Mathilde Auvillain, Stefano Liberti
Investigación y datos: Jacopo Ottaviani
Fotografía: Mario Poeta
Diseño y desarrollo: Isacco Chiaf
Prince Bony nunca pensó que después de atravesar el desierto y cruzar el mar acabaría ejecutando el mismo trabajo que tenía en su país. Mientras está sentado ante la puerta de una granja abandonada, un vestigio de la reforma agraria, mira al horizonte y reflexiona sobre su vida. Prince comparte este improvisado hogar con una docena de trabajadores temporales de Ghana. Sin papeles, sin dinero, sin expectativas. Han encontrado refugio en medio del campo, en este cúmulo de ruinas que irónicamente lleva el nombre de Borgo Libertá (Borgo Libertad)
Prince Bony - Inmigrante ghanés
Envuelto en un viejo abrigo hecho jirones, Prince contempla el sol mientras se esconde en el horizonte. Y en ese instante, de su boca sale solamente una palabra: “Tomate”. Se le ilumina la cara en cuenta la pronuncia. Pero es un rostro que oculta un halo de tristeza. “En Navrongo, mi ciudad, cultivaba tomates”.
Navrongo, región Upper East de Ghana. El campo, en otro tiempo rebosante de tomates, parece ahora un desierto. Los productores han tenido que cambiar de cultivo o abandonar sus tierras.
Mercado de Makola, Accra, Ghana. Los puestos de madera están repletos de latas rojas de tomate importadas de Italia o China. Ya nadie compra tomates frescos.
Nocera Superiore, Campania, Italia. Las fábricas funcionan a toda velocidad. Producen toneladas de concentrado de tomate que se exporta, desde el puerto de Nápoles, a todo el mundo.
Borgo Libertá, Puglia, Italia. Los inmigrantes ghaneses recogen tomates que, una vez transformados en concentrado de tomate, se exportan a su propio país.
Navrongo - Nordeste de Ghana
Los tomates apilados a ambos lados del camino que va desde Tamale a Navrongo tiemblan cuando los camiones cargados de cajas vacías pasan a toda velocidad por la ruta que une el norte con el sur de Ghana. El ruido de los motores, los bocinazos y el traqueteo de los remolques ahogan los gritos de las mujeres que exponen hábilmente a la venta su mercancía roja en la cuneta. Pero es en vano. Ya nadie quiere tomates frescos.
A estas vendedoras les embarga la desesperación. En sus puestos, los apetitosos tomates terminan estropeándose y acaban pudriéndose. Ahora, los clientes solo compran latas de Salsa, Gino y Obaapa, marcas de concentrado de tomate importadas desde Italia o China.
“No hay ningún plato de la cocina ghanesa que no incluya tomate entre sus ingredientes. Pero ya no se venden los tomates que plantamos aquí”. Ayine Atomsko, responsable de una pequeña comunidad agrícola de Vea, tiene un aspecto triste, de alguien que recuerda haber vivido mejores tiempos. Hace solamente 20 años, el cultivo de tomates era un negocio floreciente en la región Upper East, en la zona agrícola del norte de Ghana. Cualquier agricultor cultivaba tomates en un par de hectáreas convencido de que podría venderlos a buen precio.
Aolja Tenitia - Granjera del año en 2007
Pero a inicios del siglo XXI, el maná se convirtió en una maldición. El cierre de la fábrica de procesamiento de Pwalugu, la fuerte competencia de la vecina Burkina Faso y en especial la masiva importación de tomate enlatado desde Italia y China han contribuido a truncar los sueños de los granjeros de esta región.
“Nos han arruinado”, afirma Aolija Tenitia, que en 2007 consiguió el título de Granjera del año y fue recibida como invitada de honor en el Ministerio de Agricultura y en la televisión estatal en Accra. Por aquel entonces, era la propietaria de un boyante terreno cultivable. Pero ahora se dedica a la agricultura de subsistencia.
Fue precisamente a lo largo de 2007 cuando, cansados de tener deudas y de haber invertido todos sus ahorros en semillas, fertilizantes y en la tierra, un grupo de agricultores desesperados se quitó la vida.
