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Cementerio de Hombres y Barcos

Cementerio de Hombres y Barcos es un documental web desarrollado con el apoyo de la beca de reporterismo en desarrollo del Centro Europeo de Periodismo (EJC, por sus siglas en inglés), patrocinada por la Fundación Bill y Melinda Gates.

Un proyecto de

Textos y Fotografías
Tomaso Clavarino
Vídeo y Diseño
Isacco Chiaf

Edición de Vídeo

Luca Vigliani

Desarrollo de Mapas

Carlos Guimaraes

Música

Michele Sarda
Loris Spanu

Traducciones

Fay R. Ledvinka
Jia Uddin

Cementerio de Hombres y Barcos

UN EJÉRCITO DE INMIGRANTES

En Alang, la mayor zona de desguace de barcos del mundo, más del 90% de los trabajadores son inmigrantes pobres y no cualificados procedentes de Orissa, Bihar y Uttar Pradesh, en el norte de India

Un grupo de trabajadores cerca de sus viviendas.



Alang, India



Pobre, no cualificado, inmigrante: este es el retrato robot del trabajador medio de los astilleros de desguace de Alang, en Gujarat. Las instalaciones más grandes del mundo tienen que agradecer su existencia a que emplean a decenas de miles de trabajadores que llegan de Bihar, Orissa y Uttar Pradesh, las regiones más pobres de India.

Arkid Jena, de 36 años, es uno de ellos. Nació en una aldea de Orissa, pero lleva 22 años viviendo y trabajando en Alang, en la parcela número 25. Empezó cuando tenía 14 años y nunca ha parado. Vuelve a casa una vez al año a ver a su familia, a su mujer y a sus hijos, porque no puede tomarse muchos días libres. Hay más de 30.000 trabajadores inmigrantes como él. Son la columna vertebral de esta actividad económica que en Alang cuenta con 167 astilleros a lo largo de 10 kilómetros de costa, todos dedicados a desmontar cargueros y petroleros, la mayoría de ellos procedentes de países occidentales.

Los trabajadores viven en chabolas de chapa y metal adosadas unas a otras, sin baño, electricidad ni agua, y por las cuales todavía tienen que pagar una alquiler mensual de unas 500 rupias indias. “La Junta Marítima de Gujarat, la institución que dirige todas las actividades en Alang, ha construido dormitorios para los trabajadores para que se vayan de las chabolas”, explica Vidyadhar Rane, secretario general del único sindicato activo en Alang, “pero es una lástima que el número de plazas disponibles (1.000) no baste ni de lejos para cubrir las necesidades de los miles de trabajadores inmigrantes. Además, los edificios se han instalado a varios kilómetros de los astilleros a los que estas personas tienen que ir cada mañana bajo un sol abrasador porque no hay transporte público”.

Afeitándose un domingo por la mañana en Alang.



Comen y duermen en el suelo y lo comparten todo. Incluso el sueldo. Así es, ya que si uno de ellos se pone enfermo o se lesiona, el empresario no le paga, de manera que los otros se tienen que hacer cargo de sus necesidades. “Por ejemplo, él se hizo daño en la pierna”, cuenta Arkid señalando a su compañero de chabola, que tiene una pierna destrozada. “Lleva una semana sin trabajar y no podrá volver a hacerlo en bastante tiempo. No cobra ningún dinero, así que tenemos que ayudarle. Sin solidaridad no podríamos sobrevivir”. Una solidaridad surgida también del hecho de que aquí, en esta parte de las instalaciones donde viven Arkid y otros trabajadores, todos son oriundos del mismo pueblo de Orissa. Lo mismo se puede decir de los que vienen de Uttar Pradesh o de Bijar, pequeñas comunidades que, a lo largo de los años, han atraído a aldeas enteras de las regiones más pobres de India. Son hombres, la mayoría de unos 30 años, pero también numerosos muchachos de edad incierta.
Tunaka tiene 19 años y está en Alang desde hace dos. Esto significa que llegó siendo menor de edad. Sobre el papel está prohibido el empleo de menores como mano de obra en los astilleros, pero hay muchos chicos muy jóvenes que empiezan a trabajar con menos de 18, a menudo empleados para sustituir a obreros mayores por períodos cortos. La razón es muy simple: salen más baratos. Están menos cualificados, son más jóvenes, más ágiles, y tienen menos exigencias. Trabajan en varios astilleros, especialmente en los más pequeños que no pueden invertir, o no quieren hacerlo, en la sostenibilidad de este sector industrial, como reclaman las organizaciones internacionales. “Es un trabajo duro, pero no tenemos otra opción”, dice Tunaka. “En nuestros lugares de origen no tenemos oportunidades, y tenemos que alimentar a nuestras familias”.

Trabajadores inmigrantes de Orissa en su poblado, cerca de la carretera principal de Alang.



En los astilleros, los accidentes son frecuentes y difíciles de controlar. A pesar de que están descendiendo ligeramente, las muertes siguen siendo uno de los efectos secundarios más trágicos de la actividad. “En julio, un trabajador de la parcela numero 69 murió aplastado por una pieza de un barco que cayó desde muy alto”, relata Arkid. “El empresario indemnizó a su familia con 750.000 rupias por daños”. Más o menos 10.000 euros. Eso es lo que vale la vida de un trabajador en Alang. Y, a pesar de los avances en materia de seguridad en algunos de los astilleros que erizan la costa de esta parte de Gujarat, aún hay muchos, demasiados, en los que las condiciones de trabajo siguen siendo extremadamente peligrosas. Basta con pasar junto a las verjas de los desguaces para divisar fácilmente a trabajadores que manejan sopletes y largas piezas de metal con las manos desnudas y calzados con chancletas.
30.000 trabajadores, hasta 50.000 en los periodos de gran afluencia de barcos, y solo dos hospitales. “Uno de los problemas fundamentales de los trabajadores de Alang es el acceso al tratamiento médico”, dice Vidyadjar Rane. “Las únicas dos instalaciones hospitalarias de la zona son el hospital de la Cruz Roja y un hospital privado que solo tiene 28 camas. Son infraestructuras totalmente inadecuadas para atender a la cantidad de trabajadores que suelen sufrir heridas en el lugar de trabajo, a veces severas”. El hospital más próximo capaz de ofrecer el tratamiento necesario en caso de accidentes graves es el de Bhavnagar, más o menos a 60 kilómetros, lo que significa una hora y media en coche desde los astilleros, una distancia que muchas veces resulta fatal para los obreros de Alang.

Un cuenco de arroz es lo que los trabajadores suelen comer durante el día.