados y demandados por las mejores cocinas.
Las horas bajas de la ganadería, oficio de su familia, convencieron a Herminio Noval (Villazón, 38 años) de marcharse a trabajar a una cantera de sílice pero, tras diez años allí, desarrolló hipoacusia con tinnitus: debía dedicarse a otra cosa para no aguzar su pérdida auditiva. En 2010, por hobby, había comenzado a cultivar faba, y le salían tan buenas que decidió hacer de ello su profesión, dando uso a parte de las instalaciones y maquinaria de sus padres. Noval fue a estudiar cómo se producía la fresa onubense, experiencia que lo convenció de que la apuesta debía ser por la calidad, por incluir “la concordia y los valores” en el proceso de producción: “Prefiero producir solo cuatro toneladas vendiendo al cliente final y tener constancia, perseverar y mimar el producto de principio a término, porque así es como se genera riqueza para la zona. Un buen producto mejora la reputación de la zona”. La de Noval es excelente porque, además, es alguien concienciado, que dona el excedente de faba o la que por cuestiones estéticas no puede vender como “de primera” a comedores sociales de Oviedo/ Uviéu y Gijón/ Xixón.
Con 15 años José Ramón Fernández empezó a trabajar en un vivero de frutales y ya entonces deseó introducir en la zona el cultivo de kiwi, hito que logró frisando los cincuenta y al que ha dedicado los último siete años. “El cultivo ecológico no puede ser una moda. Hablamos de salud. Sentido común y respeto al medio, esas son las cuestiones, porque, creo, cualquier que sepa respetar el suelo y a los animales lo hará también con el prójimo. Esa es nuestra filosofía: un producto respetuoso, que guste y, sobre todas las cosas, que sea sano”, cuenta Fernández, en cuyas plantaciones no solo cuida cada fruto, sino que se preocupa de remineralizar el suelo. Cada kiwi tiene un coste un 30% superior al ser cultivado a su manera y, sin embargo, para Fernández lo vale: “El sistema de comercialización es el que tiene que cambiar para que no se incrementen los precios, no el esfuerzo dedicado a hacer el mejor fruto posible”.
José Ramón Fernández ha cumplido con su plantación ecológica de kiwi un sueño de adolescencia.
Jose Antonio Garcia con sus cultivos de arándanos.
Como para tantos, la crisis de 2008 fue un punto y aparte para José Antonio García, topógrafo cuya empresa de construcción no resistió más allá de 2011 y tuvo que cerrar. “Fue la ruina económica, pero aprendí a marcarme objetivos, cambiar perspectiva y modo de vida”, dice. Quería volver al campo y, durante tres años, fue diseñando su plan para dedicarse a los arándanos, un cultivo que hoy es el segundo mayor ecológico de Asturias tras las manzanas. Su meticulosidad le ha granjeado numerosos logros: con apenas dos hectáreas, sus arándanos, los primeros en España en envasarse en tarrinas completamente biodegradables diseñadas en conjunción con una empresa polaca, están llegando a los cien principales supermercados ecológicos de España con el logo asturiano de Alimentos del paraíso, cuestión que le enorgullece. “Producimos unas 15 toneladas, de las cuales 10 van a supermercados, 3.000 kilos se venden ultracongelados a particulares y el resto se emplea para zumos y mermeladas que se distribuyen solo en ciertos puntos gourmet de Asturias; logramos desperdicio cero”, explica García, que traslada una reflexión importante: crecer no siempre ha de ser en producción, crecer no puede ser solo un término economicista (los envases biodegradables cuestan tres veces más que los de plástico, por ejemplo); hay que crecer en calidad y garantías porque así, defiende, están contribuyendo a hacer grande Asturias.