Accra - Capital de Ghana
El mercado de Makola, el principal mercado de Accra y uno de los más grandes de África occidental, es el centro comercial de la ciudad. Un auténtico hormiguero humano donde se concentran cientos de vendedores ambulantes en un dédalo de calles estrechas y un tránsito desordenado de camiones cargados hasta arriba con mercancía de todo tipo expuesta al sol. Por todas partes se pueden ver puestos de madera atiborrados de latas de tomate formando misteriosas figuras geométricas que los vendedores colocan hábilmente. Salsa, Fiorini, son marcas italianas de concentrados de tomate. A estas marcas les sientan bien los tomates: incluso la lata del producto chino Gino muestra la bandera tricolor italiana para atraer a los consumidores.
Agnès Sewa - Tendera
Pero ahora, la clientela solo pide productos envasados”. “La marca Gino es una de las que más éxito tiene, aunque Salsa también se vende bien”, explica Sewa desde su pequeño puesto pintado con colores brillantes. En el transcurso de estos últimos años, Agnes ha visto cómo las frutas y verduras desaparecían paulatinamente del mercado, siendo sustituidas por latas de tomate en conserva procedentes de lugares remotos.
Philip Ayamba, director del Community Self Reliance Centre, una organización que trabaja estrechamente con los productores de tomate, cree que el gobierno debería haber limitado la cantidad de concentrado que se importa. “Si se hubiera regulado el mercado, los agricultores hubieran conseguido mejores precios y habrían tenido un mercado para sus productos. Pero el gobierno hizo exactamente lo contrario. Abrió las puertas del país a las importaciones de tomate concentrado europeo. Y ahora, hay una variedad tan amplia y tal cantidad de productos que resulta prácticamente imposible vender los cultivados localmente”.
Cada año, se exportan a Ghana miles de toneladas de concentrado de tomate que se produce en Italia, lo que representa un impacto negativo sobre el cultivo local.
Desde el año 2000, el gobierno ha reducido los derechos arancelarios sobre algunos productos importados, incluido el concentrado de tomate, dando como resultado una avalancha de productos extranjeros en los mercados locales. De acuerdo con los cálculos de la FAO, las importaciones de concentrado de tomate han aumentado un 650% entre 1998 y 2003. Y durante ese mismo periodo, la proporción de tomates ghaneses en los mercados locales ha disminuido bruscamente pasando del 92% al 57%. Una caída que no ha afectado solamente a los productores de tomate, sino también a otras empresas del sector. Los modelos del International Food Policy Research Institute (IFPRI) estiman que en el proceso de llevar un tomate del campo a la mesa del consumidor hay implicadas 25 personas, incluyendo a granjeros, transportistas, minoristas, intermediarios, propietarios de restaurantes y otro tipo de establecimientos.
Ghana importa cada año aproximadamente 50.000 toneladas de tomates en conserva. Un mercado muy jugoso que Italia ha copado hasta hace aproximadamente 10 años pero que ahora debe compartir con China.
Nocera Superiore - Campania, sur de Italia
En la planta de procesamiento de concentrado de tomate marca Salsa, las latas hacen un ruido ensordecedor girando sobre la cinta transportadora. Al mando de las carretillas elevadoras, los trabajadores introducen multitud de latas en recipientes de cartón. “Estas van mañana a Costa de Marfil”, afirma el director. “Cuando mi padre fundó esta empresa en 1968, producíamos 10.000 latas al día. Una cantidad extraordinaria en aquella fecha”, dice Angelo D’Alessio, presidente de la empresa Centro Esportazione Conservati (CEC). “Hasta hace 20 años, África era el principal cliente de concentrado de tomate de Italia”. Pero incluso hoy día, el negocio sobrevive gracias al mercado africano. Toda la producción de esta fábrica en Nocera Superiore, en la provincia de Salerno, se exporta más allá del Mediterráneo. El volumen de negocio anual de esta compañía oscila entre los 20 y los 30 millones de euros, debido principalmente a las ventas de su marca líder Salsa.
“Después de California, Italia es mayor productor de conservas de tomate, en cuanto a la cantidad de producto fresco que se obtiene”, presume Giovanni de Angelis, director de ANICAV, Asociación nacional de productores industriales de verduras y conservas de alimentos. En 2013, y de acuerdo con los datos que proporciona Federalimentare, la industria italiana de procesamiento de tomate exportó 1.127 millones de toneladas de concentrado de tomate, con un volumen de ventas de 846 millones de euros en un mercado que obtuvo un crecimiento anual del 8,32%.
