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ANÁLISIS
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

24 horas escuchando la nueva Radio 3

Para esta temporada, la cadena pública dedicada a la música y la cultura ha remplazado algunos de sus programas veteranos por nuevos espacios destinados a embaucar a una audiencia juvenil. Si ese es el objetivo, los cambios se antojan insuficientes

Radio 3
Algunos de los rostros de esta temporada en Radio 3.RTVE

Son las dos menos cinco de la tarde de un lunes, y en la radio un chico está explicando qué es el postrap. Se trata de una evolución del trap que puede beber del pop o la música industrial, dice, y apoya su argumento en canciones. Unos días antes, a la misma hora, frases como “nosotros, los millennials” o “los millennials somos” se repiten con insistencia por parte del locutor en el transcurso de una entrevista a Ann Helen Petersen, autora de un libro sobre esa franja de la población.

Cuando termina la exposición sobre el postrap, lo siguiente que suena en ese punto del dial es Cat Stevens. Bienvenidos a la nueva (o no tanto) Radio 3.

El programa del trap, el postrap y los mileniales se llama Generación ya, lo dirige María Taosa y es uno de los espacios que el 6 de septiembre se estrenaron en la radio pública. Los cambios vienen precedidos por la salida de varios veteranos locutores, como Julio Ruiz, José Miguel López y Manolo Fernández. Quizá por coherencia, incluso el director de Radio 3, Tomás Fernando Flores, se ha inmolado en las ondas, suprimiendo Siglo XXI, el espacio que dirigía desde 1996 (precisamente Generación ya lo releva en su horario, de 12.00 a 14.00).

Los datos de audiencia justifican que se aplique un torniquete a Radio 3. Según la última oleada del Estudio General de Medios (EGM), publicada en julio, la cadena pública ocupa el noveno puesto en la clasificación de emisoras musicales. El sondeo le adjudica 392.000 oyentes, aproximadamente siete veces menos que LOS40, que tiene 2.772.000. También le separan distancias abismales de Cadena 100 y Cadena Dial, que rondan el millón y medio. Radiolé también la sobrepasa. No es una caída puntual: es el panorama habitual desde hace años. Con las cifras en la mano, Radio 3 puede definirse como una emisora minoritaria.

Sus fieles oyentes están encantados de que así sea: se sienten parte de una élite de entendidos y sibaritas. Hasta ahora parecía que los responsables de la emisora también estaban cómodos en una mansa posición que en cualquier otro medio provocaría crisis apocalípticas. Como es una radio pública, no entra en guerras de audiencias, lo cual en cierto modo es un chollo. Pero sería deseable que, en su condición de servicio, se convirtiera si no en la número uno (como su hermana británica, la BBC), al menos en una de las más escuchadas.

Pescar nuevos oyentes es complicado. El 24% de los mileniales pasa olímpicamente de la música, según el estudio Millennial Music Discovery, y la mayoría de los menores de 25 descubre canciones y artistas en redes sociales, vídeos de YouTube y por los amigos antes que por la radio, según una encuesta de YPulse. El último informe de EGM decreta que solo el 22,8% de oyentes de radio tiene menos de 24 años.

Ser una emisora juvenil está en el ADN de Radio 3. Según recuerda su primer director, Alfonso Gallego, en el libro Radio 3. Rescate de un recuerdo (Espejo de Tinta, 2004), de Mariano F. Sánchez, la idea inicial de Radio Nacional en 1979 era “dedicar un tiempo a los jóvenes”. En su gestación incorporó a un elenco de comunicadores que “emplearon un lenguaje nuevo, joven, fresco”, se dice en la citada obra. Parte del equipo fundacional venía del programa de Carlos Tena en Radio 1, Para vosotros, jóvenes. El nexo con el público de corta edad es obvio.

Es verdad incontestable que a finales de los setenta, en España el rock era contracultural. Aunque con el tiempo haya dejado de serlo, esa querencia por lo alternativo ha seguido latiendo en el corazón de la emisora. Lo cual apunta a la base del conflicto: por definición, lo heterodoxo es minoritario.

