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Carlota Corredera: “Con el caso de Rocío Carrasco se le ha caído la careta al periodismo del corazón, pero también a la justicia”

“En este programa he hecho un máster en violencia de género y otro en la falta de autocrítica en mi gremio”, dice la conductora de ‘Rocío, contar la verdad para seguir viva’

Carlota Corredera
Carlota Corredera, el pasado lunes en los estudios de Mediaset, en Madrid.Andrea Comas
Pilar Álvarez

La presentadora Carlota Corredera entra en una sala de los estudios de Telecinco en Madrid sonriendo bajo la mascarilla. Cada miércoles conduce el programa Rocío, contar la verdad para seguir viva, en el que Rocío Carrasco narra en primera persona el maltrato psicológico al que asegura que le ha sometido durante 20 años su exmarido. El programa lleva una media del 27,7% de cuota de pantalla, lo que supone 2.653.000 espectadores, con edades comprendidas entre 25 y 54 años y mayoritariamente mujeres. Y eso, explica Corredera (Vigo, 46 años), supone llevar a “todos los rincones de España” las realidades de la violencia machista, que en apenas una semana deja cinco mujeres y un menor asesinados. Durante la entrevista, la periodista se ríe a carcajadas a ratos y otros se pone muy seria, como cuando frena en seco a los negacionistas de la violencia de género en el plató. Admite errores en su gremio —fue la prensa del corazón la que alimentó el mito de mala madre contra Carrasco y permitió las denuncias sin pruebas de su exmarido, Antonio David Flores, en televisión— pero pide también propósito de enmienda a los jueces: “Con el caso de Rocío Carrasco ha caído la careta del periodismo del corazón y la de la justicia”.

PREGUNTA. ¿Cuál era su opinión sobre Rocío Carrasco antes de escuchar su testimonio?

RESPUESTA. Nunca había hablado con ella hasta que la conocí en 2012 en un cumpleaños de Terelu Campos. Seguramente tenía los mismos prejuicios que todo el mundo: la imagen de una niña consentida que fue rebelde. Luego coincidí con ella trabajando. Incluso fui a su boda sin tener una relación muy estrecha. Ahora me alegro de haber estado ese día. Los invitados seguramente pensábamos mucho en las ausencias y sin embargo nos transmitió que para ella había sido un día feliz a pesar de su tristeza y depresión. He tenido prejuicios con ella, los prejuicios la han perjudicado mucho. Pero yo nunca la he llamado mala madre. Desde que soy madre me niego a juzgar a otras. Seguramente, haber tenido a mi hija con casi 41 años me ha dado otra perspectiva.

P. ¿Qué falta por ver en el último capítulo?

R. El episodio que falta es muy contemporáneo: va a resolver dudas de la relación con su hijo y, sobre todo, con su hija. Hay gente que la seguirá juzgando y cuestionando, pero ella al menos ha contado su verdad. Luego me gustaría que ella se volviese a sentar en el plató otro día para cerrar con una entrevista, que dé la cara por última vez.

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P. ¿Esperaban esta acogida?

R. Yo me incorporé en el segundo episodio. No me esperaba en absoluto que Rocío contase esa concatenación de violencias que ha sufrido. Me pilló desprevenida porque no conocía la envergadura de lo que había contado en esas grabaciones. Pero desde el primer momento entendí que lo que estaba pasando era muy grande. Vi la reacción en Twitter de Irene Montero o Adriana Lastra, mujeres que escucharon el testimonio de Rocío y no tuvieron ninguna duda en calificarla como mujer maltratada.

P. ¿Cuándo fueron conscientes de que era más que un tema de corazón y no se podía frivolizar?

R. Desde el principio. La elección de la directora del programa no es casual. Ana Isabel Peces es uno de mis referentes feministas. Rocío conoce a personas de la Fábrica de la Tele [la productora del programa] desde hace mucho tiempo que no sabían de su historia, pero en cuanto la conocieron entendieron que no se trata de una portada o una exclusiva, es una historia de violencia sostenida en el tiempo.

Ni en los mejores sueños de las feministas se pensó que ocurriría esto. Es una locura

P. Han ido cambiando el tono. En el primer programa recibieron críticas tras sortear 12.000 euros en directo.

R. Ese cambio de tono obedece a que es un aprendizaje continuo. Yo no estaba el primer día, pero estoy convencida de que se dieron cuenta de que hubiese sido mejor no haber hecho ese sorteo. No se ha vuelto a repetir y también me gustaría que se valorase.

