Una introducción a las criptomonedas en solo cinco entregas
 
Newsletter EL PAÍS

1. Las criptomonedas y el descubrimiento del fuego

Álvaro Sánchez

Ilustración criptomoneda

Malte Mueller / Getty Images

Hola:

Soy Álvaro Sánchez, redactor de Economía. Antes fui corresponsal en Bruselas y en los últimos meses podría decirse que estoy practicando una inmersión completa en el mundo de las criptomonedas, sobre las que escribo regularmente en el periódico. Esta es la primera entrega de la newsletter dedicada a este tema, en la que hablaremos sobre estas divisas para que resulte algo más fácil entender todos los debates, las dudas e incluso algunas perspectivas de futuro. Habrá cinco envíos, cada uno centrado en un asunto: su popularidad, la discusión sobre si son o no una burbuja, su regulación, su lado emocional y una panorámica sobre su futuro. Espero que sea interesante y útil.

Para tratar su enorme auge quiero empezar volviendo a los orígenes. No sé si recuerdas la primera vez que oíste hablar de las criptomonedas. Si apenas estás empezando, puedes leer aquí algunas claves sobre ellas, aunque también vamos a compartir algunos conceptos básicos.

Empecemos por la pregunta más obvia, aunque no siempre la más fácil de explicar. ¿Qué es una criptomoneda?

Esta simple definición de la academia de Bit2me me gusta: Es una forma de dinero puramente digital que es posible enviar a cualquier parte del mundo en cuestión de segundos sin necesidad de intermediarios como un banco.

Para profundizar un poquito más, me quedo con esta explicación de la guía del Banco Santander sobre el tema, algo más sofisticada: Las criptomonedas funcionan mediante el registro contable compartido o blockchain. Esta tecnología les aporta un elevado sistema de seguridad con capacidad para evitar, por ejemplo, que un mismo activo digital se pueda transferir en dos ocasiones o que sea falsificado. La tecnología blockchain funciona como un gran libro de contabilidad donde se pueden registrar y almacenar cantidades ingentes de información. Toda ella está compartida en la red y protegida de tal forma que todos los datos que alberga no se pueden alterar ni eliminar.

Suena complejo, y no vamos a negar que lo es, pero no hay que desanimarse. Hay mucha información a tu alcance. Y si tienes alguien cercano que ha invertido o se plantea hacerlo, o si tú mismo te has decidido a dar el paso, la conversación seguramente es recurrente. Solo hay una cosa que un pequeño inversor en bitcoin, ethereum o alguna de las casi 20.000 divisas que pueblan este joven y extraño universo disfruta más que comprándolas, y es hablando de ellas.

Por eso hay miles grupos de WhatsApp, de Telegram, cientos de medios de internet especializados, cuentas con millones de seguidores en Twitter e Instagram, influencers y youtubers de todo pelaje. Y por eso, y tal vez por la curiosidad de los que miran ese mundo desde fuera —algunos con el secreto deseo de verlo marchitarse como tulipanes holandeses, otros con dudas sobre si arriesgar parte de su dinero, y un tercer grupo con genuino interés por la tecnología detrás de esos activos tan populares como desconocidos—, las noticias relacionadas con ellas suelen tener audiencias nada desdeñables.

El primer contacto

Logo de Dogecoin

El logo de Dogecoin, moneda basada en un meme. / SOPA Images

Yo no recuerdo la primera vez que alguien me habló de criptomonedas. Pero la tecnología es mucho más certera que la memoria. El 17 de enero de 2018 un antiguo compañero de estudios me escribió este mensaje por WhatsApp. “Si quieres invertir aunque sean 200€ en criptos es el momento. Hay algunas Alt a 0,06$ que predicen que a final de año lleguen a 1,50-3$. Yo estoy quemando pasta como si no hubiera un mañana”.

En mi respuesta le decía que justo en ese momento estaba con fiebre —cuando tenerla no implicaba bajar a la farmacia a por un test— y no tenía la mente demasiado despejada como para ponerme a bucear en algo de lo que no tenía ni idea y que parecía mucho más difícil de valorar que las empresas cotizadas en Bolsa, que cada tres meses presentan ingresos, gastos, pérdidas y beneficios. Ahí se quedó la historia, pero desde entonces fui siguiendo la creciente fiebre —esta sí, metafórica— por las criptomonedas con fascinación.

Cuando mi amigo me habló de invertir, el bitcoin rondaba los 13.000 dólares, un año después valía solo 3.600, al siguiente 9.000, al otro 35.000, parecido a su precio en enero de este año. En ese tiempo vi con una mezcla de fascinación y escepticismo cómo los tuits de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, hacían dispararse criptomonedas en cuestión de segundos. Vi el bum de las llamadas criptomonedas meme, entre ellas dogecoin, que usaba la cara de un famoso perro como reclamo y que era capaz de hacerte rico o hacer desaparecer tu dinero en un abrir y cerrar de ojos.

Todo ese vértigo especulativo sigue ahí fuera, con gente —cada vez más joven— delante de la pantalla de sus ordenadores y móviles, buscando la próxima ganga que pueda hacerles ricos. Pero también —es justo reconocerlo— con quienes de verdad confían en que la tecnología blockchain cambiará el mundo y por tanto están convencidos de que algunos de sus principales actores están claramente infravalorados por el mercado.

Son quienes creen que han descubierto el fuego. Un avance con un potencial tan grande como internet o las redes sociales que alterará las compras digitales y el modo en que enviamos y recibimos dinero —compitiendo con la banca—, descentralizando la emisión de dinero —acabando con el monopolio de los bancos centrales—, o revolucionando el negocio del arte (con los NFT). El peligro es que el fuego, aunque útil para calentar la comida, también quema.

Para saber más

La semana que viene volvemos con una pregunta que despierta controversia y que seguramente habrás visto formulada alguna vez: ¿son las criptomonedas una burbuja?

Si te has quedado con ganas de más y no quieres esperar siete días, puedes ir echando un vistazo a esto.

Sobre la firma
Álvaro Sánchez

Álvaro Sánchez

Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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