La importación de concentrado de tomate italiano en Ghana alcanzó su máximo histórico en 2007, con más de 29.000 toneladas. Italia ocupa la segunda posición, después de China, entre los países que exportan concentrado de tomate a Ghana.
El corazón de este negocio está en la zona centro-sur de Italia, en la región de Nápoles, un lugar estratégico para la elaboración y el comercio. Contenedores cargados de latas de concentrado de tomate made in Italy salen cada semana desde los muelles del puerto napolitano a todos los rincones del planeta.
Sin embargo, y debido al avance de los proyectos urbanísticos que han acabado con el terreno agrícola napolitano, la producción agraria se ha trasladado a Puglia. El valle de Capitanata que rodea Foggia, un campo ya de por sí fértil para el cultivo de cereales, se ha convertido ahora en una mina de oro rojo.
Borgo Libertà - Puglia, sur de Italia
Entre las praderas amarillentas del valle de Capitanata, que se extiende entre la costa del mar Adriático y las colinas de Gargano, camiones articulados cargados con cajas de tomates transitan a lo largo de las carreteras mal pavimentadas en dirección a Nápoles, dejando nubes de polvo tras de sí. Hay un ambiente de lejano oeste que gradualmente da paso a un escenario más africano. Trabajadores temporales ilegales de Ghana, Malí y Senegal se aproximan en fila india a sus campamentos después de finalizar una jornada de duro trabajo. Desde finales de julio hasta mediados de octubre, miles de ellos pasan la noche en esos campamentos del sur de Italia durante la temporada de recolección del tomate.
Trabajan bajo cuerda y perciben un salario por tarea realizada, no por hora de trabajo. Es decir, cobran 3,5 euros por cada 300 kilos de tomates que recolectan, lo que supone menos de 20 euros al día por un trabajo demoledor. No tienen contrato de trabajo ni tampoco seguro médico, y están a merced de lo que dispongan los caporali –intermediarios entre los trabajadores y sus empleadores–. Si a mediodía tienen hambre, mordisquean un tomate robado. Al anochecer, regresan cansados a sus campamentos, donde se les ha proporcionado una cama: un colchón al aire libre o en el interior de una improvisada chabola.
Los invisibles de la cosecha. Son miles los inmigrantes que recorren todo el sur de Italia. Casi ninguno de ellos tiene papeles y harán lo que sea con tal de trabajar. “Ni siquiera en África he visto a nadie vivir en estas condiciones”, protesta Yvan Sagnet, un estudiante camerunés que en 2010 organizó la primera huelga de trabajadores temporales en los campos de cultivo de Puglia. Ahora trabaja para CGIL, el principal sindicato italiano, defendiendo los derechos de los inmigrantes.
Italia, el tercer mayor productor agrícola después de Francia y Alemania, compite con España por el primer puesto como productor de verduras y hortalizas. En los últimos 10 años, Italia ha producido una media de seis millones de toneladas de tomates al año (datos de FAOSTAT). Según la FAO, Italia recibió ayudas en 2001 de la Unión Europea para exportar concentrado de tomate mediante el reembolso de 45 euros por cada tonelada de producto exportado. Pero eso no es todo. Oxfam informa que la Unión Europea ofrece subvenciones a la producción de tomate por un importe aproximado de 34.5 euros por tonelada. Unas subvenciones que cubren el 65% del precio final del producto en el mercado.
Pero, ¿de verdad no hay nadie en Bruselas que sepa que las subvenciones a la exportación solo consiguen una bajada del precio de los productos locales en África?
Prince Bony - Inmigrante ghanés
La historia de Prince Bony es solo un ejemplo de este perverso mecanismo. Sentado ante su vivienda en ruinas, de la que tendrá que marcharse muy pronto ya que el tejado está a punto de ceder, aún no sabe cuál será la próxima etapa de su viaje. Este joven inmigrante, que representa la versión contemporánea de Sísifo, parece condenado a recoger tomates, tal como el hijo de Eolo se vio forzado a empujar incesantemente una roca hasta la cumbre de una montaña. Pero lo que Prince Bony ignora es que el rendimiento de su mano de obra indocumentada en los campos de tomates del sur de Italia está ocasionando un perjuicio tremendo a los agricultores de la zona agrícola del norte de Ghana, que se ven obligados a abandonar sus tierras. La misma tierra que una vez le perteneció a él.