Rocío Carrasco, en un instante de 'Rocío: Contar la verdad para seguir viva'.
Rocío Carrasco, en un instante de 'Rocío: Contar la verdad para seguir viva'.Mediaset

P. ¿Les costó encontrar especialistas que quisieran participar en el debate?

R. Hay voces que deberían estar, me consta que se les ha llamado y no han querido venir. Me llegan mensajes en privado de personas muy conocidas que no dicen en público lo que me cuentan a mí. Me encantaría que lo dijesen porque Rocío es una víctima a la que la justicia ha maltratado igual que el padre de sus hijos. Se merece una reparación. Me da igual que lo emita Telecinco, La 1 o Discovery.

P. La audiencia no es la misma.

R. Eso todavía tiene más valor porque a priori no era un contenido para una cadena convencional y no ha bajado del 25%. Ni todo el mundo compra libros feministas ni va a conferencias ni tiene la conciencia de lo que es la violencia de género o el machismo y este programa llega a todos los rincones de España. Ni en los mejores sueños de las feministas se pensó que ocurriría esto. Es una locura. Haber hecho eso didáctico, que cale ese mensaje. Expertas en violencia de género venían a Sálvame y decían: lo que estáis haciendo es el MeToo español.

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P. En Sálvame reprendió a un colaborador: “Si eres un negacionista, te pido que reflexiones”. ¿Le ocurre a menudo delante y detrás de las cámaras?

R. Mucho. Pero porque se han muerto seis mujeres [además de las cinco asesinadas, se suicidó otra con orden de alejamiento] y nadie reacciona. Lo que pasa en Sálvame pasa en todo el país: no somos una isla. Hay gente feminista y mucho machismo, como en esta sociedad. Yo hubiese sido incapaz de hacerme cargo de este programa desde la neutralidad. Hay momentos en los que hay que dar la cara aunque te la partan porque si no, no se avanza. Para mí es un regalo profesional hacer este programa, aunar la pasión por el periodismo con el feminismo y con la oportunidad de llegar a tanta gente. Solo puedo estar agradecida, me compensan todos los peajes que estoy pagando.

Lo que pasa en ‘Sálvame’ pasa en todo el país: no somos una isla. Hay gente feminista y mucho machismo, como en esta sociedad

P. Hay gente que la considera un icono feminista.

R. No me lo tomo en serio. Soy feminista y comprometida con las que no tienen voz. Mi padre era muy feminista y apostó por mí siempre. Tengo un marido corresponsable, que es feliz con mis éxitos. Cuando tienes esa situación de privilegio, puedes o solo regodearte o pensar en las que no están como tú. Sé que hay mucha gente así, porque yo también he estado en la mierda. Todas las mujeres de mi edad saben lo que es el machismo. Todas. Entiendo que a los machistas les reviente mi perfil, pero no voy a pedirles perdón. Salgo en la tele, digo lo que me da la gana y no sigo un canon de belleza ni tengo la talla 38.

P. Ha admitido que se equivocaron dando espacio durante años al testimonio del exmarido de Carrasco. ¿Este reconocimiento va a tener efecto en futuros programas?

R. Me produciría una profunda tristeza si no hiciésemos propósito de enmienda. Con este programa he hecho un máster en violencia de género y otro en la falta de autocrítica en mi gremio. Debe haber una actitud de propósito de enmienda y saber que el que calla no siempre otorga.

Rocío se merece lo que pide: sentarse en el banquillo, declarar, aportar sus testigos y que se la escuche

P. ¿Van a aportar el programa como prueba en los juzgados?

R. No lo sé. El abogado de Rocío, Javier Vasallo, dijo que su propio testimonio sería una prueba de cargo. Me encantaría que se reabriese el caso, que hubiese un juicio. Rocío se merece lo que pide: sentarse en el banquillo, declarar, aportar sus testigos y que se la escuche. Hay corporativismo también entre los juristas. No les gusta que se diga que no han hecho bien su trabajo. Igual que se nos pide a los periodistas, me gustaría que los jueces y fiscales que están viendo el programa también aprendan. Con este caso al periodismo del corazón se le ha caído la careta, pero también a la justicia. Es una lección que debemos aprender todos.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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