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Columna
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Blues y perlas: las primeras mujeres negras que fueron estrellas

‘La madre del blues’ reivindica a Ma Rainey, una diosa que saltó todas las barreras en los años veinte. La historia del género la arrinconó al poner el foco en los hombres atormentados del Misisipi

Viola Davis interpreta a Ma Rainey en la película 'La madre del blues'. En vídeo, tráiler de la serie,Foto: NETFLIX
Ricardo de Querol

En los locos años veinte del siglo XX, las primeras personas afroamericanas que llegaron a estrellas de la música fueron mujeres que cantaban blues al frente de orquestas, con influencia del vodevil y rebosantes de glamur: lentejuelas, plumas, fulares, collar de perlas de varias vueltas. Sus nombres eran Bessie Smith, Mamie Smith o Ma Rainey. El éxito fue fugaz, pero su gesta abrió el camino a grandes voces del jazz que vinieron después: Billie Holiday, Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan.

La película La madre del blues (en Netflix) reivindica a la pionera Ma Rainey, que logró imponer sus reglas a una emergente industria discográfica dominada, claro está, por hombres blancos. Nominada a cinco Oscar (ganó los de vestuario y maquillaje y peluquería), tiene como gancho el último papel de Chadwick Boseman (Black Panther), muerto antes del estreno.

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Robert Johnson (Misisipí, 1911- Misisipí, 1938), en una de las pocas imágenes existentes.
El blues importa
Clarksdale. / A. M.
La Pompeya del blues

La mayor parte de la trama, ambientada en 1927, transcurre mientras la banda espera a la artista en el estudio de grabación de Chicago, que entonces era la meca de los negros emigrados del Sur. Ahí se luce Boseman como un trompetista con ambiciones vanguardistas. Ella (Viola Davis) aparece poco y cuando lo hace ocupa toda la pantalla. Una diosa arrogante, corpulenta, descarada, lesbiana. Escribía letras explícitas, con alguna salida del armario. Nadie iba a dictarle qué y cómo grabar.

La gran depresión y el cambio en las modas pusieron fin al glamur y a su carrera. Y ocurrió entonces el descubrimiento, por la crítica, del blues rural del delta del Misisipi, que cantaban hombres negros, pobres y desgraciados a solas con su guitarra: Blind Lemon Jefferson, Son House o Robert Johnson. Desprendían autenticidad y sembraron la semilla del rock and roll. Merecían el reconocimiento pero, una vez más, la historia arrinconó los nombres de mujeres que habían brillado con luz propia.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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