Difícil papeleta: Radio 3 la escuchan sobre todo personas maduras; si se enfoca a los jóvenes, estos apenas oyen la radio y no son verdaderos fans de la música; los oyentes actuales sí que lo son, y representan el grueso de consumidores de este medio, pero la parrilla, como estaba planteada, no resultaba atractiva más que para unos pocos. Ante semejante laberinto, podría haberse quedado como estaba. En cambio, ha procurado renovarse; no mucho, solo un poco.

Estilos musicales hasta ahora ignorados o poco trabajados han tomado la antena. Ahora se habla constantemente de trap y sonidos urbanos, y la música dance ocupa lugar destacado. A las seis de la mañana, un hipervitaminado Ángel Carmona arranca Hoy empieza todo con la colaboración de Elton John y Dua Lipa. En su primera hora de programa, también pincha Bad habits, de Ed Sheeran. Dos temas bailables que también suenan en radiofórmulas. Más adelante, una colaboradora pasa revista a las desgracias de Britney Spears mostrando bastante respeto por la cantante. Sin embargo, la música de la que se nutre en su mayor parte Generación ya es exactamente la misma de la que se servía su antecesor Siglo XXI: electrónica que se sale de lo comercial.

Mientras tanto, cabe preguntarse por qué ha caído el country pero no la bossa nova, el rock de garaje o los cantautores de Laurel Canyon. La edad de los locutores, o su situación contractual, se antojan razones en exceso aleatorias. Lo que no falla en Radio 3 es lo que se ha bautizado como música indie, elección paradójica toda vez que sus más ilustres corifeos son abrumadoramente masivos. Da que pensar que siendo la única emisora que pincha de forma regular a grupos revientapabellones como Izal, Vetusta Morla o Love of Lesbian, la escuche tan poca gente.

Los expertos en radio no se cansan de reiterar que, frente a la competencia de las plataformas digitales, el medio debe reforzar la figura del prescriptor. Los locutores de Radio 3 son prescriptores de manual pero no atraen a nuevos devotos; al menos los nombres clásicos. Su plúmbeo parloteo y su afectada gravedad chirrían en unos tiempos en que todo es más relajado y espontáneo. En BBC Radio 6 Music, la filial alternativa de BBC, los fines de semana por la tarde Craig Charles pone soul del que también puede sonar en Radio 3 pero cada emisión es una fiesta: el dj grita, se troncha de risa, canta por encima de la música, mezclada sin pausa durante tres horas. Y el oyente piensa: ¡qué bien me lo he pasado!

La música es diversión; para cosas serias ya tenemos la política, la pandemia, la factura de la luz y los volcanes. El tono de la radio debe concordar con ese espíritu lúdico. Por suerte, hay entre las voces de Radio 3 algunas que lo han entendido. Ángel Carmona es lo opuesto a un locutor estirado: a las ocho de la mañana, y mientras comenta con un colaborador la nueva ley de la vivienda, se permite contar dos chistes. Marta Echeverría, que pilota la segunda parte de Hoy empieza todo, mezcla sabiamente rigor y desenfado: aborda entre bromas las quinielas del Nobel de Literatura. Gustavo Iglesias debuta los fines de semana con Bandeja de entrada (criba de novedades musicales), y se muestra cercano y simpático. José Manuel Sebastián, al frente del también nuevo Que parezca un accidente (una especie de late night televisivo adaptado a la radio), se ríe hasta de su sombra. No puede ser más natural: empieza uno de sus programas con un violento ataque de tos, que salva tranquilamente diciendo: “Voy a tener que beber un poco de líquido”. Por el contrario, el inexpresivo Niño de Elche, novedad los sábados, habla como si estuviera defendiendo una tesis en la facultad de Filosofía.

El nuevo lema de la emisora reza: “La cultura está cambiando. La creación cambia. La sociedad cambia. Cambia Radio 3″. Lo indiscutible de la premisa deja la ecuación descompensada. Conservar la emisora como estaba habría sido una decisión tan respetable como ponerla patas arriba, pero si lo que se pretende es adecuarla a los desaforados y constantes cambios de la cultura y la sociedad, se ha quedado a mitad de camino.

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