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‘The Mandalorian’: La fuerza acompaña a Baby Yoda

La segunda temporada de ‘The Mandalorian’, que ofrece Disney +, confirma la solidez de una serie que despunta dentro del universo ‘Star Wars’

Tráiler de la segunda temporada de 'The Mandalorian'.
Guillermo Altares

Cada película de la interminable saga Star Wars iba acompañada de nuevas criaturas. Y, generalmente, desde los remotos tiempos de los empalagosos Ewoks en El Retorno del Jedi o del insoportable Jar Jar Binks de La amenaza fantasma, pinchaban en hueso con los fans, que añoraban las criaturas de la primera, el extraño encanto de todos los seres galácticos que se concentraban en la escena de la cantina de Mos Eisley. Muy pocos bichos entraban a formar parte de la imaginación colectiva con el mismo peso que Chewbacca, R2D2 o C3PO, más bien parecían monigotes destinados a vender merchandising. Hasta que llegaron Baby Yoda y The Mandalorian, cuya segunda temporada arrancó este viernes en Disney +.

La serie creada por Jon Favreau, un veterano de la factoría Marvel, que pertenece a Disney, representó una gran sorpresa porque donde parecía que solo se podían sacar copias de copias de copias de repente surgió una idea original que, sin embargo, era tremendamente cercana a la trilogía primigenia, una mezcla de western, historias de caballeros medievales, rayos láser y viajes galácticos. Los ocho capítulos de la primera temporada nos mandaron a una galaxia muy lejana en mitad del confinamiento –se estrenó en España en marzo– y esta segunda arranca cuando planea un segundo encierro.

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Aunque mantenía la imposible mezcla de géneros de la saga que creó George Lucas en 1977, con la que cambió la historia del cine porque inauguró una nueva relación de los espectadores con las películas, The Mandalorian se centra sobre todo en uno de los escenarios de aquella extraña combinación: el viejo Oeste, con un tono indudablemente crepuscular. El primer capítulo de esta segunda temporada es también un western puro con un poblado polvoriento, un sheriff cansado y heroico —interpretado por el gran Timoty Olyphant, el protagonista de Justified—, los moradores de las arenas convertidos en apaches, un salón con chupitos de un extraño líquido azul fosforito —licencia poética galáctica— y un forastero cuya llegada anuncia problemas, acompañado de un bicho verde de grandes orejas que, aunque de momento no tiene nombre, se le conoce como Baby Yoda, que se desplaza en un canastillo flotante.

El protagonista de la serie es el mandaloriano del título, un implacable cazador de recompensas galáctico que pertenece a un críptico culto y que lleva una armadura que ya quisieran para sí los caballeros del rey Arturo. Como tantos héroes a su pesar, un arquetipo inagotable del western, al principio de la primera temporada deja de ser un villano y se convierte en salvador de la extraña criatura (cuya estirpe es de sobra conocida por todos los aficionados a la saga), que le habían encargado entregar a los maléficos últimos representantes del imperio difunto. En esta segunda, se dispone a recorrer de nuevo los rincones de la Galaxia para buscar a otros miembros de la especie a la que pertenece la criatura y dejarla a salvo con los suyos. El héroe que no estaba destinado a serlo y una búsqueda imposible en paisajes interminables son una combinación que ha dado muchos momentos de gloria al cine clásico y que The Mandalorian sabe explotar a fondo.

Imagen de la segunda temporada de 'The Mandalorian'.
Imagen de la segunda temporada de 'The Mandalorian'.Lucasfilm

El actor detrás del casco –los mandalorianos no se pueden descubrir nunca– es el chileno Pedro Pascal que, con una voz implacable, logra aportar todos los matices posibles a su personaje solo con palabras. Sin embargo, el propio intérprete reconocía en una entrevista reciente con Good Morning América que le habían comido la tostada cinematográfica: “Estoy ganando muchos puntos con los hijos de mis amigos y mis sobrinos porque tengo antes que nadie los juguetes de The Mandalorian. Baby Yoda es fabuloso y los detalles son increíbles: el movimiento de sus orejas, su piel verde de melocotón. Es increíble lo que la Industrial Light and Magic ha hecho con este muñeco”.

Es indudable que la serie ofrece muchos hallazgos: fichar a grandes actores para pequeños papeles como Werner Herzog, Nick Nolte, Giancarlo Esposito o Taika Waititi; escenarios espectaculares, un diseño impecable de cada una de las criaturas, incluso el momento en el que transcurre resulta apasionante para los fans de la familia Skywalker: al final de la trilogía original, cuando el imperio ha sido aparentemente derrotado y se multiplican los bandoleros y los conflictos locales en medio del vacío de poder. Pero, por encima de todo, su éxito reposa en Baby Yoda.

Gina Carano en la segunda temporada de 'The Mandalorian'.
Gina Carano en la segunda temporada de 'The Mandalorian'.Justin Lubin (Lucasfilm Ltd.)

No se trata solamente de lo bien que está hecho y de la idea genial de crear un Yoda pequeño, un bebé de 50 años que no habla, pero al que se entiende perfectamente —como ocurría con R2D2 o Chewbacca–; sino del misterio que entraña: ¿De dónde viene? ¿Qué hacía en aquel poblado perdido en el que le encontramos en la primera temporada? ¿Por qué es tan importante para el imperio? Y, por encima de todo, ¿logrará controlar sus poderes en esta segunda temporada?

El éxito de The Mandalorian, de la que se estrenarán ocho capítulos de esta segunda temporada que culmina el 18 de diciembre, muestra con claridad por donde circulan los caminos de la ficción y dice mucho sobre el cine actual (no importa que se emita por capítulos porque su factura es sin duda cinematográfica): la estrella es un muñeco y se ha estrenado en televisión sin escatimar medios. Y, cada viernes a las 08.00 de la mañana (hora peninsular española), miles de personas estarán pendientes de las aventuras de extrañas criaturas que buscan su lugar en una galaxia muy lejana.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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